“Quien abusó de mí, consiguió corromper mi mundo de relaciones, me traicionó al brindarme ayudas que siempre se cobró y me manipuló al cargar sobre mis espaldas deberes morales y religiosos que él no dudaba en incumplir… Convencida de que no había salida, llegué a creer que solo la muerte me libraría de la condena impuesta”. Alguien presta su voz a este testimonio de una mujer adulta víctima de la Iglesia. Y lo hace en el exterior de la catedral de la capital de España, en la Almudena, ante el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo. Es solo uno de los diez relatos en primera persona que se han escuchado esta tarde en el acto de reconocimiento y reparación a las personas víctimas de abuso en la Iglesia.
Con el único precedente del obispo de Bilbao, Joseba Segura, que presidió una ceremonia de similares características en marzo de 2023, la Archidiócesis de Madrid asume como propia una de las recomendaciones del informe del Defensor del Pueblo, adelantándose a los dos futuribles actos que tienen previsto realizar tanto el Gobierno como la Conferencia Episcopal Española.
A las puertas de la Almudena, se encontraban el obispo de Teruel, José Antonio Satué, y los obispos auxiliares de Madrid, Jesús Vidal, José Antonio Álvarez y Vicente Martín. No asistieron los cardenales eméritos António María Rouco Varela y Carlos Osoro ni el auxiliar Juan Antonio Martínez Camino. Junto a ellos, los máximos responsables de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), entre ellos, el presidente Jesús Díaz Sariego y la vicepresidenta Lourdes, el secretario general, Jesús Miguel Zamora y la adjunta, Silvia Rozas. A ellos se unieron miembros del consejo general y varios superiores mayores. En nombre de la Conferencia Episcopal, acudió Jesús Rodríguez Torrente, responsable del Servicio de Asesoramiento para las Oficinas de Protección de Menores y Personas Vulnerables. Moncloa se hizo presente a través del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín Aguirre, y también participó parte del equipo del Defensor del Pueblo.
El acto comenzó en torno a las siete de la tarde, en un espacio en el que se entremezclaban víctimas, clérigos, religiosos y autoridades, en un deseo expreso del equipo organizador, en el que se encontraban las propias víctimas, para evitar que los supervivientes de esta lacra se sintieran señalados. Junto a la palabra de las víctimas también se pudo escuchar el Salmo 139, que fue el que dio una bienvenida a los presentes y les introdujo en el infierno de quienes han padecido esta lacra: “¿Hasta cuándo, Señor, ¿seguirás olvidándome?, ¿hasta cuándo me esconderás tu rostro?”.
No se desveló si quienes entonaban el relato eran los protagonistas de las vejaciones o alguien los pronunciaba en su nombre. Uno a uno, se escuchó el relato lo mismo de un niño abusado en un colegio religioso que de un sacerdote del que abusaron en el seminario, de una mujer de la que abusó su maestra del noviciado o de un hombre víctima de una nueva realidad eclesial. Víctimas infantiles y víctimas adultas. Todas ellas acompañadas por Repara, la iniciativa del Arzobispado de Madrid que impulsó el hoy cardenal Cobo siendo obispo auxiliar y que, lejos de ser una mera oficina o ventanilla de recepción de denuncias, es un proyecto de reparación integral que incluye desde la primera acogida, asesoramiento jurídico, terapia psicológica y espiritual….
Precisamente fueron los responsables de Repara quienes hicieron suya las múltiples excusas que en no pocas ocasiones la Iglesia ha hecho suyas para eludir o minimizar los abusos. “Lo que te ha pasado es espantoso, repugnante, no vuelvas a hablar de ello. Hay que pasar página”, dejó caer Lidia Troya, responsable de primera acogida y coordinadora de atención de la entidad, que recondujo este comentario justo después: “Es la prohibición eclesial, cultural, familiar, que padecen muchos supervivientes. Tras el horror padecido, un sufrimiento indecible y una vida rota, se han visto y se ven arrojados al silencio y al olvido…. El tiempo no se recuperar jamás. Tampoco el tiempo cura nada…”. Justo después, subrayó que “para sanar hay que hablar… Son precisos la memoria, el reconocimiento, la reparación…”.
Tomo el relevo de Troya en el micrófono José Luis Segovia, vicario de Pastoral de Madrid y otro de los motores de Repara. “Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza”, expresó.
