El arzobispo emérito de Piura, José Antonio Eguren, rompe su silencio contra el Vaticano a través de una carta fechada el 2 de octubre después de que el pasado 25 de septiembre se hiciera público que la Santa Sede le había expulsado junto a otros nueve miembros del llamado Sodalicio de Vida Cristiana, movimiento fundado por el peruano Luis Fernando Figari salpicado por abusos y corrupción.
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“En honor a la verdad, y como en el caso de mi renuncia al oficio pastoral de Arzobispo Metropolitano de Piura del pasado mes de febrero, realizada en obediencia al Santo Padre, debo señalar que nunca me fueron informadas de manera plena y precisa cuáles son las acusaciones en mi contra”, sentencia en la misiva que dirige “a mis hermanos y amigos en el Señor”.
Demostrar su falsedad
Es más, asegura que “sólo se me informó de una, recién el pasado mes de abril”. De hecho, llega a sostener sobre esta acusación que “pude demostrar su falsedad en mi declaración de respuesta al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y que no tiene relación con ningún tipo de abuso”. “Debo manifestar que cuando declaré en Lima ante la ‘Misión Especial Scicluna – Bertomeu’, en el mes de julio de 2023, no se me comunicó de ningún tipo de acusación concreta”, comenta en otro momento del escrito.
Al entrar en detalles, califica de “falsa imputación periodística” el que se le hubiera considerado “cabeza de una organización criminal de tráfico de tierras en Catacaos-Piura”. “Ya ha sido esclarecida en toda su extensión, hasta la saciedad, por parte de abogados y expertos”, remarca en el escrito.
Una injuria
Su malestar lo extiende a los otros expulsados del Sodalicio, en tanto que “se nos atribuye a todos por igual, y sin ningún tipo de aclaración o precisión, actos gravísimos”. “Haberlo hecho de esta manera, me advierten, constituye una injuria y un daño a la reputación y al buen nombre de todos los expulsados, así como a la justicia y a la verdad que siempre han guiado a Iglesia, más aún cuando uno de ellos es un obispo”, aprecia el arzobispo emérito de Piura. “En mi caso, puedo asegurar que no he pasado por un debido proceso”, remarca justo después.
De la misma manera, dice haber sufrido “una sostenida campaña de calumnias y mentiras en mi contra con el único fin de dañar mi reputación y a través mío al Sodalitium”. A la par, se presenta como un mártir de este proceso abierto, en tanto que busca “expresar a los hermanos que han sido expulsados conmigo, mi cercanía espiritual en estos momentos en que el Señor nos quiere junto a Él en la Cruz”.
Tarde o temprano
A pesar de todo, confía en que “tarde o temprano la verdad se abrirá paso y con ella la auténtica justicia”. A la vez, pide perdón “si he ofendido a alguien” y subraya que “se esforzará por ser fiel al Señor Jesús y al Sucesor de San Pedro”.
En la misiva, el prelado defiende que “a lo largo de toda mi vida de sodálite sacerdote y de obispo, no he buscado otra cosa sino amar a la Iglesia y hacerla amar”. “Con ese mismo amor, con profundo dolor y obediencia, acojo esta decisión”, escribe justo cuando se cumplen cincuenta años de su ingreso en esta realidad eclesial. Eso sí, confía en que “se pueda reconsiderar la decisión adoptada”.