Durante la reunión de septiembre de 2022 en Frascati (Roma) para redactar el Documento de la Etapa Continental del Sínodo 2021-2024, una religiosa senegalesa se sorprendió por la disparidad entre las voces de las mujeres. Contaba que, mientras en algunas partes del mundo se reconoce tan poco a las mujeres que casi no tienen voz, si es que la tienen, en otros lugares pueden expresar libremente sus pensamientos y debaten sobre la cuestión femenina y temas como el diaconado y el sacerdocio femenino.
La observación impactó tan profundamente a una franciscana que viene “del Norte global” y está en la Secretaría del Sínodo, que se propuso revisar algunas de las Síntesis presentadas en 2022. En vísperas de la segunda sesión del Sínodo de la Sinodalidad, que se inaugura el 2 de octubre, comparte los resultados de su análisis.
La Iglesia global se enfrenta un desafío importante no solo cuando se trata de escuchar, sino también de documentar esa escucha. Para comprender lo que significa la capacidad de la Iglesia para documentar su escucha, es útil centrarse en cómo ha vivido este desafío el grupo de expertos de todo el mundo que se reunió en Frascati en septiembre de 2022 para desarrollar el Documento de Trabajo para la Etapa Continental.
La mayoría de los participantes en el encuentro eran teólogos y canonistas, acostumbrados por formación a citar textos bíblicos, patrísticos o magisteriales como fuentes primarias. Sin embargo, el objetivo del encuentro era demostrar que la Secretaría General del Sínodo había escuchado activamente al Pueblo de Dios y, por eso, se hizo evidente que para documentar la escucha de la Iglesia las principales fuentes del Documento debían ser las síntesis presentadas por el Pueblo de Dios.
Los documentos presentados por las Conferencias Episcopales en la primera fase de la consulta varían en su capacidad para documentar su escucha. Algunas síntesis, como las de América Latina, citan frecuentemente a los fieles en cada uno de los puntos analizados; otras los citan en algunos puntos, pero no en todos; otras, casi nunca los mencionan. Son elementos que contrastan aún más si examinamos los informes a la luz de tres preguntas:
Digamos de entrada que, de todas las síntesis examinadas en este artículo, la única que incluye directamente la declaración hecha por una mujer durante la consulta es la de Inglaterra y Gales. Las de Estados Unidos y Australia dan cuenta de las experiencias y deseos de las mujeres como hechos. Las de de África varían según las zonas lingüísticas, pero cabe subrayar que las síntesis de los tres grupos lingüísticos africanos incluyen listas de las estructuras eclesiales oficiales establecidas para escuchar a todos, incluidas las mujeres, como prueba de que son escuchadas a pesar de que se diga lo contrario. En estas síntesis los problemas planteados por las mujeres se presentan muchas veces como quejas de algunas de ellas.
Esto demuestra que tienen poca o ninguna voz, a pesar de ser fundamentales en la vida cotidiana de las parroquias. Las mujeres africanas sufren el silencio de la comunidad, incluida la eclesial, respecto de los abusos que sufren en la familia y en la sociedad (y quizás, por extensión, en la Iglesia, aunque no se mencione en las síntesis). El silencio de la Iglesia ante la violencia sí apareció en uno de los documentos del África de habla portuguesa.
Entre todas las síntesis presentadas por las conferencias episcopales de África, solo una menciona la mutilación genital femenina cuando recientes investigaciones demuestran que esta práctica alcanza porcentajes muy altos, por ejemplo, del 97% en Guinea.
Los llamamientos para la ordenación de mujeres al diaconado se han incluido en muy pocos documentos del continente africano. En una edición reciente del ‘Global Sisters Report’, la hermana Josephine Apiagyei y la hermana Rosemary Nyirumbe, quienes ejercen papeles de liderazgo en la Iglesia africana, coincidieron en que la ordenación de mujeres al sacerdocio ministerial “no es tan urgente en los países africanos como lo es en el Norte Global”, aun cuando reconocieron que “se necesita una mayor igualdad dentro de la Iglesia”.
Los documentos de Inglaterra y Gales, Estados Unidos y Australia mencionan la ordenación al diaconado y al sacerdocio en el contexto de la capacidad de la Iglesia para adaptarse mejor a la contribución y el liderazgo de las mujeres, pero Estados Unidos es el único país que encuadra la negativa al sacerdocio femenino como una injusticia que hay que corregir: “La ordenación femenina surgió, no como una solución al problema de la escasez de sacerdotes, sino como una cuestión de justicia”.
Si estas palabras se comparan con el silencio de las mujeres africanas, para quienes incluso el simple reconocimiento humano sería suficiente, surge la necesidad de otro desafío a la escucha dentro de la Iglesia: las mujeres deben escucharse las unas a las otras. Aquellas del Norte Global deben preguntarse cómo se percibe en otros lugares lo que para ellas es una cuestión urgente de justicia, preguntarse si la ordenación sacerdotal femenina es el principal problema para las mujeres africanas. El Evangelio nos inspira: “María se quedó con Isabel unos tres meses; luego volvió a su casa”. Lucas 1,39-56. Debemos “quedarnos con”. Estar juntas. Compartir.
