“La gente está devastada. Esto es una película de terror”. Son las palabras que salen de la boca de Francisco Furió, párroco de Aldaia, una de las localidades castigadas por la gota fría más letal que ha azotado España. Se encuentra bien y no da ninguna importancia al hecho de haber perdido su coche por culpa de la temporal. También minimiza el hecho de que los dos templos de la localidad estén inundados. Su primera preocupación son los vecinos. “Tenemos confirmados cuatro fallecidos pero creemos que son más”, comenta, con una petición a renglón seguido: “Rezad, esto es muy duro”.
La reflexión de Furió es el sentir de los sacerdotes que están al frente de las comunidades cristianas afectadas por la DANA, pertenecientes al Arciprestazgo San Vicente Ferrer de la Archidiócesis de Valencia, que incluye, entre otras localidades, a Vilamarxant, Ribarroja, Lliria, Benisanó y Benaguasil. “Estamos sin agua, sin energía eléctrica, sin señal de móvil”, detalla Samuel Aristizabal, párroco de la Purísima Concepción de Pedralba, una pedanía que recogió 411 litros por metro cuadrado. El presbítero no duda en asegurar que hay “mucha desolación” y numerosas “pérdidas materiales”.
No se queda atrás el párroco de Catarroja, José Vicente Alberola: “No tenemos casi cobertura móvil y se está haciendo difícil contactar y movilizar a la gente para ayudar. Poco a poco iremos sacando el barro, todo está muy destrozado”. El cura detalla que las dos parroquias que tiene a su cargo “se han inundado hasta tres metros, se han destrozado, y estamos intentando salvar algunas cosas”. “En el Pilar la imagen de la Virgen ha desaparecido, se la ha llevado el agua”, remarca.
Miguel Alejandro Gómez, párroco de San Pedro Apóstol de Massanassa, directamente dibuja el panorama como “caótico”. “Todo el mundo está desbordado”, dice. Sobre Massanassa, comparte que es “un pueblo de casas bajas, es indescriptible”. El sacerdote todavía tiene muy presente la noche de la tragedia en la que acogió en su casa a un matrimonio con una niña de diez días que no tenían forma de volver a casa. “Estoy preocupado por personas que no sabemos nada y atendiendo a vecinos que no encuentran a sus familiares”, expresa sobre la incertidumbre en la que están viviendo.
“Nos hemos puesto a disposición de los ayuntamientos para ofrecer nuestros locales e instalaciones, así como a través de Cáritas, mantas, alimentos, cargadores de móvil y otras ayudas para la gente que se han tenido que alojar en polideportivos y colegios provenientes de los polígonos donde se han quedado incomunicados o de otras poblaciones a las que no podían acceder, como Pedralba, Cheste o Chiva”, explica Francisco Ferrer, arcipreste y párroco de Santa Catalina de Vilamarxant.