Vaticano

El papa Francisco se reúne a puerta cerrada con activistas LGTBI

“Como mujer intersexual, me siento cerca de Dios, de su amor, de su misericordia y de su misterio”, ha dicho una de las presentes





En medio de la vorágine del Sínodo de la Sinodalidad, el papa Francisco encontró un rato –largo– el pasado sábado para reunirse con un grupo de católicos que, como él suele decir, están “en la frontera”. Y es que, en la tranquilidad de la Casa Santa Marta, donde reside Jorge Mario Bergoglio desde el inicio de su pontificado, el Papa se sentó a hablar con una delegación de activistas LGTBIQ+ de la asociación New Ways Ministry.



Celebrada a puerta cerrada, la reunión duró unos 80 minutos, tal como recoge Reuters, y en ella participaron una religiosa católica, Jeannine Gramick, cofundadora de New Ways Ministry; así como una persona transgénero y un médico estadounidense que trabaja en una clínica orientada a la terapia hormonal a estas personas.

Entre los temas que se hablaron, ha trascendido que los presentes en la reunión pidieron al Papa que revocase la prohibición de la Iglesia católica a la atención de afirmación de género. “Realmente quería compartir con el papa Francisco la alegría que siento por ser una persona transgénero católica”, dijo a Reuters Michael Sennett, quien participó en la reunión.

Asimismo, Sennett, un hombre transgénero de Boston, ha revelado que explicó a Francisco “la alegría que me da la terapia de reemplazo hormonal y las cirugías a las que me he sometido que me hacen sentir cómodo en mi cuerpo”.

La historia de Nicole Santamaría

New Ways Ministry es una organización católica que educa y aboga por la equidad, la inclusión y la justicia para las personas LGBTIQ+, equipando a los líderes para construir puentes de diálogo dentro de la Iglesia y la sociedad civil desde 1977. Entre las personas que acudieron a ver al Papa con la organización se encontraba, además de Sennett, la salvadoreña Nicole Santamaría, cuyo testimonio ha compartido hoy la organización.

“Mi nombre es Nicole Santamaria y soy una mujer con muchas identidades, porque soy hija, hermana, cuidadora, terapeuta, etc., pero sobre todo nací mujer indígena, intersexual”, señala. “Y por esas identidades me vi obligada a huir y me convertí en inmigrante. Sí, mis identidades oscilan entre comunidades que históricamente han sido invisibilizadas, perseguidas, incluso exterminadas”.

Santamaría nació el mismo día en que estalló la guerra civil en El Salvador. “Y en medio de la confusión social, el miedo y la muerte, mi madre, profesora y estudiante de sociología en la universidad, dio a luz a su tercer bebé, yo”.

“El pediatra aconsejó a mis padres que ‘arreglaran el defecto'”, dice. “Como tenía un clítoris alargado, reconstruyeron mis genitales para poder tener un niño y hacer como si nada hubiera pasado. Mi madre, dado el contexto social, encontró alivio al criar a un niño en lugar de a una niña en medio de una guerra”.

Pero todo cambió cuando tenía tres años. “Mi hermano me descubrió jugando con un vestido y las muñecas de nuestra hermana. Ese día mi padre me dio mi primera paliza”, apunta Santamaría. “Con el paso de los años, los castigos por decir que era una niña aumentaron y se intensificaron. Cuando mis pechos empezaron a desarrollarse, mi padre calentaba una moneda y presionaba mis pezones hasta extraerles la grasa”.

“Nací y moriré católica”

A los 11 tuvo su primer período. Y fue ahí cuando encontró la primera palabra de amor en relación a lo que le estaba ocurriendo. “El director del colegio jesuita al que asistía me llamó aparte y me preguntó si sabía lo que me estaba pasando. No supe qué responder. Me dijo: ‘Sabes que los ángeles no son ni hombres ni mujeres. Sólo sirven y alaban a Dios a través de sus actos de ayuda a los humanos. Cada vez que alguien te diga algo hiriente, recuerda que eres como un ángel. Tienes una misión en este mundo, alabar y servir a Dios y a tu prójimo'”.

Sus palabras, recuerda Santamaría, “se quedaron en mi corazón, y aunque no sabía exactamente qué le estaba pasando a mi cuerpo, sabía que yo era diferente a los demás niños y niñas”. A los 16 se independizó y se mudó a Costa Rica, donde “ya empezaba a escuchar nuevas terminologías, como transexual, transgénero, travesti, etc.”.

Fue allí donde comenzó a entender lo que ocurría: “Encontré una endocrinóloga, quien me confundió con una mujer cisgénero que quería hacer la transición a hombre. Cuando le expliqué mi situación, me mandó hacer exámenes médicos y determinó que era una mujer hermafrodita. Resulta que tenía útero y ovarios y un clítoris que intentaron hacer pasar por pene. A día de hoy no sé qué procedimientos quirúrgicos me hicieron cuando era bebé”, asegura.

En 2015, sufrió un atentado contra su vida; y en 2019, finalmente, tuvo la oportunidad “de acceder a una cirugía de ‘normalización vaginal’, que incluyó una histerectomía”. “Las personas intersexuales o hermafroditas somos las más invisibles, incluso dentro de la comunidad LGBTIQ+”, asegura Santamaría.

“Nacemos con una condición física que no encaja en los parámetros socioculturales, por lo que nuestros cuerpos son mutilados sin consentimiento y nuestras identidades son forzadas a encajar en lo masculino o lo femenino”, relata, aunque la realidad des que no es una condición tan extraña: las personas intersexuales son tan comunes como las pelirrojas.

“Trabajo con la comunidad trans porque, aunque no es toda mi experiencia, puedo entender el sufrimiento de expresar tu identidad y de ser excluida, violentada y hasta exterminada, ya que además me obligaron a ser criada en un género que no era el biológico”, subraya.

Asimismo, asevera que ella nació “en la fe católica, fui bautizada católica y moriré en mi fe, cumpliendo el mandamiento ignaciano de ‘En todo amar y servir’. En esta vida, Dios me puso al servicio de lo que se cree inexistente, de lo despreciado, de lo condenado, del misterio. El Espíritu Santo también creó y se manifiesta en algunos de nuestros cuerpos. Como mujer intersexual o hermafrodita, me siento cerca de Dios, de su amor, de su misericordia y de su misterio”. Y, ahora, este testimonio también ha llegado al Papa.

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Etiquetas: LGBTIpapa Francisco
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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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