Vaticano

El papa Francisco pide perdón por los siete “principales pecados” de la Iglesia





El papa Francisco ha escrito, de su puño y letra, las peticiones de perdón leídas por siete cardenales durante la vigilia penitencial que ha presidido esta tarde, desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, al concluir el retiro espiritual de preparación a la II Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.



“Quería escribir las peticiones de perdón que leyeron algunos cardenales, porque era necesario nombrar nuestros pecados principales, porque tendemos a esconderlos, a nombrarlos con palabras demasiado educadas”, ha dicho el Pontífice sobre estas peticiones que, por su interés, reproducimos íntegras, junto a los tres testimonios compartidos por una superviviente de abusos, una víctima de la guerra y un migrante.

1. Falta de valentía para hacer la paz

“Pido perdón a Dios Padre, sintiéndome avergonzado por el pecado de la falta de valentía, de la valentía necesaria para buscar la paz entre los pueblos y las naciones, en el reconocimiento de la dignidad infinita de cada vida humana en todas sus fases, desde el estado naciente hasta la vejez, especialmente los niños, los enfermos, los pobres, el derecho a tener un trabajo, una tierra, un hogar, una familia, una comunidad en la que vivir libremente, del valor que es el paisaje y la cultura de cada zona del planeta. Para hacer la paz se necesita valentía: para decir sí al encuentro y no a la confrontación; sí al respeto a los acuerdos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la falsedad. En nombre de todos los fieles, pido perdón a los que nacen hoy y nacerán después de nosotros, a las generaciones del futuro que nos prestan este mundo y que tienen derecho a habitarlo, un día, en armonía y paz. Nuestro pecado es aún más grave si invocamos el nombre de Dios para justificar la guerra y la discriminación. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India).

Tras las palabras del purpurado indio, la hermana Deema, originaria de Homs y miembro de la comunidad monástica de al-Khalil, ha recordado que “la guerra no solo destruye edificios y carreteras, sino que también afecta a los lazos más íntimos que nos anclan a nuestros recuerdos, nuestras raíces y nuestras relaciones”.

Tal y como ha explicado la religiosa, “la guerra a menudo logra sacar lo peor de nosotros, sacando a la luz el egoísmo, la violencia y la codicia. Sin embargo, también puede sacar lo mejor de nosotros: la capacidad de resistir, de unirnos en solidaridad, de no ceder al odio”.

2. Indiferencia ante los sin voz

“Pido perdón, sintiéndome avergonzado por lo que también nosotros, los fieles, hemos hecho para transformar la creación de un jardín en un desierto, manipulándola a nuestro gusto; y por lo que no hemos hecho para impedirlo. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por cuando no hemos reconocido el derecho y la dignidad de toda persona humana, discriminándola y explotándola —pienso en particular en los pueblos indígenas— y cuando hemos sido cómplices de sistemas que han fomentado la esclavitud y el colonialismo. Pido perdón, sintiéndome avergonzado, porque cuando hemos tomado y seguimos siendo partícipes de la globalización de la indiferencia frente a las tragedias que
transforman las rutas marítimas y las fronteras entre las naciones para tantos migrantes de un camino de esperanza a un camino de muerte. El valor de la persona es siempre mayor que el de la frontera. En este momento escucho la voz de Dios que nos pregunta a todos: “¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana? Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Michael Czerny, SJ, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

En relación a esta petición de perdón se ha escuchado el testimonio de Sara, directora regional de la Toscana de la Fundación Migrantes, acompañada de Solange, migrante llegada a las costas italianas desde Costa de Marfil.

El puerto de Carrara, perteneciente a su diócesis, se encuentra a 700 millas de Lampedusa, y está declarado como “puerto seguro” desde hace más de un año y medio por el desembarco de barcos de ONG que rescatan a migrantes en el Mediterráneo. “Estamos aquí hoy para dar testimonio de una nueva humanidad; de personas que acompañan a las personas a ser personas”, ha sentenciado la laica italiana.

3. Abusos de conciencia, de poder y sexuales

“Pido perdón, sintiéndome avergonzado, por todas las veces que los fieles hemos sido cómplices o hemos cometido directamente abusos de conciencia, abusos de poder y abusos sexuales. Cuánta vergüenza y dolor siento cuando considero sobre todo los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, que han robado la inocencia y profanado la sacralidad de los débiles e indefensos. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por todas las veces que hemos usado la condición del ministerio ordenado y de la vida consagrada para cometer este terrible pecado, sintiéndonos seguros y protegidos mientras nos aprovechamos diabólicamente de los pequeños y los pobres. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Seán Patrick O’Malley, OFM. Cap., arzobispo emérito de Boston (Estados Unidos).

