La ilustradora y dibujante Bea Lema (A Coruña, 1985) conmueve –perturba incluso–, iluminando con mucho color, tejiendo a veces, descendiendo al pozo del blanco y negro cuando es necesario, para narrar en ‘El Cuerpo de Cristo’ (Astiberri) su propia historia: la de una niña abocada a cuidar de su madre. “Es verdad que hay mucho de mi experiencia de vida, pero también hay partes que están ficcionadas, así que me siento más cómoda con la palabra autoficción”, explica. “Pero sí es cierto –continúa– que a mí lo que me llevó a hacer este libro fue contar mi historia por una necesidad de comprender lo que había vivido y también de comprender al resto mi familia, incluso comprender de dónde venían todos esos delirios, esa presencia, esa especie de demonio que persigue a la protagonista en la historia”.
De todas las maneras de afrontar esta novela gráfica, que se ha alzado con el Premio Nacional del Cómic 2024, quizá la más evidente es la brillante reflexión sobre la enfermedad mental y cómo nos desplegamos ante ella, incluso sobre qué significa cuidar a un familiar. Pero en sus páginas sobresale una coda: la religión en la que Adela, la protagonista, la madre, la enferma, se refugia en busca de salvación. El propio nombre del relato lo anuncia.
“El título lo tenía muy claro desde el principio. Fue una de estas ideas que te vienen de una manera muy intuitiva, porque me interesaba hacer un paralelismo entre cómo la religión nos puede aportar una respuesta para todo, cómo el ser humano tiene esa necesidad de búsqueda de sentido, y cómo la ciencia, en este caso la medicina, la psiquiatría, también tiene respuestas muy totalitarias cuando nos vamos a los extremos”, apunta. Para la creadora, “a veces la medicación es presentada como una solución absoluta y, en muchos casos, falta escucha, conocer más a la persona que el médico tiene delante, saber de sus circunstancias de vida, de su pasado, de su historia”. “Es una invitación a ver los grises en los dos ámbitos”, remata.
La conversación con Lema circunda su visión del hecho religioso: “Creo que la religión para la protagonista es un lugar de refugio y, sin embargo, muchas veces en nuestra sociedad, una sociedad que cada vez se ha vuelto más laica, genera rechazo”. “Pero creo que yo intento posicionarla con otra mirada, como con una comprensión de que se puede encontrar ahí un refugio, y para muchas personas es así”, explica la dibujante.
“También es una especie de crítica a cómo ahora sustituimos muchas cuestiones que antes resolvíamos buscando respuestas en la religión, yéndonos al extremo expuesto –prosigue–. Solamente nos creemos aquello que está científicamente probado. Para mí, las cosas al final se quedan en términos mucho más ambiguos, porque considero que la vida todavía tiene muchos misterios y no nos podemos ir ni a un extremo ni al otro”.
La portada –una pastilla sustituye a la sagrada forma– también evidencia esta reflexión: “Invitaría a los creyentes a leer el libro, me encantaría que lo hicieran. También les invitaría a hacerlo sin prejuicios, abiertos a lo que se puedan encontrar dentro. Para mí, el tema de religión está tocado desde el respeto absoluto y la metáfora de la portada quizá pueda llevar a confusión, pero creo que lo que se van a encontrar dentro les puede sorprender y gustar”.
Bea Lema admite que este viaje en torno a ‘El Cuerpo de Cristo’ –que comenzó con una primera versión en gallego en 2017, que ya obtuvo el Premio de Cómic Castelao de la Diputación de A Coruña, y que continuó con una edición en francés premiada en Angulema– ha supuesto una “reconciliación” con la religión: “He crecido con una educación cristiana, de supercreyente. He ido a misa cada domingo, he hecho la comunión, la confirmación, llegué a la escuela de catequistas. En la adolescencia perdí la fe y me generó muchísimo rechazo todo lo vinculado a la religión. Y siento que es una experiencia compartida con muchas personas de mi generación, los nacidos en 1985. El libro me ha servido para reconciliarme con esa parte de mi historia”. En paralelo, Lema explica que, en el caso de su madre –que nació en el año 1946 en una aldea de Galicia–, “la religión estaba muy presente en la cultura y asociada a un montón de creencias populares. Para entenderla y entablar un diálogo con ella, es necesario respetar todo ese bagaje”.