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El papel de la mujer, el diaconado femenino, la colegialidad, la formación sinodal… Estos son los puntos menos votados el documento final del Sínodo





Los 155 puntos del Documento final del Sínodo de la Sinodalidad han sido aprobados por una mayoría más que holgada –con algunas excepciones– por parte de los 355 padres y madres sinodales. Además, el documento queda como texto entregado por el papa Francisco a las Iglesias particulares ya que ha anunciado que no realizará una exhortación apostólica posterior. Ahora bien, puntos como los destinados a la introducción (núm. 1), la llamada a la santidad a todos los bautizados (núm. 15), la armonía en las diferencias de la Iglesia (núm. 34), la llamada a la conversión (núm. 51) y el mandato pascual (núm. 140) han conseguido unanimidad total.



El papel de la mujer

Como ocurrió en la síntesis de la primera parte, el punto dedicado a las mujeres en la Iglesia y la cuestión ministerial es el que más rechazos ha cosechado, llegando a los 258 síes y los 97 noes, a pesar de que no se deja zanjada, por ejemplo, la cuestión del diaconado femenino. Este es el párrafo 60 del documento final:

En virtud del Bautismo, hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios. Sin embargo, las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los distintos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común. La Escritura atestigua el papel destacado de muchas mujeres en la historia de la salvación. A una mujer, María de Magdala, se le confió el primer anuncio de la Resurrección; el día de Pentecostés, María, la Madre de Dios, estaba presente en el Cenáculo, junto con muchas otras mujeres que habían seguido al Señor. Es importante que los pasajes pertinentes de la Escritura encuentren un espacio adecuado en los leccionarios litúrgicos. Algunas coyunturas cruciales en la historia de la Iglesia confirman la contribución esencial de las mujeres movidas por el Espíritu. Las mujeres constituyen la mayoría de los fieles y a menudo son los primeros testigos de la fe en las familias. Participan activamente en la vida de pequeñas comunidades cristianas y parroquias; dirigen escuelas, hospitales y centros de acogida; lideran iniciativas en favor de la reconciliación y la promoción de la dignidad humana y la justicia social. Las mujeres contribuyen a la investigación teológica y están presentes en puestos de responsabilidad en instituciones relacionadas con la Iglesia, la Curia diocesana y la Curia romana. Hay mujeres en puestos de autoridad o al frente de comunidades. Esta Asamblea hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han realizado. No hay ninguna razón para que las mujeres no asuman funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Es necesario un mayor discernimiento a este respecto. La Asamblea pide también que se preste más atención al lenguaje y a las imágenes utilizadas en la predicación, la enseñanza, la catequesis y la redacción de los documentos oficiales de la Iglesia, dando más espacio a la contribución de las mujeres santas, teólogas y místicas.

Asamblea del Sínodo de los Obispos. Foto: Vatican News

La colegialidad de los obispos

El punto número 125 ha cosechado 310 síes y 45 noes, es el referente a la colaboración y la vivencia de la sinodalidad en los órganos colegiados de obispos. En este apartado se detallan tareas concretas para reformar las Conferencias Episcopales.