Con esta intervención concluía la primera parte de un acto que continuó en el interior del templo. Desde la organización del evento, confirman a ‘Vida Nueva’ que el hecho de iniciar la celebración en el exterior estaba motivado por el respeto a algunas de las víctimas cuyas heridas les impide todavía hoy participar en una ceremonia eminentemente religiosa en el interior de una Iglesia. El Adagio de Albinoni interpretado por un cuarteto de cuerda invitaba a una transición tan serena como atronadora por lo escuchado anteriormente.
Una vez dentro, la austeridad en el interior de la Almudena también hablaba del duelo y recogimiento de esta particular vigilia orante, con un presbiterio sin revestir y con un cardenal en plena soledad en el altar. Solo había unas flores, un centro preparado precisamente por una víctima. Fue entonces cuando se dio paso a entonar un ‘mea culpa’ eclesial colectivo, un acto de contrición por las agresiones cometidas y, a la par, por el encubrimiento, no solo de los abusos sexuales, sino también los de conciencia y poder y los abusos espirituales. Un perdón acompañado del coro de los seminaristas de Madrid, esto es, la futura generación de sacerdotes llamada a erradicar esta lacra.
Con este punto de partida, se entonó el Evangelio en el que Jesús recuerda a los suyos que “en verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. El cardenal Cobo correspondió con una alocución en la que elevó su oración a Dios por las víctimas y su sanación, por la conversión de los victimarios y por la conversión de la propia Iglesia.
“No queremos, no podemos, no debemos pasar página. Hoy nos convocan las víctimas de abusos. Es con vosotros y vosotras, con vuestro clamor, con quienes queremos estar y quedarnos. Sabe Dios que no nos mueve otra voz”, comenzó el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal.
Lejos de buscar excusas o lanzar balones fuera, Cobo admitió que “no hemos sido responsables ni samaritanos con vuestro dolor”, a la vez que quiso mostrar “nuestra condolencia y nuestro deseo de poner todos los medios para seguir acogiendo y afrontando todo el sufrimiento injusto que habéis padecido”.
Desde su experiencia en primera persona acompañando a víctimas elogió su “testimonio valiente”. De la misma manera, reconoció que “seguro que estáis cansadas y cansados de palabras huecas”. “Las lágrimas y las heridas nos han abierto los ojos para reconocer que no hemos cuidado a las víctimas, que no os hemos defendido y que nos hemos resistido a entenderos cuando más lo necesitabais”, remarcó.
A la par, asumió las “pésimas prácticas que tienen que ser clausuradas para siempre” evitando “todo lo esotérico y extraordinario, y subrayando el respeto absoluto por la libertad de cada conciencia y la indemnidad física y espiritual debida a cada persona”. “Nunca será suficiente lo que hagamos para reparar lo que ha sucedido”, comentaría en otro momento.
Además, el máximo responsable de la Iglesia en Madrid visibilizó su “firme compromiso” para que estos hechos no se repitan desde “un modelo de funcionamiento eclesial menos clerical, más sinodal y corresponsable” en el que “la transparencia y el buen trato sean la forma de funcionar”. “Avanzaremos, sin retroceso posible y con medidas que no den lugar a equívocos”, rubricó justo después, para detenerse en reforzar la formación antiabusos entre sacerdotes, religiosos y laicos.
Cobo defendió que “nosotros que nacimos al pie de una cruz, no abandonaremos a las personas crucificadas”. “Somos seguidores de Cristo víctima y no cesaremos de seguir acompañando a todo tipo todo tipo de víctimas vengan de donde vengan”, comentó desde el convencimiento de que “el Señor nos juzgará por lo que hicimos con las personas más vulnerables como hemos escuchado en el Evangelio”.
Tras el rezo del Padrenuestro, en el exterior de la catedral se plantó un olivo. El propio cardenal explicó que “el olivo, con sus cicatrices, muestra el verdor perenne y nos enseña que es posible el milagro del consuelo del aceite y de la vida que se abre paso cuando las raíces abrazan firmes la tierra”. “Que este olivo nos recuerde cómo Dios nos conduce al reconocimiento, a la reparación y a la paz”, explicó. Y junto al olivo, una placa con el texto: “En memoria de todas las personas víctimas de abusos en nuestra Iglesia. ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis’”. Así culminó el cardenal de Madrid el acto de reparación a las víctimas, con una plegaria en la que miró al cielo para pedir “que Dios nos ayude a ‘no pasar página’, y a empezar juntos a escribir de otra manera”.