Uno de los nombres que más han sorprendido entre los 21 nuevos cardenales en el que será el décimo consistorio de Francisco es el de Dominique Joseph Mathieu, franciscano belga de 61 años que, desde 2021, es el arzobispo latino de Teherán-Isfahan.
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Hombre de una vasta cultura (habla francés, inglés, italiano, holandés y alemán, teniendo también conocimientos de árabe), este apasionado por la astronomía y la gastronomía nació en Arlon el 13 de junio de 1963. Una vez que completó la licenciatura en Ciencias Económicas, tuvo claro que su vocación vital no pasaba por un trabajo en el ámbito civil, sino por entregarse a la vida religiosa. Y concretamente a la Orden de los Frailes Menores Conventuales, en una de cuyas comunidades, en Alemania, ingresó para seguir los pasos de san Francisco de Asís, estudiando luego Teología durante cinco años en el Seraphicum de Roma. Al terminar su formación, hizo su profesión solemne el 20 de septiembre de 1987 en el municipio belga de Halle y, el 24 de septiembre de 1989, fue ordenado sacerdote en Damme, también en su país.
Paso previo por Líbano
Tras una significativa experiencia como rector del santuario nacional de San Antonio de Padua, en Bruselas, se incardinó en 2013 en la Custodia Provincial de Oriente y Tierra Santa. Su primer destino fue Líbano, hasta que, el 8 de enero de 2021, Jorge Mario Bergoglio le encomendó su actual misión: liderar a la comunidad católica en la capital de Irán.
Como detalla la propia Orden de los Frailes Menores Conventuales, al igual que hiciera en su Bélgica natal (donde fue promotor vocacional, secretario provincial, ministro provincial y delegado general), en Líbano también se desempeñó en buena parte como formador, alentando el crecimiento espiritual de los futuros consagrados. Algo que Mathieu está tratando también de fomentar en un destino tan complejo como la República Islámica de Irán, potencia nuclear asentada en la corriente chií (la vive más del 90% del país, frente a apenas un 5% sunní) y que hace más de cuatro décadas vio cómo el Sha caía ante el ascenso de los ayatolás, es uno de los países en los que más complicado es ser cristiano.
Minoría de minorías
De hecho, entre los 84 millones de iraníes, los cristianos, repartidos entre varias confesiones (hay dos diócesis asirio-caldeas, una armenia y otra latina), son una pequeña gota en el océano, habiendo en total medio millón de fieles a Jesús de Nazaret. Entre ellos, los católicos apenas superan los 22.000, siendo los de rito latino unos 6.000. En el caso del arzobispo y próximamente cardenal, únicamente cuenta con el apoyo pastoral de un puñado de sacerdotes y religiosos.
En cuanto a las relaciones con las autoridades, estas no son siempre fáciles. De hecho, si bien Mathieu recibió la consagración episcopal en febrero de 2021 en Roma, en el convento de los Doce Santos Apóstoles, no pudo instalarse en Irán hasta noviembre de ese año. Las mismas trabas encuentran varios misioneros extranjeros (incluso algunos que llevan medio siglo en el país y que se dedican a algo tan básico como el trabajo en leproserías) a los que en los últimos años se está revocando el permiso de residencia, teniendo que marcharse. Y es que en lo que fue la antigua Persia, hoy, la simple sospecha de “proselitismo” está duramente perseguida.
Ante el asesinato de Mahsa Amini
Tampoco ha ayudado el contexto crítico de los últimos años. De hecho, estos días se han cumplido dos años de las fuertes protestas en todo el país en rechazo del asesinato de la joven kurda Mahsa Amini, secuestrada y torturada en Teherán por la policía moral tras considerar que no llevaba correctamente puesto el velo. Pese a la violenta represión del régimen islamista, comunidades cristianas como el Consejo Hamgaam de Iglesias Iraníes Unidas, Article18 y el Centro Teológico Pars se atrevieron a publicar un comunicado conjunto en el que denunciaron la “dictadura religiosa” que sufre el pueblo iraní y anunciaron que se sumaban “a la batalla por la verdad y la justicia tras la muerte de Mahsa Amini”, a quien le fue arrebatada la vida con apenas 20 años “solo porque pensaban diferente”.
Por si fuera poco, el arzobispo latino de Teherán-Isfahan debe tratar de calmar los ánimos en una comunidad que, como el conjunto de la sociedad iraní, siente una profunda incertidumbre ante los sucesivos y cada vez más fuertes ataques entre su Gobierno y el de Israel. Y es que, aunque este franciscano belga ama “mirar las estrellas”, ahora a todos les toca mirar al cielo por si acude a su encuentro un misil.
Foto de apertura: Orden de los Frailes Menores Conventuales.