“La confesión es una oportunidad para restablecer la confianza en la Iglesia y hacia ella, confianza destrozada por nuestros errores y pecados, y para comenzar a curar las heridas que no dejan de sangrar”. Así de contundentes han resonado las palabras del papa Francisco durante la vigilia penitencial que ha presidido esta tarde, desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, al concluir el retiro espiritual de preparación a la II Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Tras las siete peticiones de perdón redactadas por el propio Pontífice y leídas por distintos cardenales, así como el testimonio de una persona abusada, una víctima de la guerra y un migrante, Jorge Mario Bergoglio ha recordado que “estamos aquí mendigos de la misericordia del Padre”.
Por eso, ha señalado que “la Iglesia es siempre Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores que buscan el perdón, y no solo de los justos y los santos, sino de los justos y los santos que se reconocen pobres y pecadores”.
Según ha expresado, “el pecado es siempre una herida en las relaciones: la relación con Dios y la relación con los hermanos y hermanas. Nadie se salva solo, pero es igualmente cierto que el pecado de uno tiene efectos sobre muchos: así como todo está conectado para el bien, también está conectado para el mal”.
“En su esencia de fe y anuncio -ha proseguido-, la Iglesia es siempre relacional, y solo sanando las relaciones enfermas podemos llegar a ser una Iglesia sinodal”. Y se ha preguntado: “¿Cómo podríamos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos a sanar las heridas que hemos causado con nuestros pecados?”.
Para Francisco, “sanar la herida comienza con la confesión del pecado que hemos cometido”. Por eso, “hoy todos tenemos los ojos bajos y nos sentimos avergonzados de nuestros pecados”.
Ante los padres y madres sinodales, el Papa ha insistido en que “no podríamos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a nuestros hermanos y hermanas, a la Tierra y a todas las criaturas”.
“¿Y cómo podríamos ser Iglesia sinodal sin reconciliación? ¿Cómo podríamos decir que queremos caminar juntos sin recibir y dar el perdón que restablece la comunión en Cristo?”, ha dicho para luego contestar: “El perdón, pedido y otorgado, genera una nueva armonía en la que las diferencias no se imponen”.
Por otro lado, Bergoglio ha subrayado que, “ante el mal y el sufrimiento inocente nos preguntamos dónde está el Señor. Pero debemos preguntarnos sobre la responsabilidad que tenemos cuando no logramos detener el mal con el bien”.
Y es que “no podemos pretender resolver los conflictos alimentando una violencia cada vez más brutal, ni redimirnos causando dolor, ni salvarnos con la muerte de otros”, ha rematado.
Tras un momento de silencio, y a modo de oración, el Papa ha concluido así su alocución:
“Te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado con nuestra infidelidad. Pedimos perdón, sintiéndonos avergonzados, a aquellos que han sido heridos por nuestros pecados. Danos el valor del arrepentimiento sincero para una conversión auténtica. Te lo pedimos invocando al Espíritu Santo para que llene con su Gracia los corazones que has creado. Todos pedimos perdón. Todos somos pecadores. Amén”.