El español refulge en el Vaticano. Francisco presume de Federico García Lorca y Jorge Luis Borges, pero también Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, lo hace del propio Papa. “Como director del Instituto Cervantes, puedo hablar de la sintonía con Francisco, pero también desde lo personal”, admite el poeta Luis García Montero a Vida Nueva tras ser recibido en audiencia por el Papa el pasado jueves 19 de septiembre, en su biblioteca privada.
“Como director del Instituto Cervantes me parece muy importante que una figura de la relevancia social del Papa defienda el español –manifiesta–. El español, además, es mucho más que un vocabulario, es una cultura. Y poder defender la importancia de autores como Borges y García Lorca es defender una tradición cultural muy, muy fuerte, y es darle prestigio. Agradecí mucho la complicidad y la amistad del papa Francisco con el Instituto Cervantes, creo que es un apoyo muy importante”.
En lo personal, también: “Y después, como persona, aparte de agradecerle su complicidad, tengo una simpatía clara con él, porque yo también creo, por ejemplo, que maltratar a los migrantes es un pecado grave. Recientemente, hizo esas declaraciones, pero yo llevo tiempo manteniendo mi simpatía hacia su figura”. Y el poeta, de hecho, lo explica narrando su amistad con el escolapio Francisco Mulet y con Javier Baeza, párroco del centro pastoral San Carlos Borromeo en Entrevías (Madrid), y dos mensajes que ambos le enviaron estando ya en Roma.
“En la Iglesia Nacional Española, en Santa Maria in Monserrato –en un acto del Instituto Cervantes de Roma, en recuerdo de José Jiménez Lozano y de los libros que escribió como cronista del Concilio Vaticano II, y donde participó nuestro director, Ignacio Peyró–, el rector de la Iglesia Nacional Española, José Jaime Brosel, me dijo: ‘Tengo un mensaje de Francisco Mulet, sé que lo conoces’”, recuerda sobre el primero.
Acto seguido, explica que “Mulet es un cura escolapio que me dio clase en los Escolapios de Granada, cuando yo tenía 13 años, y me educó en un sentimiento que se resumía en que es mucho más difícil que por el ojo de una aguja entre un rico que un camello. Y yo aprendí mucho de la solidaridad con ese movimiento de teología obrera en el que me eduqué con los escolapios”. “Más allá de quién sea creyente o no, la imagen de la aguja es muy útil para pensar sobre el mundo en el que vivimos”, afirma tajante García Montero.
El segundo mensaje le llegó a su propio móvil: “Cuando iba a ver al Papa, también recibí personalmente un mensaje del cura de Entrevías, Javier Baeza, que ha convertido la parroquia en un refugio para necesitados, para migrantes, para gentes sin papeles, y es un referente de la solidaridad. Me dijo que se había enterado de que iba a ver al ‘jefe’”.