México

El asesinato del sacerdote mexicano Marcelo Pérez podría deberse a luchas internas por el poder político y económico

  • Según el cardenal Felipe Arizmendi, el padre indígena era visto por los dueños del poder local como una amenaza a sus pretensiones de dominio
  • Las autoridades ya detuvieron al presunto autor material del crimen





Luego de que el domingo 20 de octubre, al terminar de celebrar la misa en el barrio de Cuxtitali, en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y mientras se disponía a dirigirse a su parroquia de Guadalupe, fue asesinado de varios balazos el sacerdote tsotsil Marcelo Pérez, considerado un gran defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas.



Este 22 de octubre, la Fiscalía General del Estado de Chiapas anunció la detención de Edgar ‘N’, presunto autor material del asesinato del padre Marcelo; no obstante, el cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, no cree que el homicidio tenga que ver con los carteles de la delincuencia que están peleando entre sí por el dominio del territorio en otras partes de Chiapas, que obtienen grandes ganancias al extorsionar a las poblaciones y sobre todo a los migrantes que pasan por allí.

Más bien, el asesinato del padre Marcelo -considera el cardenal mexicano- “probablemente se deba a luchas internas por el poder político y económico en un municipio indígena, situación que el sacerdote trataba de que se resolviera por la paz, que se respetaran entre todos como hermanos; pero quizá los dueños de ese poder local lo veían como una amenaza a sus pretensiones de dominio”, lo cual deberán aclararlo las autoridades correspondientes.

Un hombre de paz

El cardenal Felipe Arizmendi, quien realizó la ordenación sacerdotal del padre Marcelo en abril del año 2002, por primera vez con ritos litúrgicos propios de la cultura acordes con las normas de la Iglesia, asegura que el sacerdote tsotsil fue un hombre de oración y de compromiso social.

Foto: Padre Marcelo Pérez Pérez

No fue un mero activista social, ni un líder político, sino un pastor de su pueblo: muy centrado en la Palabra de Dios, en el Magisterio de la Iglesia, y por ello muy comprometido con la lucha por la paz, la justicia y la fraternidad entre los pueblos originarios”.

Afirma que “nunca se alió con partidos políticos, o con poderosos de este mundo, ni manejaba grandes cantidades de dinero, sino que su preocupación era estar cerca del pueblo, cerca de los oprimidos y despreciados, dialogar con autoridades de todos niveles, siempre para procurar la paz, la justicia y la reconciliación”.

Un hombre orgulloso de sus orígenes

El padre Marcelo -continuó Arizmendi- “nunca renegó de sus orígenes indígenas y de su propia cultura, y estuvo abierto a otras formas de vida y de pensamiento. Es un ejemplo para tantos que se avergüenzan de ser indígenas“.

Confió en que “su muerte sea semilla para que haya muchos otros, indígenas y mestizos, que sigan luchando por la verdad y la vida, por la santidad y la gracia, por la justicia, el amor y la paz, que son los valores que Jesucristo quiere para la humanidad”.

Para el cardenal mexicano, quien es el responsable de la Doctrina de la fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, el asesinato del padre Marcelo “es otro signo de la descomposición social de nuestro país, por la violencia exacerbada, por la impunidad ante tantos crímenes, por la libertad de acción que tiene el crimen organizado. Hagamos lo que nos toca, para que haya paz y justicia entre nosotros”.

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