El próximo 20 de octubre, el papa Francisco canonizará en Roma al beato Nicanor Ascanio, nacido en 1814 en la localidad madrileña de Villarejo de Salvanés, perteneciente a la diócesis de Alcalá de Henares. Un franciscano que murió martirizado en Damasco, y cuya historia toma especial vigencia atendiendo a los actuales acontecimientos en Tierra Santa.
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De todo ello hablamos con José Luis Loriente, sacerdote y párroco de San Andrés Apóstol, en Villarejo de Salvanés, donde la comunidad parroquial y la familia del nuevo santo esperan con ilusión el próximo 20 de octubre.
PREGUNTA.- ¿Cómo están viviendo los vecinos del municipio la canonización de Nicanor Ascanio? Imaginamos que será motivo de alegría…
RESPUESTA.- Para todos nosotros es un acontecimiento. En primer lugar para la comunidad cristiana, que conoce esta historia y en los últimos años había vuelto profundizar en ella. También para su familia.
Entre nosotros persiste el apellido Ascanio y hasta ahora esta familia ha guardado memoria de lo que le han contado sus mayores. Ahora todos estamos preparando diversos actos conmemorativos, populares y religiosos, en la parroquia y en la calle.
P.- ¿Qué significa para el municipio y la diócesis de Alcalá la canonización de uno de sus hijos?
R.- Para Villarejo es ver cumplida una promesa que se inició hace un siglo con la beatificación. Entonces eran otros tiempos y la fe lo impregnaba todo. Se hizo una gran fiesta, se tenía conciencia generalizada de la grandeza de este hecho. Pero hoy no lo es menos. Incluso gente más o menos practicante la vive también como algo suyo. Es su historia. Es su vecino.
En la diócesis de Alcalá debiera tener gran repercusión. Al fin y al cabo, es el primer santo declarado desde su reinstauración y está muy próximo en el tiempo. Pero se podría dar más a conocer. Creo que no es una cuestión meramente parroquial. Este año se podría aprovechar para conocerlo y celebrarlo más. Integrarlo quizá en la celebración del Año Jubilar. Los mártires son portadores de esperanza. En ellos el odio y la muerte no tienen la última palabra.
P.- ¿Qué aspectos de la vida de Nicanor Ascanio considera más ejemplares o inspiradores para los fieles hoy?
R.- Fue un campeón de la austera vocación franciscana de entonces. Por dos veces dejó su casa, de familia acomodada, para vestir el hábito de San Francisco. Perseveró y escuchó a Dios, clarificó su vocación. Podríamos decir incluso positivamente supo adaptarse a los acontecimientos –la desamortización– y redirigir sus pasos hasta encontrar su lugar. No le importó marchar lejos. Dio la vida por Cristo y por sus hermanos. Todo esto puede zarandear nuestra comodidad y alentarnos en nuestras luchas.
P.- Nicanor Ascanio murió martirizado en Tierra Santa. Resulta llamativo lo actual de su historia si la comparamos con la situación que se vive allí ahora mismo. ¿Cuál cree que, en este sentido, es el legado del nuevo santo?
R.- Un mártir desde el punto de vista de la fe es un santo, pero desde el de la historia es una víctima y debemos leer la historia y la actualidad desde las víctimas. La geopolítica de entonces y ahora calienta los ánimos, confronta, enfrenta. Y después viene la violencia contra el que “no es de los nuestros”.
El Tratado de París de 1856 abrió el Imperio turco al juego de las potencias occidentales y a cambio facilitó la libertad religiosa en Oriente próximo. Los franciscanos y otras órdenes abrieron escuelas y dispensarios, reunieron en torno así a los cristianos naturales del lugar, ciudadanos de segunda, minoría.
Hoy es parecido: Israel y parte del mundo musulmán se enfrenta. El terreno tiembla. Los maronitas, ortodoxos, melquitas… se quedan entre dos fuegos. Y nosotros hemos de sostener y alentar esas comunidades y llevar a la región un testimonio de que la paz es posible.