Las lagunas legales en el Código de Derecho Canónico y la negativa de Doctrina de la Fe a procesar por “falso misticismo” al sacerdote denunciado habrían impedido adoptar más medidas
Un sentimiento agridulce, que habla de agradecimiento al cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, pero con decepción por la laguna legal que todavía existe en la Iglesia para afrontar los abusos en los casos de adultos. Es la sensación que comparten a ‘Vida Nueva’ algunas víctimas del sacerdote exorcista, que, tal y como adelantó esta revista ayer, ha sido expedientado por la Archidiócesis madrileña.
“El cardenal Cobo ha hecho lo imposible para ayudarnos, no solo desde el acompañamiento psicológico y espiritual en el proyecto Repara, sino también en el ámbito jurídico, pero la realidad es la que es”, exponen sobre la imposibilidad de que hoy por hoy se las haya podido reconocer oficialmente como víctimas de abusos, a pesar de las agresiones que aseguran haber sufrido. ¿El motivo? El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha dado por bueno su testimonio, sin embargo, subrayan que “no han querido mojarse y dar un paso al frente, abriendo un proceso que se sentara sobre las bases del llamado ‘falso misticismo’”.
De hecho, las víctimas argumentan que las vejaciones a las que fueron sometidas a través de las ‘sanaciones’ durante los exorcismos que se producían en el interior de los templos, precisamente profanando la imagen de Dios, encajarían en ese supuesto penal canónico.
En cualquier caso, subrayan la importancia de la publicación del decreto penal por parte del Arzobispado de Madrid que limita la acción pastoral del sacerdote, pero lamentan que no se hayan podido tomar “medidas que sí se habrían adoptado con menores”, precisamente por la falta de implicación de Roma ante las lagunas legales existentes en el Código de Derecho Canónico.
“En un año se ha hecho más que en los treinta años de silencio previos”, apunta en cualquier caso alguien que ha seguido de cerca cada uno de los casos y que ha visto de primera mano el cambio de actitud hacia las víctimas. Tal y como adelantó esta revista, el sacerdote expedientado llegó a ser director espiritual del seminario de Madrid, profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso y fundador de un albergue para indigentes.