Xabier. Sí, con ‘b’, llega a Cataluña. Pero habla catalán, pues fue prior de la comunidad dominica de Santa Catalina, en Barcelona, entre 2016 y 2018. El dominico vasco Xabier Gómez (Azkoitia, 1970) es el nuevo obispo de Sant Feliu de Llobregat. El papa Francisco confía la diócesis al director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, al frente del órgano desde 2021. El sacerdote sucede al obispo Agustí Cortés, que presentó su renuncia por edad en 2022 y que, con esta prórroga de dos años, ha estado dos décadas al frente de la joven diócesis sufragánea de la Archidiócesis de Barcelona. El religioso se convertirá el 30 de noviembre en el segundo obispo en la historia de la diócesis.
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PREGUNTA.- La obediencia obliga a uno a decir ‘sí’, pero ¿hubo dudas?
RESPUESTA.- Evidentemente. En primer lugar, asusta la desproporción entre el ministerio episcopal y la persona, por la misión y responsabilidades que implica. También porque supone dejar atrás mi servicio actual tanto en la provincia como en la Conferencia Episcopal, donde me siento muy a gusto con mi trabajo y porque soy consciente de que en las diócesis mucha gente está dando lo mejor de sí mismas trabajando con y para la acogida e integración de las personas migradas, a nivel social y eclesial. Este nuevo encargo de vértigo y ahí entra en juego el discernimiento. Pero, al final, la Iglesia me llama y cuando me ha llamado para algo hasta ahora siempre dije sí. En el fondo es una cuestión de confianza en Dios y en los hermanos, solo se entiende desde la lectura creyente. Le dimos nuestra vida a Cristo al servicio de su pueblo, ahora toda servir la comunión en el pueblo de Dios que peregrina en la diócesis de Sant Feliu de Llobregat. Hasta que Dios quiera.
P.- ¿Qué va a hacer un vasco en Cataluña?
R.- Escuchar, dejarse enseñar y tratar de servir la comunión al servicio de lo más importante para un pastor: poner el Reino de Dios y al Dios de Jesús en el centro de todo. Vivir y ayudar a vivir la catolicidad. Somos católicos, somos abiertos. Todos estamos en nuestra casa allí donde hay una comunidad católica. Y, en ese sentido, yo confío también en que esta dimensión de la catolicidad prevalece, por supuesto, encarnada en una cultura, en un contexto social y eclesial que estimo y hago mío. La catolicidad y la universalidad nos ayudan a relativizar las fronteras de todo tipo, sobre todo las mentales, y más para alguien como yo, que trabaja en la pastoral con personas migradas y acostumbrado a la diversidad. Por eso cuando llegué a Barcelona, la inculturación comenzaba por aprender la lengua catalana. Debo decir que Cataluña es una tierra acogedora, yo me sentí bien acogido desde que llegué. Esto me ha pasado también visitando otras diócesis de España.
P.- Quizá aprender catalán entonces le ha llevado ahora a Sant Feliu…
R.- Si me lo permites, esa respuesta solo la tiene el Espíritu Santo, que es quien está detrás de nuestros movimientos cuando nos dejamos hacer, y el Santo Padre Francisco que es quien me ha confiado la tarea.
P.- Si uno piensa en un dominico, la primera imagen que aparece es la de un estudioso. Sin embargo, usted no se ha movido nunca de la lucha por los derechos humanos a pie de calle…
R.- Los dominicos no dejamos de estudiar o de confrontarnos con la Palabra y con las ciencias humanas que nos ayudan a expresar la fe en categorías comprensibles. Santo Domingo siempre insistía en que la primera predicación es nuestra vida, nuestra manera de vivir juntos. Como se le atribuye a nuestro padre san Francisco, “hemos de gritar el Evangelio con la vida y después, si es necesario, con palabras”. Pero palabras de gracia que es lo propiamente dominicano.
Salvación integral
P.- ¿Y qué rasgos del carisma legado por santo Domingo se lleva en la mochila para esta nueva misión?
R.- La Iglesia existe para evangelizar y esto es lo que movió siempre a santo Domingo y a todos los hombres y mujeres santos de la Orden. Vivir la compasión, la misericordia, profundizar en las razones de nuestra esperanza y trabajar de una manera sinodal es parte de nuestro ADN. Somos un carisma integrador al servicio de la comunión y la predicación. La Orden nació para predicar y contribuir a la salvación de las almas, según reza en nuestras Constituciones. Salvación integral.
P.- ¿La Orden pierde a un hermano?
R.- No es del todo correcto, pierdo la voz activa y pasiva, dejo las responsabilidades encomendadas, pero sigo siendo fraile y obispo, eso sí, plenamente incorporado a la vida diocesana y al querido presbiterio de Sant Feliu de Llobregat donde hay muchos pastores buenos y entregados. En nombre de mis hermanos frailes, mi provincial, Jesús Díaz Sariego, me ha dado ánimos y me ha ofrecido su disponibilidad para acompañarme en todo lo que sea necesario. Y en mi comunidad también, la Orden sabe ser generosa porque cada comunidad y cada fraile está al servicio de la Iglesia allí donde sean necesarios.
P.- ¿Faltan religiosos en el Episcopado español?
R.- Los dos últimos obispos enviados a Cataluña somos religiosos. Yo creo que es muy rica la diversidad. La vida religiosa aporta a la Iglesia diversidad, complementariedad, novedad, otros horizontes, pero todo se ha de vivir en la realidad de una diócesis y en la comunión con la Iglesia universal.
Ver, oír, rezar… y orientar
P.- ¿Qué le gustaría hacer en Sant Feliu?
R.- Escuchar mucho, conocer con calma, acompañar, cercanía, compasión, ternura y no perder el sentido del humor. Cuidar a los presbíteros y diáconos que son mis colaboradores y hermanos, cuidar a los heridos de la vida, cuidar a las comunidades cristianas o la vida consagrada, y dejarme cuidar, porque el obispo es humano y una persona, si se me permite la expresión, “normal”, un discípulo antes que pastor, pero también pastor. Despertar juntos una esperanza arraigada en la experiencia del Dios de Jesús. También me gustaría profundizar en proponer a Jesús y la cultura vocacional en sentido amplio, en conformar comunidades acogedoras y misioneras. Pero ahora toca sobre todo ver, oír, rezar… y orientar cuando sea necesario.
P.- Cataluña está marcada por la inmigración. ¿Nos invaden?
R.- No. Debemos reconocer la aportación de las personas migradas a nivel social, económico y cultural. Y tratar de que a todas las personas se le reconozcan sus derechos. A nivel eclesial, reconocemos como Iglesia que las personas migrantes revitalizan nuestras comunidades. Ellos nos han dado la oportunidad de abrazar, experimentar y visibilizar la catolicidad y la diversidad de la Iglesia. Formamos una única comunidad de hermanos y, desde ahí, somos buena noticia. Me gustaría que cada parroquia sea un ecosistema que puede regenerar el tejido social aportando un testimonio de esperanza y fraternidad para que vayan cayendo prejuicios. ¡No es tiempo de hostilidad sino de hospitalidad!
P.- ¿Y el Papa viajará a Canarias?
R.- Sé que se está trabajando para que el Papa pueda ir a Canarias. Y yo también trabajaré en la medida de lo posible para poder acompañar ese momento. Me gustaría acompañar a los migrantes y a la Iglesia de Canarias en ese encuentro con el Santo Padre. Desde aquí les mando a todos un abrazo grande.