El papa Francisco ha recibido hoy en audiencia a los participantes en el proyecto ‘Guardianes de la Belleza’, promovido por la Conferencia Episcopal Italiana y que reúne a personas pobres, desempleadas y migrantes de varias ciudades italianas, coordinándoles en equipos de trabajo para el cuidado de lugares públicos como calles, plazas, parques, jardines y monumentos.
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“Ser ‘Custodios de la Belleza’ es una gran responsabilidad, así como un mensaje importante para la comunidad eclesial y para la sociedad en su conjunto”, ha señalado el Papa, subrayando que el nombre de este proyecto “no es un simple eslogan”, sino que “indica una manera de ser, un estilo, una opción de vida orientada hacia dos grandes propósitos: la protección y la belleza”.
“Vigilar significa proteger, conservar, supervisar, defender“, ha explicado. De esta manera, es una acción “multifacética, que requiere atención y cuidado, porque parte de la conciencia del valor de quién o qué se nos confía. Por eso no permite distracciones y pereza”.
El concepto de belleza
“Cada uno, con sus propias capacidades y destrezas, con inteligencia y corazón, puede hacer algo para proteger las cosas, los demás, la casa común, en una perspectiva de cuidado integral de la creación”, ha subrayado el Papa.
“Hoy en día hay muchas personas marginadas, descartadas, olvidadas en una sociedad cada vez más eficiente y despiadada: los pobres, los inmigrantes, los ancianos y los discapacitados solos, los enfermos crónicos”, ha recordado, apuntando que, “sin embargo, cada uno es precioso a los ojos del Señor”. “Por eso recomiendo que, en vuestro trabajo de reurbanización de muchos lugares abandonados y en decadencia, siempre tengáis como objetivo principal la protección de las personas que viven allí y las frecuentan”.
Por otro lado, en cuanto a la belleza, el Papa ha señalado que “hoy hablamos mucho” de este concepto, “hasta el punto de convertirlo en una obsesión”. Sin embargo, “muchas veces se la considera de forma distorsionada, confundiéndola con modelos estéticos efímeros y masificantes, más vinculados a criterios hedonistas, comerciales y publicitarios que al desarrollo integral de las personas”.
“Un enfoque de este tipo es perjudicial, porque no ayuda a que florezca lo mejor de cada uno, sino que conduce a la degradación del hombre y de la naturaleza”, ha apuntado. Por ello, “se trata más bien de aprender a cultivar la belleza como algo único y sagrado para cada criatura, pensada, amada y celebrada por Dios desde los orígenes del mundo como unidad inseparable de gracia y de bondad, de estética y perfección moral”.