Las hermanas carmelitas del Monasterio de Arlington (EE.UU.) ya no son religiosas debido a su negativa a reconocer la autoridad de las autoridades eclesiásticas pertinentes. Por este motivo, tal como recoge Katholisch, las religiosas fueron legalmente despedidas de la orden, tal como anunció el lunes la superiora del monasterio.
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El caso de estas carmelitas recuerda mucho al de Belorado. Y es que la carta de la madre María de la Encarnación, publicada por la diócesis de Fort Worth, afirma que las monjas han roto la comunión con la Iglesia, para lo cual tienen tres razones: no reconocían la autoridad del Vaticano, del obispo local ni del Papa.
La desobediencia empeoró aún más después de que las hermanas se sometieran a mediados de septiembre a la Sociedad de San Pío X, impulsada por el obispo cismático Marcel Lefebvre, una comunidad tradicionalista sin estatus canónico que no está en plena comunión con la Iglesia.
También intentaron convertir el monasterio en una forma jurídica civil para conservar el control sobre los bienes de la orden, a pesar de que, según el derecho canónico, los bienes de las órdenes religiosas son bienes de la Iglesia y, por ello, los miembros de la orden no pueden disponer libremente de él y, en particular, no pueden transferirlo fácilmente a entidades jurídicas no eclesiásticas, como la fundación ahora creada.
Exclusión por apostasía manifiesta
Según la madre María, la expulsión de la orden se debe a la regulación del derecho canónico según la cual las personas religiosas son automáticamente consideradas expulsadas de la orden si “se han alejado manifiestamente de la fe católica”. “Por ello, hoy, 28 de octubre de 2024, declaro con gran pesar que las monjas del monasterio de la Santísima Trinidad ya no son miembros de la Orden de las Carmelitas Descalzas”, dijo la superiora.
La disputa sobre el monasterio y su ex superiora, la madre Teresa Agnes, lleva más de un año latente. Se dice que la Madre Teresa Agnes admitió haber violado su voto de castidad. El obispo de Fort Worth, Michael Olson, investigó el incidente, algo ante lo que las religiosas protestaron públicamente. El Vaticano rechazó en gran medida las quejas de las hermanas, pero colocó el monasterio bajo el control de la hermana María de la Encarnación, en lugar del obispo Michael Olson.