España

El dolor del párroco de Paiporta, donde ya hay al menos 40 muertos: “Esto parece una guerra”

  • Gustavo Riveiro: “Es inevitable que, en medio del dolor, la primera pregunta que sale de los afectados sea una que no ilumina: ‘¿Por qué?’”
  • Lamenta “situaciones muy dolorosas”, como “esa madre que tenía agarrada a su hija de la mano y vio cómo se la llevaba la corriente…”
  • No sabe si habrá una ceremonia colectiva: “De todos modos, ahora no podríamos enterrar a nadie. Todo es una gran montaña de barro”





De las 95 víctimas mortales que ahora mismo contabiliza el Ministerio del Interior tras la gota fría que el pasado 29 de octubre se cebó con el litoral este, 92 son de la provincia de Valencia y, dentro de ella, hasta 40 se concentran en la localidad de Paiporta. Un horror que puede incrementarse en las próximas horas, pues aún hay “decenas de desaparecidos”.



En medio de esta pesadilla, Vida Nueva ha contactado con el sacerdote argentino Gustavo Riveiro, párroco de San Jorge, una de las tres parroquias de este municipio de 28.000 habitantes. Como explica, mientras camina entre el lodo que lo llena todo, “esto parece una guerra, con la gente yendo de un lado hacia otro, buscando a sus familiares y amigos desaparecidos”.

Una montaña de coches

Ante sí, se levanta “una montaña de coches, apilados los unos sobre los otros”. Por no hablar de que, “hasta anoche, no teníamos electricidad y estábamos completamente incomunicados. Y aún seguimos sin agua”.

Todo empezó para ellos “a las seis y media de la tarde del martes. En ese momento, estaba en la sacristía, afrontando un momento ya de por sí triste, pues estaba hablando con un matrimonio cuyo hijo iba a nacer ese día y que, en la última ecografía previa al parto, apareció muerto. Estaba consolándoles y comentábamos la posibilidad de realizar una ceremonia por el alma del niño cuando, de repente, varias mujeres empezaron a gritar y a advertirnos que se había desbordado el barranco y que el agua venía hacia nosotros”.

Evacuaron una adoración eucarística

Inmediatamente, “salí al altar e interrumpí una adoración eucarística que se estaba celebrando en ese momento. A algunos fieles les costó aceptarlo, pero conseguí que todos nos fuéramos y vaciar el templo. Veinte minutos más tarde, este estaba inundado… Seguramente, si hubiéramos permanecido allí, ahora todos estaríamos muertos”.

La misma suerte corrieron “las otras dos parroquias del municipio, la de San Ramón Nonato y la de la Inmaculada Concepción. De hecho, ellas, al estar en una posición más baja, se llenaron de agua por completo. Aunque, en este sentido, lo peor que he visto se dio en la vecina Picanya, donde fue terrible la imagen de los santos flotando por la calle”.

Los locales están inutilizados

Por todo ello, ahora mismo la organización de la ayuda es casi misión imposible: “La devastación y el desastre son absolutos… Nuestros locales están inutilizados, llenos de barro. Lo mismo que los supermercados o los bares. Todo se lo llevó por delante lo que parecía un inmenso mar con fuertes olas. En mi pueblo natal, en Argentina, también hay un río y ha habido inundaciones Pero jamás había visto algo como esto, con el agua alcanzando dos metros de altura”.

Es doloroso no poder ofrecer un auxilio material mientras el pueblo esté incomunicado, ya que “han caído puentes y pasarelas y es difícil incluso moverse por dentro del propio municipio”. Hasta el punto de que “un sacerdote amigo de Torrent, que tiene a familiares aquí y a los que no encuentra, me ha dicho que viene andando para tratar de poder dar con ellos”.

Consuelo espiritual

Eso sí, a Riveiro, que además es el responsable de la Pastoral del Turismo en la Conferencia Episcopal, le queda “lo esencial, el tratar de ofrecer consuelo espiritual. Podemos vivir incluso sin las imágenes sagradas de nuestras iglesias, pero lo que ahora duele es el vacío en las familias al perder a los suyos o buscarles sin saber si viven o han muerto”.

Por ahora, “he podido acompañar a dos familias que se han acercado. Y es inevitable que, en medio del dolor, la primera pregunta que sale de los afectados sea una que no ilumina: ‘¿Por qué?’. Ha habido situaciones muy dolorosas y que, humanamente, no se pueden asumir, como esa madre que tenía agarrada a su hija de la mano y vio cómo no podía más y se la llevaba la corriente… La muerte siempre es difícil de afrontar, pero, en situaciones como esta, lo es mucho más. Ahí, siempre surgen más interrogantes”.

Otra prueba muy dura

En ese sentido, “solo queda tratar de recolocarse, desde la fe y la humildad, ante el misterio de la vida humana”. Sin olvidar que “este es un pueblo de gente buena y sencilla que hace tres años tuvo que superar una difícil prueba cuando se profanaron 30 tumbas del cementerio. Nadie lo entendimos y costó, pero salimos adelante”.

Ahora, toca mirar hacia adelante… Un punto de partida que se iniciará cuando puedan enterrar a todas las víctimas: “No sabemos cómo y cuándo será, ni si habrá una ceremonia conjunta o no. No sabemos nada. Todos los fallecidos de la provincia están siendo llevados a una gran morgue en la Ciudad de la Justicia de Valencia. El proceso será largo, pues habrá las correspondientes autopsias. Y eso que se está agilizando todo al permitirse que se levanten los cadáveres sin la presencia de un juez”.

Aunque la más dura es esta imagen final: “De todos modos, ahora no podríamos enterrar a nadie. Todo es una gran montaña de barro”.

Compartir
Noticias relacionadas










El Podcast de Vida Nueva