El arzobispo de Ciudad de México, Carlos Aguiar Retes, celebró la eucaristía en presencia de los participantes en el Sínodo hoy, 16 de octubre, en la Basílica Vaticana. Durante su homilía, Retes reflexionó sobre la importancia de la confianza en Dios para superar el egoísmo y las malas acciones, enfatizando que el camino hacia una vida en armonía se alcanza al dejarnos “conducir por el Espíritu Santo”.
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“Actuemos coherentemente, y obtendremos los frutos del Espíritu Santo”, alentó el cardenal, recordando que estos dones nos ofrecen la “libertad para intervenir y corregir a los desviados y desorientados”, y nos inspiran a actuar con fidelidad y rectitud.
Asimismo, el cardenal subrayó la necesidad de “fortalecer nuestra confianza en la ayuda divina para afrontar con esperanza” los desafíos tanto internos como externos. Una ayuda, ha dicho, que es clave para responder a aquellos que “critican y obstaculizan” la práctica de la vida sinodal en las comunidades eclesiales.
El cardenal instó a confiar en la guía del Espíritu Santo, asegurando que, mediante la oración y la coherencia en el actuar, no faltará la asistencia divina en “nuestras específicas tareas, en camino y práctica sinodal”. Este llamado a la Sinodalidad es, según el cardenal, un aspecto fundamental en la vida cristiana de hoy, que permitirá a la Iglesia estar unida en su misión de evangelización.
Perseverancia en la fe
El purpurado también destacó la importancia de “la corrección fraterna, solidaria y sincera” como un gesto de ayuda entre miembros de la comunidad. Así, afirmó que, mediante la guía del Espíritu Santo, los creyentes podrán afrontar las dificultades con esperanza y alentar a otros a no perder la fe. “Nos capacitaremos para reconocer los beneficios del Espíritu Santo en los demás y para alentar a los miembros de nuestras comunidades a que no desmayen en el camino”, apuntó.
Para finalizar, Retes recordó a los presentes la importancia de vivir con una confianza plena en el Señor. “Seremos dichosos”, afirmó, como un árbol junto al río de la gracia, “que da fruto a su tiempo y nunca se marchita”. Con estas palabras, el cardenal invitó a los presentes a dejarse guiar por la fe, seguros de que, con la ayuda de Dios, podrán superar cualquier obstáculo y crecer en comunión.