Sorprendidos quedaron quienes, el domingo 6, en la parroquia San Luis Gonzaga, en un barrio residencial de Santiago de Chile, llegaron a misa y vieron que la presidía el arzobispo Fernando Chomalí. Y es que, solo unas horas antes, Francisco había anunciado que el 8 de diciembre le hará cardenal junto a otros 20 prelados.
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Ante los periodistas que le esperaban a la salida en la puerta del templo, reconoció que “me emocioné mucho, la verdad. Pero lo miro como una responsabilidad”. Y es que “el don es una tarea, una responsabilidad. Ahora, lo que corresponde es ponerse al servicio del Papa con mayor fuerza y también ponerme al servicio de los más pobres”.
Aunque admitió que “ser cardenal era una posibilidad”, ahora, una vez que llegó el momento, “lo acepto con mucha humildad porque, a diferencia del episcopado, el Santo Padre no pregunta si uno quiere ser cardenal; él nombra, nada más. Por lo tanto, yo lo acepto. He entregado toda mi vida a la Iglesia y este es un servicio que le entrego. No se me van a subir los humos a la cabeza”.
También explicó que “la labor del purpurado es ser un colaborador más directo del Pontífice. Normalmente, él los hace participar en los dicasterios. También me convierto en un elector: cuando haya una nueva elección de Papa, que espero no sea pronto para que tengamos a Francisco mucho tiempo, me va a corresponder participar en las votaciones”.
Aporte personal
A los 67 años, será el noveno cardenal chileno. Se tituló como ingeniero en la Universidad Católica de Chile y después ingresó en el Seminario de Santiago. Fue ordenado sacerdote en 1991, es licenciado en Teología Moral por la Academia Pontificia Alfonsiana, doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y tiene una maestría en Bioética en el Instituto Juan Pablo II.
Consultado por ‘Vida Nueva’ sobre cuál será su aporte a la Iglesia ahora como cardenal, confiesa que lo primero será “mostrar la antropología cristiana, hacer ver que, desde Cristo, comprendemos adecuadamente quiénes somos, qué tenemos que hacer y para qué”.
En segundo lugar, buscará evidenciar “de manera íntegra el magisterio de la Iglesia, que vincula la profesión de fe en Jesucristo con el servicio a los más pobres”. En este sentido, “espero que el cardenalato que el Santo Padre me ha regalado esté muy enfocado a hacer ver que ser católico significa amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Es el prójimo concreto, el prójimo real, el que tenemos al lado de nosotros”.
Fraternidad
Otra dimensión que el nuevo purpurado espera desarrollar como aporte a la Iglesia es “dar un claro testimonio de fraternidad. Vivimos en una sociedad muy individualista y muy fragmentada, que está muy conectada, sí, pero a la vez muy poco comunicada. Volver a reconocer a Dios como Padre puede constituir un elemento fundamental para reconocernos cada uno de nosotros como hermanos y, de este modo, reconstituir la fraternidad”.
Finalmente, Chomalí espera reflejar “que nuestros actos son relevantes. Cada cosa que hacemos, cada cosa que dejamos de hacer, tiene impacto en los demás y, por lo tanto, debemos colaborar para ser una comunidad donde nos reconocemos todos como el Cuerpo de Cristo. Espero también dar un testimonio de alegría y de esperanza”.
El pastor asumió el arzobispado de Santiago en octubre de 2023, después de haber estado 12 años como arzobispo de Concepción, la segunda diócesis en tamaño del país, tras la de la capital.