Samuel Segura: “El dolor de las víctimas de abuso no se puede comprar con dinero”

El vicario provincial de los salesianos de Santiago el Mayor forma parte de la comisión asesora de la Iglesia para la reparación integral frente a los abusos

El salesiano Samuel Segura

A las no pocas tareas como vicario provincial de la Inspectoría salesiana Santiago el Mayor, Samuel Segura suma ahora su participación en de la comisión asesora del Plan de Reparación Integral a los menores y personas equiparadas en derechos, víctimas de abusos sexuales (PRIVA). Segura, que forma parte del equipo a propuesta de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), comparte con ‘Vida Nueva’ sus inquietudes sobre este proyecto de justicia restaurativa.



PREGUNTA.- ¿Cómo ha acabado en esta comisión?

RESPUESTA.- Ha sido una pequeña aventura. La experiencia en primera acogida de víctimas que he ido adquiriendo con el tiempo, es lo que creo que llevó a la CONFER a proponer a mi provincial que yo estuviera en la comisión. A partir de ahí, el voto de obediencia hizo el resto.

P.- ¿Cuál es la principal lección que ha aprendido del tú a tú con las víctimas para aplicarlo ahora?

R.- Evitar absolutamente todos los tópicos, comentarios, descalificaciones que se oyen, especialmente cuando son víctimas del pasado, o han pasado muchos años desde que sucedieron los hechos que se denuncian. Todos esos tópicos se me cayeron por tierra cuando escuché a cada víctima, cuando he descubierto todo ese sufrimiento que tenía encerrada y que, en un momento determinado, explotaba.

P.- La comisión inicia su trabajo con la independencia como bandera, pero lo hace después de un informe eclesial cuestionado, casos encubiertos durante décadas, víctimas ignoradas… ¿No siente esa presión?

R.- Yo distinguiría dos niveles. Un primer nivel es el que aparece en los medios de comunicación, el que se ofrece desde las instituciones sociales, mediáticas e incluso a veces de la propia Iglesia como institución. Y un segundo nivel es el del día a día, el de la atención directa de las víctimas. Tanto en las oficinas diocesanas como en las congregaciones, hemos tratado de hacer las cosas lo mejor posible, aunque no siempre lo hayamos conseguido. Yo personalmente me he movido siempre en ese segundo nivel. En la esfera de la opinión pública veo a veces muchos intereses creados en unos y muchos mecanismos de defensa en otros. Es más, me preocupa cuando generalizamos y hablamos de ‘las víctimas’ como colectivo. No hay dos víctimas iguales, ni tienen las mismas necesidades que.  Creo que ahora es el momento de olvidarnos de los grandes titulares mediáticos y de mirar a la cara a las víctimas y acompañar a cada una con su nombre y apellido, con sus circunstancias.

P.- Esa atención mediática se concentra en el baremo económico de la reparación integral, más allá de lo psiquiátrico y espiritual. ¿Cómo se pone una cifra al dolor y a las heridas abiertas?

R.- El dolor no se puede comprar con dinero. Ni siquiera se puede reparar totalmente. La reparación económica es una forma específica y subsidiaria de reparación, pero en mi opinión no es la más importante ni la decisiva, aunque sea uno de los objetivos principales de la comisión. El baremo económico es una cuestión peliaguda que tendremos que abordar en las próximas Yo acabo de aterrizar, y en este tema de la baremación no tengo ninguna referencia ni ninguna idea de por dónde pueden ir las cosas. Supongo que intentaremos partir de la manera de baremar en otros países europeos.

P.- Desde su experiencia de acompañamiento a las víctimas, ¿lo primero que piden cuando se acercan a la Iglesia es dinero?

R.- No. Ninguna víctima se ha acercado a nosotros diciendo, por ejemplo: “He sufrido abusos en su institución y quiero que me den x miles de euros”. Lo que nos piden es que las creamos, que reconozcamos el dolor que sufrieron y que tanto daño les sigue haciendo; que se haga justicia con el agresor, que se investigue si ha provocado más víctimas, que la institución se responsabilice y ponga los medios para que no vuelva a suceder… Desde este punto de partida, en los casos de mi congregación, siempre hemos ofrecido, a nuestro cargo, la posibilidad de realizar procesos terapéuticos o restaurativos.  Pero, al menos desde mi experiencia,  las víctimas nunca se acercan poniendo por delante la cuestión económica o marcando una cifra. Nunca.

P.- ¿En qué punto cree que se encuentra la lucha contra esta lacra? ¿La tolerancia cero es una realidad? ¿Son más los que reman a favor o todavía hay espacios para el encubrimiento?

R.- Hemos llevado a cabo muchos aprendizajes a partir de la experiencia directa del contacto con las víctimas. Ahora mismo la Iglesia, desde sus más altas instituciones a las realidades más concretas ha aprendido a poner en primer plano a las víctimas. Una y otra vez se pide perdón, prueba de ello es un próximo evento de reparación en la Iglesia española. En paralelo, se está trabajando mucho en materia de prevención y de buen trato. Creo que estamos afrontando este problema de una manera muy diferentes que hace seis años, por poner un dato.

Primera reunión de la Comisión Asesora del Plan de Reparación Integral a las Víctimas de Abusos

Primera reunión de la Comisión Asesora del Plan de Reparación Integral a las Víctimas de Abusos

P.- ¿Teme que el trabajo de la comisión se politice, teniendo en cuenta que el Gobierno ha cuestionado su existencia y planea crear otra paralela?

R.- No conozco de primera mano ese tema que comenta. La comisión que tenemos es la que tenemos, y vamos a empezar a funcionar. La lacra de los abusos es un problema de la Iglesia y es la Iglesia quien tiene que responder ante este problema que ha creado, y reparar integralmente el daño generado. Los casos que vamos a afrontar en la comisión están prescritos o con el victimario fallecido, por lo que no existen responsabilidades jurídicas. Y, sin embargo, la Iglesia quiere ofrecer una reparación moral, monetaria o en especie. Otra cosa es que el Estado considere que subsidiariamente es responsable o quiere colaborar con la Iglesia. Sobre este tema no sé qué decir, porque no soy especialista. Pero insisto que es la Iglesia, donde se causó el daño, quien tiene que responsabilizarse de repararlo en la medida en que se pueda, nunca totalmente.

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