“La pregunta más común que he recibido sobre el Sínodo en estos últimos once meses ha sido escéptica: ¿Se ha logrado algo? ¿No es todo una pérdida de tiempo y dinero?”. Así ha comenzado Timothy Radcliffe, OP, su primera meditación -‘Pesca de Resurrección (Juan 21, 1-14’- en el segundo día del retiro de preparación para la II Sesión del Sínodo de la Sinodalidad que se viene celebrando desde ayer hasta hoy.
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En su reflexión, el dominico ha dejado claro que “todos hemos conocido esos momentos en los que parece que no logramos nada. El entusiasmo inicial ha desaparecido. Al comenzar esta II Asamblea, apuesto a que algunos de nosotros nos sentimos así. Aquellos que empezaron con entusiasmo y emoción pueden estar preguntándose si estamos yendo a algún lado”.
Sin embargo, “no nos reunimos en el Sínodo para negociar compromisos o golpear a los oponentes. Estamos aquí para aprender unos de otros cuál es el significado de esta extraña palabra: ‘amor’”.
En ese sentido, ha insistido en que “hemos venido a este Sínodo en obediencia. Para muchos parece inútil. Hemos trabajado días y noches y quizás dudamos de que se logre algo. Pero la Iglesia dice ven, y hemos venido”.
“Hemos lanzado la red al otro lado de la barca -ha continuado-, incluso cuando algunos de nosotros creemos que no habrá pesca. Pero esta obediencia puede ser fructífera de maneras que no imaginamos”. “Debemos atrevernos a confiar en que la Divina providencia bendecirá este Sínodo abundantemente”, ha agregado.
Abrazar las diversas culturas
Según el religioso, “cuando vine al Sínodo el año pasado, pensé que el gran desafío era superar la oposición venenosa entre tradicionalistas y progresistas”. “¿Cómo podemos sanar esa polarización que es tan ajena al catolicismo?”, se ha preguntado.
No obstante, “al escuchar, parecía haber un desafío aún más fundamental: ¿cómo puede la Iglesia abrazar todas las diversas culturas de nuestro mundo? ¿Cómo podemos recoger en la red los peces de cada cultura del mundo? ¿Cómo podemos evitar que la red se rompa?”.
Para el sacerdote, “la red necesita mantenerse unida por el deleite mutuo, la amistad, la alegría compartida e incluso la risa”. Por eso, “ante todo, reconozcamos que nos necesitamos mutuamente si queremos ser católicos”.
Y ha aseverado: “Las diversas culturas reunidas en esta Asamblea se ofrecen sanación entre sí, desafían los prejuicios de los demás y se convocan a una comprensión más profunda del amor”. “Debemos reverenciar la diferencia cultural. Escuchemos con humildad unos a otros”, ha subrayado.
En su segunda meditación –‘Resurrección 2. Desayuno (Juan 21, 15–25)’-, ha insistido en la necesidad de la escucha: “Hoy, durante este Sínodo, debemos escuchar al Señor y unos a otros. No podemos retrasarnos. Si lo hacemos, hoy será un nuevo comienzo”.
A este respecto, se ha preguntado: “¿Nos atreveremos a confiar unos en otros a pesar de algunos fracasos?”. Para luego contestar: “Este Sínodo depende de ello”.
Y ha puesto el ejemplo de ‘Fiducia supplicans’, la declaración vaticana que ha abierto la puerta a las bendiciones a parejas divorciadas y homosexuales.
“No es un secreto que provocó angustia e ira entre muchos obispos de todo el mundo. Algunos miembros de este Sínodo se sintieron traicionados. Pero la Iglesia solo se convertirá en una comunidad confiable si tomamos el riesgo, como el Señor, de confiar unos en otros, incluso cuando hemos sido heridos”, ha explicado.
Y ha proseguido: “El Señor se confía a nosotros una y otra vez en cada Eucaristía, aunque lo traicionemos una y otra vez. La crisis de abuso sexual nos ha enseñado dolorosamente que esta no puede ser una confianza irresponsable que ponga a otros en riesgo, especialmente a los menores. Pero sí una confianza que abarca nuestro propio riesgo de ser heridos”.
Una crisis de confianza global
En este sentido, ha destacado que la crisis de confianza es global. “Los políticos de todos los partidos dicen que los otros no son de fiar, y por eso, por supuesto, nadie confía ya en los políticos. En todo el mundo, los jóvenes están perdiendo la confianza en la democracia. Las noticias falsas y la manipulación de los medios significan que no podemos confiar en que se está diciendo la verdad”, ha señalado.
“Exigimos más y más rendición de cuentas -ha continuado-, más pruebas e informes, pero nunca pueden disipar nuestra sospecha de que alguien está escapando de algo. Una crisis de confianza anima a la gente a comportarse de manera poco confiable, ya que todos los demás seguramente lo están haciendo también”.
Y aterrizándolo en la Iglesia, sin paños calientes ha afirmado que “millones de personas ya no confían en nosotros y con razón”. Por ello, “debemos construir la confianza de nuevo, comenzando entre nosotros en esta Asamblea”, ha recalcado.
Silencio en la sala
Al comienzo de la mañana, la madre Maria Ignazia Angelini, OSB ha guiado un día más el rezo de laudes. Con su reflexión ‘A ti, el silencio es alabanza. Dulzura y severidad del camino sinodal’, ha insistido en la necesidad del silencio entre los padres y madres sinodales.
“El silencio es quizá el elemento más difícil de vivir en nuestra vida, incluso en el camino sinodal. Sumidos en el caos o en la grandilocuencia de nuestros conceptos, no tenemos tiempo para rozarlo, y a menudo ni siquiera el deseo, porque nos da miedo”, ha explicado.
Y ha insistido: “El silencio es lucha contra la banalidad, es búsqueda de la verdad, es acogida del misterio que se esconde en cada persona y en cada ser vivo. No explica el sufrimiento, pero lo atraviesa. El silencio puede hacernos reencontrar el ritmo verdadero y auténtico del diálogo sinodal”.