Las Conferencias Episcopales expresan y realizan la colegialidad de los obispos para fomentar la comunión entre las Iglesias y responder más eficazmente a las necesidades de la vida pastoral. Son un instrumento fundamental para crear vínculos, compartir experiencias y buenas prácticas entre las Iglesias, adaptando la vida cristiana y la expresión de la fe a las diferentes culturas. También desempeñan un papel importante en el desarrollo de la sinodalidad, con la participación de todo el Pueblo de Dios. Sobre la base de lo que surgió durante el proceso sinodal, se propone:
a) recoger los frutos de la reflexión sobre el estatuto teológico y jurídico de las Conferencias Episcopales;
b) clarificar el alcance de la competencia doctrinal y disciplinar de las Conferencias Episcopales. Sin comprometer la autoridad del Obispo en la Iglesia a él confiada, ni poner en peligro la unidad y la catolicidad de la Iglesia, el ejercicio colegial de esta competencia puede favorecer la auténtica enseñanza de la única fe de manera adecuada e inculturada en los diversos contextos, identificando las expresiones litúrgicas, catequéticas, disciplinares, pastorales, teológicas y espirituales apropiadas (cf. AG 22)
c) proceder a una evaluación de la experiencia del funcionamiento real de las Conferencias Episcopales
Conferencias Episcopales, de las relaciones entre los episcopados y con la Santa Sede, con el fin de identificar las reformas concretas a realizar. Las visitas ad limina Apostolorum podrían ser una ocasión propicia para dicha evaluación;
d) garantizar que todas las diócesis formen parte de una Provincia Eclesiástica y de una Conferencia Episcopal (cf. CD 40);
e) precisar el vínculo eclesial que las decisiones tomadas por una Conferencia Episcopal generan, respecto a la propia diócesis, para cada Obispo que haya participado en esas mismas decisiones.

La liturgia sinodal

Entre los primeros puntos del documento el número 27 cuenta con la aprobación gracias a 312 votos afirmativos y 43 votos negativos. Este apartado pide profundizar el vínculo entre liturgia y sinodalidad, algo que no es del gusto de todos.

Existe un estrecho vínculo entre synaxis y synodos, entre la asamblea eucarística y la asamblea sinodal. Aunque en formas diferentes, en ambas se realiza la promesa de Jesús de estar presente allí donde dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20). Las asambleas sinodales son acontecimientos que celebran la unión de Cristo con su Iglesia por la acción del Espíritu. Es Él quien asegura la unidad del Cuerpo eclesial de Cristo en la asamblea eucarística como en la asamblea sinodal. La liturgia es una escucha de la Palabra de Dios y una respuesta a su iniciativa de alianza. También la asamblea sinodal es escucha de la misma Palabra, que resuena tanto en los signos de los tiempos como en el corazón de los fieles, y respuesta de la asamblea discerniendo la voluntad de Dios para ponerla en práctica. Profundizar el vínculo entre liturgia y sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la pluriformidad de sus culturas y tradiciones, a adoptar estilos celebrativos que manifiesten el rostro de una Iglesia sinodal. Con este fin, solicitamos la creación de un Grupo de estudio específico, al que confiamos también la reflexión sobre cómo hacer que las celebraciones litúrgicas sean más expresivas de la sinodalidad; también podría ocuparse de la predicación dentro de las celebraciones litúrgicas y del desarrollo de una catequesis sobre la sinodalidad en clave mistagógica.

La formación sacerdotal

Al final del documento, el párrafo 148 ha acumulado 40 rechazos –frente a 315 adhesiones–, es el dedicado a formación de los futuros sacerdotes (y de los obispos). En el punto se pide un estilo sinodal para los seminarios, reformando los documentos y las estructuras necesarios. Este es el texto:

A lo largo del proceso sinodal, se expresó ampliamente la petición de que las vías de discernimiento y formación de los candidatos al ministerio ordenado se configuren al estilo sinodal. Esto significa que deben incluir una presencia significativa de figuras femeninas, una inserción en la vida cotidiana de las comunidades y una educación para colaborar con todos en la Iglesia y practicar el discernimiento eclesial. Esto implica una valiente inversión de energía en la preparación de los formadores. La Asamblea pide una revisión de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis que incorpore las peticiones maduradas en el Sínodo, traduciéndolas en indicaciones precisas para una formación a la sinodalidad. Los cursos de formación deben ser capaces de despertar en los candidatos la pasión por la misión ad gentes. No menos necesaria es la formación de los obispos, para que puedan asumir mejor su misión de reunir en la unidad los dones del Espíritu y ejercer con estilo sinodal la autoridad que les ha sido conferida. El estilo sinodal de formación implica que la dimensión ecuménica está presente en todos los aspectos del camino hacia el ministerio ordenado.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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