Después de O’Malley ha tomado la palabra Laurence, una exitosa barítona sudafricana que se ha presentado en San Pedro como “superviviente de abuso sexual por parte de un miembro del clero”.

“Un depredador se centró en mí, una niña de 11 años. Durante varios meses, utilizó elogios, castigos físicos, manipulación psicológica y todas las demás herramientas de su arsenal para manipularme y prepararme. Finalmente, me llevó de la mano a un lugar oscuro donde, en un silencio a gritos, me arrebató lo que nunca se le debe arrebatar a ningún niño”, ha relatado.

Y ha proseguido: “Desde entonces, me he visto obligada a caminar con este depredador estampado en mi alma durante los últimos cincuenta y tres años. Este momento en el tiempo, con todos sus sórdidos detalles, es parte de mi ser físico y de mi conciencia, y está tan presente hoy como lo estuvo cuando tuvo lugar la impactante violación”.

El papa Francisco, durante la vigilia penitencial previa a la II Sesión del Sínodo de la Sinodalidad

4. Defender la dignidad de la mujer

“Pido perdón en nombre de todos los que están en la Iglesia, especialmente de nosotros, los hombres, sintiéndonos avergonzados por todas las veces que no hemos reconocido y defendido la dignidad de la mujer, cuando la hemos hecho muda y subyugada, y no pocas veces explotada, especialmente en la condición de vida consagrada. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos juzgado y condenado antes de ocuparnos de la fragilidad y las heridas de la familia. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por todas las veces que hemos robado la esperanza y el amor a las generaciones más jóvenes, cuando no hemos comprendido la delicadeza de los pasos de crecimiento,
de las tribulaciones de la formación de la identidad, y no estamos dispuestos a sacrificarnos por su derecho a expresar sus talentos y su profesionalidad encontrando un trabajo digno y recibiendo un salario justo. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos preferido vengarnos, en lugar de dedicarnos a la búsqueda de la justicia, abandonando a los que cometen errores en las cárceles y recurriendo al uso de la pena de muerte. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

5. Dar una justificación doctrinal a un trato inhumano

“Pido perdón y me avergüenzo de todas las veces que en la Iglesia, especialmente nosotros, los pastores, a quienes se nos ha confiado la tarea de confirmar a nuestros hermanos y hermanas en la fe, no hemos sido capaces de conservar y proponer el Evangelio como fuente viva de eterna novedad, “adoctrinando” y arriesgándolo a reducirlo a un montón de piedras muertas para arrojar a los demás. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos dado justificación doctrinal a un trato inhumano. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por no haber sido testigos creíbles del hecho de que la verdad libera, por cuando hemos obstaculizado las diversas inculturaciones legítimas de la verdad de Jesucristo, que siempre recorre los caminos de la historia y de la vida para ser encontrado por aquellos que quieren seguirlo con fidelidad y alegría. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por las acciones y omisiones que han impedido y dificultan la recomposición en la unidad de la fe cristiana y de la auténtica fraternidad de todo el género humano. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

6. Quitar el pan al hambriento

“Pido perdón en nombre de todos en la Iglesia, sintiéndome avergonzado por las veces que hemos vuelto la cabeza hacia el otra parte ante el sacramento de los pobres, prefiriendo adornarnos a nosotros mismos y al altar con una preciosidad culpable que quita el pan a los hambrientos. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por la inercia que nos impide aceptar la llamada a ser una Iglesia pobre de los pobres y que nos hace ceder a la seducción del poder y a la adulación de los primeros lugares y de los títulos jactanciosos. Pido perdón, sintiéndome avergonzado, porque cuando cedemos a la tentación de escondernos en el centro, protegidos dentro de nuestros espacios eclesiales, enfermos de autorreferencialidad, resistiéndonos a salir, descuidando la misión en las periferias geográficas y existenciales. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Cristóbal López Romero, SDB, arzobispo de Rabat (Marruecos).

7. Obstaculizar una Iglesia sinodal

“Pido perdón, sintiéndome avergonzado por los obstáculos que se interponen en el camino de la construcción de una Iglesia verdaderamente sinodal, sinfónica, consciente de ser el pueblo santo de Dios que camina juntos reconociendo la común dignidad bautismal. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que no hemos escuchado al Espíritu Santo, prefiriendo escucharnos a nosotros mismos, defendiendo opiniones e ideologías que hieren la comunión en Cristo de todos, esperada al final de los tiempos por el Padre. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por haber transformado la autoridad en poder, sofocando la pluralidad, no escuchando a las personas, dificultando la participación de tantos hermanos y hermanas en la misión de la Iglesia, olvidando que todos estamos llamados en la historia, por la fe en Cristo, a convertirnos en piedras vivas del único templo del Espíritu Santo. Perdónanos, Señor”. Leído por el cardenal Christoph Schönborn, OP, arzobispo de Viena (Austria).

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