El alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, había tomado posesión del cargo el pasado 30 de septiembre, junto con su gabinete. Tres días después, su ‘mano derecha’, el secretario general del Ayuntamiento, Francisco Tapia, fue asesinado a tiros en una de las calles de la ciudad ubicada en el estado de Guerrero. Y el pasado 6 de octubre, a menos de una semana de haber asumido la presidencia municipal, el propio Arcos fue decapitado; su cabeza apareció sobre el toldo de una camioneta blanca, en cuyo interior estaba su cuerpo.
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La Iglesia se pronuncia
A través de una nota de prensa, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), expresó su solidaridad con los familiares de Alejandro Arcos, del Partido Revolucionario Institucional, y manifestó su preocupación por el asesinato de ambos funcionarios públicos, lo que demuestra -dijo- la situación alarmante que se vive en México.
La CEM también enlistó algunas acciones urgentes para frenar la violencia que se vive en el estado de Guerrero y otras entidades del país, como recurrir a la Agenda Nacional de Paz propuesta por la Iglesia y la sociedad civil, así como implementar procesos de pacificación en todas las regiones afectadas por la violencia.
Exhortó a las autoridades de todos los niveles a tomar acciones concretas e inmediatas para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos, así como para esclarecer estos crímenes y hacer justicia, restaurando el Estado de Derecho.
De igual forma, invitó a todos los sectores de la sociedad a unirse en un esfuerzo conjunto por la paz, el respeto a la vida y la construcción de una sociedad más justa y fraterna, y reiteró su compromiso pastoral de acompañar a las víctimas de la violencia, trabajar por la reconciliación y la paz en nuestras comunidades.
“Un mártir de la paz”
A ese respecto, el padre Filiberto Velázquez, responsable de la Pastoral Social de la Diócesis de Chilpancingo, declaró al medio de comunicación Milenio Televisión, que Alejandro Arcos había firmado lo Agenda Nacional de Paz y estaba convencido de lograr la paz en el municipio de Chilpancingo.
“Es un mártir de la paz porque buscó lo mejor para la ciudad, algo muy difícil de hacer en la actualidad con las circunstancias y contextos complejos de inseguridad. Pero él se atrevió a tratarlo de hacer. Y ahora nosotros debemos seguir luchando por esta realidad que tanto anhelamos en Chilpancingo, y en México en general”, dijo.
El sacerdote consideró que este asunto tiene que ir más allá de los esfuerzos que se hicieron en un momento para lograr acuerdos entre los grupos criminales del narcotráfico que se disputan la plaza, pues justamente “esto es lo que se quería evitar”.
Reconoció que alcanzar la paz en la región es algo muy complicado porque involucra muchas voluntades y coordinación: “Si es solamente el esfuerzo de la Iglesia, difícilmente podremos mantener acuerdos humanitarios que eviten este tipo de asesinatos”.