A Jorge Mario Bergoglio le gusta sorprender. Lo ha demostrado varias veces en estos años de pontificado, sobre todo en los diez consistorios para la creación de nuevos cardenales. La fecha la hace pública sacando de su bolsillo un folio con los nombres, cuyos destinatarios en su inmensa mayoría ignoraban hasta ese momento la noticia de su nombramiento.
Así sucedió el domingo 6 de octubre. Apenas finalizadas las palabras que pronunció después del rezo del ángelus, Francisco dijo desde la ventana del palacio apostólico: “Y ahora tengo la alegría de anunciar que el próximo 8 de diciembre celebraré un consistorio para el nombramiento de nuevos cardenales. Su proveniencia expresa la universalidad de la Iglesia, que continúa anunciando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra. La inserción de nuevos cardenales en la Diócesis de Roma, además, manifiesta el inseparable vínculo entre la sede de Pedro y las Iglesias particulares difundidas en todo el mundo”.
Este anuncio es aún más sorprendente cuando se sabía que el Papa había tenido en consideración que el número de cardenales electores había superado ya el límite de 120 fijado en su día por Pablo VI; cifra que en el pasado sobrepasaron Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero que esta vez ha ido mucho más lejos que nunca, llegando a 141 purpurados con derecho a entrar en un futuro cónclave. Todo un récord porque, aunque en los próximos meses más de diez cardenales serán octogenarios y perderán ese derecho, el número de eventuales electores sería el más elevado de toda la historia. Francisco, sin duda, ha valorado que las actuales circunstancias le permitían dar ese paso anunciando la creación de 21 nuevos purpurados, de los cuales 20 son potenciales electores del próximo papa. Solo el ex nuncio apostólico Angelo Acerbi (99 años), no podrá estar presente en la Capilla Sixtina.
Así pues, el Colegio Cardenalicio, a partir de ahora, lo forman 256 miembros. De los 141 electores, 111 han sido nombrados por Francisco, 24 por Joseph Ratzinger y solo seis por Karol Wojtyla. El 79% de los autorizados a entrar en un futurible cónclave deben su nombramiento al actual Pontífice; es decir, ocho de cada diez. Esto no implica que se trate de un grupo homogéneo en sus ideas y perspectivas sobre la realidad eclesial, pero sí que las reformas llevadas a cabo por el Papa argentino son en cierto modo irreversibles.
Por lo que se refiere a nuestro país, es la primera vez que ningún compatriota figura en la lista. En todos los anteriores consistorios celebrados por este Papa, prelados españoles integraban el grupo de nuevos purpurados: casi siempre uno, en algunos casos dos y, en el último (2023), tres: el arzobispo de Madrid, José Cobo; el rector mayor de los salesianos, Ángel Fernández Artime; y el obispo de Ajaccio, en Cerdeña, Francisco Javier Bustillo. No obstante, después de Italia y en paridad con Estados Unidos, España es la nación con mayor número de electores: cuatro son o han sido pastores en diócesis españolas (Cobo, Omella, Osoro y Cañizares), dos trabajan desde hace años en la Curia (Vérgez y Ayuso) y otros tres son arzobispos o eméritos en el extranjero (Cristóbal López, en Rabat; Celestino Aós, emérito de Santiago de Chile; y el ya citado Bustillo). En el caso del salesiano Fernández Artime, está a la espera de un cargo en el gobierno de la Iglesia universal. A ellos se añaden los que ya han superado los 80 años y han perdido, por lo tanto, el derecho a ser conclavistas: Rouco, Blázquez, Ladaria, Bocos, Sistach, Herranz y Lacunza.
Saliendo de nuestros límites geográficos, la nueva lista de purpurados es planetaria y supone un retroceso en el eurocentrismo y, sobre todo, en la participación italiana. Vayamos por continentes, comenzando por Latinoamérica, que incorpora a cinco nuevos cardenales, y no de menor importancia: Carlos Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima, premiado por su esfuerzo de renovación de la Iglesia peruana y su integridad al afrontar el caso Sodalicio; Vicente Bokalic Iglic, nombrado hace apenas un año arzobispo de Santiago del Estero, diócesis elevada al rango de Primada de Argentina en julio de este año; el franciscano conventual Luis Gerardo Cabrera, arzobispo ecuatoriano de Guayaquil, que deja sin birreta al capitalino; el arzobispo de Santiago de Chile, Fernando Chomalí, otrora ingeniero civil y profesor de Teología Moral y Bioética; y anoten este nombre: Jaime Spengler, arzobispo de Porto Alegre (Brasil) y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), que aglutina a todas las Iglesias de la región.
Igualmente significativa es la incorporación al Colegio Cardenalicio de nombres vinculados al continente asiático. Tarcisio Isao Kikuchi, el arzobispo de Tokio, durante años fue también misionero en Ghana. El filipino Pablo Virgilio S. David, después de haber realizado estudios en Lovaina y en la Escuela Bíblica de Jerusalén, es obispo de Kalookan, sufragánea de Manila. De Indonesia, recientemente visitada por el Papa, procede el también franciscano Paskalis B. Syukur, actual obispo de Bogor.
En este grupo hay que integrar al sacerdote indio George Jacob Koovakad, que, desde 2021, es el encargado de organizar los viajes papales. En esta función le precedieron hace años Jacques Martin, que organizó el primer viaje de Pablo VI a Jerusalén o el jesuita Roberto Tucci, durante años eficaz organizador de los numerosos desplazamientos internacionales de Juan Pablo II. Ambos fueron recompensados con la púrpura. No fue el caso de Paul Marcinkus, por obvias razones de conveniencia después de su infausta gestión económica.
Hagamos ahora un recorrido por algunos otros eclesiásticos que recibirán la birreta cardenalicia el 8 de diciembre.