El sacerdote jesuita Carlos Ferrís Vila puso en marcha en 1902 lo que hoy es la Fundación Fontilles, entidad valenciana que trabaja por la salud y el bienestar de colectivos vulnerables –como han sido siempre los leprosos–. Ahora, con motivo del centenario de su fallecimiento, se celebrarán distintas actividades en su recuerdo.
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Así el próximo jueves, 17 de octubre, el Centro Arrupe de Valencia acogerá un acto que contará con la participación del arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, el director del centro, Abel Toraño, la vicepresidenta de la fundación, Alicia Puchalt —descendiente de una hermana de Ferrís—, y el historiador Vicente Comes. Y es que la obra de Ferrís es destacable ya que impulsó numerosas obras sociales a finales del siglo XIX y principios del XX, entre las que destaca Fontilles que surgió como un sanatorio que paliara la situación de abandono de las personas enfermas de lepra y les brindara atención sanitaria
Una imponente obra social
Ferrís (Albal, 8 de diciembre de 1856 – Gandía, 18 de octubre de 1924) recibió en 1921 la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia, actual Orden Civil de la Solidaridad Social. Destinado como sacerdote a la parroquia de San Esteban de Valencia fundó un círculo católico obrero. Posteriormente, dirigió la Casa de la Misericordia de la Diputación de Valencia, impulsó la fundación del primer colegio para personas sordomudas o ciegas de la ciudad y, en 1887, el primer pensionado para estudiantes universitarios procedentes de otras poblaciones. En 1893 ingresa en la Compañía de Jesús donde dirigiría la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús y fue el responsable de la creación los primeros círculos católicos de la comarca de la Safor, impulsando la fundación de un ropero en 1898 y de una caja de ahorros en 1900.
Si bien será recordado por la puesta en marcha de Fontilles junto al abogado Joaquín Ballester, un sanatorio que brindara residencia y atención sanitaria a las personas enfermas de lepra, frente a los lazaretos imperantes en la época, que simplemente recluían a los pacientes. Tras siete años de esfuerzos, el Sanatorio de San Francisco de Borja abrió sus puertas en 1909 en las montañas de la comarca alicantina de la Marina Alta. Con el tiempo, el sanatorio llegó a convertirse en un pequeño pueblo en el que residían en torno a 300 enfermos de manera simultánea, con sus propios servicios de panadería, carpintería, herrería, imprenta, zapatería y peluquería. Durante su historia, el centro ha acogido a más de 3.000 pacientes de lepra. Enterrado en Fontilles, el 19 de octubre se ha organizado una encuentro al que asistirán residentes, peñas, personas voluntarias, miembros del patronato de la fundación, religiosos jesuitas y religiosas franciscanas.