“El Sínodo es un sujeto plural y sinfónico capaz de sostener el camino y la misión de la Iglesia, ayudando de modo eficaz al Obispo de Roma en su servicio a la comunión de todas las Iglesias y de toda la Iglesia”. Así lo ha expresado hoy el papa Francisco en su discurso en la apertura de los trabajos de la II Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que ha tenido lugar en el Aula Pablo VI del Vaticano.
En esta I Congregación General, el Pontífice ha indicado que “el proceso sinodal es también un proceso de aprendizaje, durante el que la Iglesia aprende a conocerse mejor y a individuar las formas de acción pastoral más adecuadas para la misión que su Señor le confía. Este proceso de aprendizaje implica también las formas de ejercicio del ministerio de los pastores, en particular de los obispos”.
Durante su alocución, Jorge Mario Bergoglio ha justificado la decisión de incluir a laicos, consagrados, sacerdotes y diáconos con voz y voto en la Asamblea “en coherencia con la comprensión del ejercicio del ministerio episcopal expresada por el Concilio Ecuménico Vaticano II”.
Para el Papa, la “comprensión inclusiva del ministerio episcopal exige ser puesta de manifiesto y reconocida, evitando dos peligros: el primero la abstracción que olvida la fértil concreción de los lugares y de las relaciones, y el valor de cada persona; el segundo peligro es el de romper la comunión contraponiendo jerarquía a fieles laicos. No se trata de sustituir la una con los otros, agitados con el grito: ahora nos toca a nosotros. Se nos pide más bien ejercitarnos juntos en un arte sinfónica”.
“La composición de esta XVI Asamblea es por tanto algo más que un hecho contingente -ha continuado-. Esta expresa una modalidad del ejercicio del ministerio episcopal coherente con la Tradición viva de la Iglesia”.
Asimismo, ha recalcado que “la presencia de miembros que no son obispo no disminuye la dimensión episcopal de la Asamblea. Mucho menos pone algún límite o deroga la autoridad propia de cada obispo y del Colegio episcopal. Esta más bien señala la forma en que está llamado a asumir el ejercicio de la autoridad episcopal en una Iglesia consciente de ser constitutivamente relacional y por ello sinodal”.
En otra parte de su intervención, Francisco ha recordado que “esta Asamblea, guiada por el Espíritu Santo, deberá ofrecer su contribución para que se conforme una Iglesia verdaderamente sinodal misionera y misericordiosa, que sepa salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales cuidando que se establezcan lazos con todos en Cristo nuestro Hermano y Señor”.
Deteniéndose en el Espíritu Santo, ha insistido en que “es una guía segura, y nuestra primera tarea es aprender a distinguir su voz, porque Él habla en todos y en todas las cosas”. “¿Nos ha permitido este proceso sinodal experimentar esto?”, se ha preguntado.
“El Espíritu Santo nos acompaña siempre. Es consuelo en la tristeza y en el llanto, sobre todo, cuando frente a lo que no va bien, a las injusticias que prevalecen, a la obstinación con la que nos oponemos a responder con el bien frente al mal, a la dificultad de perdonar, a la falta de valentía para buscar la paz, caemos en el desánimo, nos parece que no haya nada que hacer y nos entregamos a la desesperación”, ha añadido. En el mismo sentido, ha aseverado: “El Espíritu Santo enjuga las lágrimas y consuela porque comunica la esperanza de Dios”.
Para el Pontífice, “la Iglesia no puede caminar y renovarse sin el Espíritu Santo y sus sorpresas; sin dejarse modelar por las manos de Dios creador, del Hijo, Jesucristo, y del Espíritu Santo”. Por eso, “nuestro estar reunidos aquí es signo de la disponibilidad de la Iglesia a la escucha de la voz del Espíritu Santo”.
Y ha concluido: “Con el corazón lleno de esperanza y de gratitud, consciente de la exigente tarea que se les ha confiado, deseo a todos una apertura que sea disponible a la acción del Espíritu Santo, nuestro guía seguro, nuestra consolación”.