En muchas sociedades de todo el mundo, las mujeres tienen carreras profesionales y diplomáticas/gubernamentales exitosas, ejerciendo liderazgo en todos los niveles de los negocios y la política. Incluso en la Iglesia su papel ha crecido, quizás más en algunos lugares que en otros. El Papa Francisco ha dado pasos a favor del empoderamiento femenino en la Santa Sede. Los nombramientos de Alessandra Smerilli (Secretaria del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral), Nathalie Becquart (Subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo), Raffaella Petrini (Secretaria general del Estado de la Ciudad del Vaticano) y Simona Brambilla (Secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Asociaciones de Vida Apostólica) son signos de las crecientes responsabilidades otorgadas a las mujeres en la Curia Romana.
En octubre de 2023 las mujeres pudieron votar en el Sínodo de los Obispos y en algunas sesiones lideraron los trabajos de la asamblea como presidentas delegadas. Becquart se sentaba en la mesa presidencial junto al Papa Francisco y a los cardenales Grech y Hollerich. El único sector en el que no estaban lo suficientemente representadas fue el de las teólogas. De los 26 convocados, solo 4 eran mujeres.
A pesar de este mencionado empoderamiento, las síntesis del sínodo destacan la existencia continua de dobles estándares que penalizan a las mujeres. En muchos documentos del continente africano encontramos la afirmación de que los laicos deben ser reconocidos e incluidos en la misión de la Iglesia, mientras que es raro encontrar una afirmación similar respecto a las mujeres. Los países anglófonos han sido más explícitos al decir que no solo los laicos en general, sino específicamente las mujeres deberían ocupar puestos de responsabilidad dentro de la Iglesia.
Es interesante observar que los africanos son los únicos documentos que mencionan, como desafío que requiere especial atención, la prohibición del acceso a la Eucaristía a las mujeres embarazadas fuera del matrimonio. Este tema ha surgido en al menos tres de las síntesis de las conferencias en lengua inglesa, pero solo una de ellas dice explícitamente que señalar a las madres solteras constituye “una exclusión injustificable”.
Al mismo tiempo, los obispos del continente africano se mostraron satisfechos con la inclusión en el informe sinodal de la primera sesión del Sínodo del artículo 16, párrafo q: “Se anima al SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar) a promover un discernimiento teológico y pastoral sobre el tema de la poligamia y sobre el acompañamiento a las personas (hombres y mujeres) en uniones polígamas para que las acerquen a la fe”.
Parecería que todavía existe un obstáculo no identificado para el pleno respeto de las mujeres y su inclusión en el liderazgo y los procesos de toma de decisiones en la Iglesia. La presencia de este obstáculo pone de relieve que, en sí mismo, el empoderamiento institucional no garantiza una verdadera justicia hacia las mujeres. La Iglesia debe primero ponerle un nombre a este obstáculo y luego remediarlo. Hay quien lo llamaría “misoginia”.
Es significativo que, de todas las síntesis analizadas para este artículo, la misoginia solo sea mencionada en uno, el de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales: “A pesar de dedicar mi vida a la Iglesia, experimento una profunda misoginia porque la palabra del sacerdote siempre se considera más creíble. Las mujeres hacen el trabajo pesado, pero se sienten marginadas. Muchas se sienten heridas y enfadadas”.
¿Es posible que demos tan por sentado esta actitud que seamos incapaces de reconocerla, nombrarla y, por tanto, corregirla? Y puede haber otras actitudes hacia las mujeres de las que todos debamos arrepentirnos como Iglesia; otras de las que los hombres en concreto necesiten arrepentirse; otras de las que tengan que arrepentirse las mujeres. La curación y la reconciliación eclesial que el Sínodo 2021-2024 busca solo ocurrirá en la medida en que se produzca este arrepentimiento.
Las imágenes e iconos de la Visitación muestran a María e Isabel juntas y abrazadas. Parece claro que el episodio evangélico, no habla solo de la acogida que cada uno de los bautizados está llamado a ejercer, sino quizás, más concretamente, de las relaciones que las mujeres están invitadas a cultivar con otras mujeres.
Estamos invitadas a compartirnos generosamente a nosotras mismas en el amor, mirando más allá de nuestras propias necesidades para responder a las necesidades de los demás. Mirarnos a la cara para descubrirnos amadas por otras mujeres. Permanecer unas con otras en necesidad, acogiéndonos unas a otras. A no olvidar que en este episodio están los dos hijos de María e Isabel, invisibles pero muy presentes. En la acogida de estas dos mujeres se teje la relación entre sus hijos y también la de las generaciones futuras.
Sería importante reconocer que ninguna Iglesia local puede proyectarse a sí misma como modelo para todas las demás Iglesias locales. Las Iglesias del Norte global no pueden esperar imponer su forma de existencia a las Iglesias del Sur global. En todas hay situaciones de injusticia humana que deben abordarse. El proceso sinodal sí que ha alcanzado un consenso unánime sobre al menos una de estas situaciones: el Pueblo de Dios desea una Iglesia en la que la presencia y la contribución de las mujeres, también en cuestiones de liderazgo, sean mejor implementadas.
La humanidad, en cualquier continente, no puede esperar prosperar si la mitad de la misma es silenciada o ignorada. El movimiento feminista ha trabajado para superar la exclusión que los hombres han impuesto a las mujeres. Hay otro aspecto que requiere atención y sanación: las mujeres deben reconocer dónde no han sido capaces de escuchar a otras mujeres y actuar para superar esa distancia. Deben trabajar diligentemente para garantizar que se escuchen todas las voces de las mujeres. Y, especialmente, en esas cuestiones sobre las que no existe un consenso, para que la voz unificadora del Espíritu Santo pueda escucharse por encima de la lucha que tan fácilmente divide a la Iglesia.
*Reportaje original publicado en el número de septiembre de 2024 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva