Tras la celebración de la eucaristía de este domingo presidida por el papa Francisco como clausura del Sínodo de la Sinodalidad, el pontífice ha presidido a mediodía la oración mariana del ángelus. Tras la oración, el pontífice recordó el final de la segunda sesión del Sínodo y pidió oraciones para que sus propuestas vayan adelante. En sintonía con algunos hitos ecuménicos e interreligiosos pidió que se desarrolle el diálogo y la paz. Ante el aniversario de la Cruz Roja en Ginebra pidió que se desarrolle el derecho a la asistencia humanitaria especialmente en zonas de guerra donde se están destruyendo hospitales. También mandó su pésame a México por el asesinato del sacerdote Marcelo Pérez y destacó la fidelidad al ministerio de este presbítero. Además, a las víctimas del ciclón de las Filipinas envió su abrazo. Con un empeño de oración por la paz reclamó el respeto a “la vida humana que es sagrada” cuando las mayoría de las víctimas están entre la población civil como es el caso de los niños.
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Mendigos de salvación
En su reflexión, el Papa comentó el evangelio del día, la curación del viejo Bartimeo (Mc 10,46-52) “un pobre mendigo” ignorado por la gente que Jesús ve y pregunta “¿Quién es para ti el ‘Hijo de David’? Es así que el Señor empieza a abrir los ojos del ciego” ya que el ciego grita y Jesús “lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón”. La curación se produce por la fe ya que, explicó Francisco “Bartimeo ve porque cree; Cristo es la luz de sus ojos”. “El Evangelio nos dice que deja su manto, el último bien que tenía, para ir con Jesús. Esta confianza salva al ciego, porque es una realización plena de esperanza con Cristo, luz del mundo”, prosiguió el pontífice interpelando a los presentes si cuando da limosna mira a los ojos y toca al mendigo ya que al acercase a un pobre “es Jesús mismo que se acerca a ti” ya que “la limosna no es beneficencia” sino una gracia.
“El Señor le abre el camino y hace seguro su paso. El hombre que pide piedad recibe una gracia superabundante: el ciego no encuentra solo la vista, sino la dirección de la vida, siguiendo a Jesús”, destacó el Papa. Por eso invitó a preguntarse: “¿veo a mi hermano mendigo a lo largo del camino? ¿Reconozco que yo mismo soy mendigo delante del Señor? ¿Busco con confianza la misericordia de Dios, que siempre tiene piedad de mí?”