El papa Francisco recoge desde Lovaina el espinoso guante del papel de la mujer en la Iglesia

El papa Francisco, en la Universidad Católica de Lovaina

No ha sido fácil para Francisco el diálogo con las dos universidades de Lovaina en que se dividió la antigua ‘alma mater’ de la que ahora se celebran los seiscientos años de su fundación en el 1465 por iniciativa del príncipe francés Juan de Borgoña con el consenso del papa Martín V.



Ya hemos informado del en cierto modo “incómodo” encuentro el viernes pasado con la universidad de lengua flamenca. Hoy por la tarde ha acudido a la universidad de lengua francesa. La ceremonia comenzó a las cuatro y media, y su primera parte estuvo dedicada a la lectura de una carta colectiva en cuya elaboración han trabajado profesores, investigadores y estudiantes de ambos sexos a la luz de la Encíclica “Laudato si’”,  centrada en las raíces filosóficas y teológicas de la crisis climática y, más en concreto, sobre el papel de las mujeres frente a las urgencias del cambio climático.

Amplio documento

En este amplio documento se plantea la pregunta: “¿Dónde está el papel de la mujer en la encíclica? Son las grandes ausentes. ¿Estamos viviendo todavía en  una división injusta del trabajo  en nombre de una propensión así llamada ‘natural’ que desemboca  en una división sexual del trabajo? La teología católica ha tenido tendencia a reforzar esta división a través de su ‘teología de la mujer’ que exalta su papel maternal prohibiendo su acceso a los ministerios ordenados. ¿Cuál es, pues, el papel de las mujeres en la Iglesia?”.

El papa Francisco, en la Universidad Católica de Lovaina

El papa Francisco, en la Universidad Católica de Lovaina

Esta vez el Papa recogió el guante que se le tendía, aunque de modo que a algunos les habrá parecido un poco escaso. “Pensar en la ecología – dijo en su discurso ante la comunidad universitaria- nos lleva a abordar una temática que les preocupa a ustedes y más todavía a mí y a mis predecesores: el papel de la mujer en la Iglesia”. “Pesan aquí agresiones e injusticias junto con prejuicios ideológicos…”, admitió. A la vez, apuntó que “lo que es característico de la mujer, es decir, lo que es femenino, no está establecido por el consenso ni por las ideologías. Y la dignidad está asegurada por una ley originaria, no escrita en el papel sino en la carne… La dignidad es un bien inestimable, una cualidad originaria que ningun  ley humana puede dar o quitar”.

Vocación concreta

“A partir de esa dignidad común y compartida -explicó Francisco-, la cultura cristiana elabora siempre nuevamente en diferentes contextos la vocación concreta del hombre y de la mujer y su ser recíproco para el otro, en la comunión”. “No el uno contra el otro, en reivindicaciones opuestas sino el uno para el otro”, remarcó.

Al  margen de este asunto, no dejó de enviar un consejo a los miles de estudiantes que le escuchaban: “Hay un motivo que nos impulsa y un objetivo que nos atrae. Es necesario que sean buenos porque de ellos depende el sentido del estudio, la dirección de nuestra vida. A veces estudio para encontrar un determinado tipo de trabajo, pero termino por vivir en función de eso.  Nosotros mismos nos convertimos en la ‘mercancía’”. “No se vive para trabajar sino que se trabaja para vivir; es fácil decirlo pero implica esfuerzo ponerlo en práctica con coherencia”, sentenció.


*Enviado especial de Vida Nueva a Luxemburgo y Bélgica 

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