El sacerdote ha sido premiado en los XI Galardones Alter Christus, con los que el Regnum Christi busca reconocer y destacar la entrega y contribución de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad
El Regnum Christi ha entregado los XI Galardones Alter Christus, con los que busca reconocer y destacar la entrega y contribución de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad. Con los damnificados por la Dana de Valencia y con todas las víctimas de violencia, abuso y maltrato presentes en la oración inicial, entregó los galardones de pastoral social, atención al clero, pastoral familiar y nueva evangelización a Pablo Seco, Alfonso Crespo, Gabriel Antonio Gómez y Carlos Bosch respectivamente.
También hizo entrega de un galardón especial a Luis Alfonso Zamorano por su acompañamiento a las víctimas de abuso y compromiso con la prevención y la cultura del buen trato: “las víctimas son las favoritas de Dios”, afirmó el sacerdote, conectado desde Costa Rica. En su nombre recogieron el galardón Policarpo Díaz y Rubén Montoya, dos personas que conocen bien su labor: “Luis Alfonso trata a las víctimas de abuso, como Cristo a los leprosos”, “llega cuando parece que ya todo se ha perdido, y se queda”, subrayaron.
El evento tuvo lugar en la Universidad Francisco de Vitoria, y participaron unas 100 personas, entre ellas el obispo auxiliar de Madrid, Vicente Martín, quien agradeció al Regnum Christi la celebración de este tipo de eventos. También recalcó “el gesto que tuvo el Regnum Christi el otro día: este acto estaba previsto para el día 21 de octubre, y tuvisteis la gentileza de posponerlo para dar espacio a ese reconocimiento que hicimos también en esa fecha como Iglesia de Madrid a las víctimas de abusos”, en la Catedral de La Almudena donde, recordó, se dijo algo importante: “No queremos, no podemos y no debemos pasar página. Queremos, como se ha mencionado aquí, llorar con los que lloran ante esta situación”.
El galardón especial que se entregó en esta ocasión fue para Luis Alfonso Zamorano, un sacerdote que “desempeña una labor especial en el acompañamiento a las víctimas de abuso y en su compromiso con la prevención y la cultura del buen trato” en el seno de la Iglesia. Dado que él en ese momento se encontraba en El Salvador se conectó por Zoom, y recogieron el galardón en su nombre dos personas que conocen bien su labor: el sacerdote Policarpo Díaz y Rubén Montoya.
“Yo quiero agradecer sobre todo a Dios por este reconocimiento. Muchas veces, en el silencio de mi oración, recibo su acción de gracias a través de personas que se acercan porque han escuchado alguna charla o leído alguno de los libros”, señaló Zamorano. También reconoció que “este reconocimiento ha llegado en un momento complejo y delicado, y ha sido una caricia de Dios, una confirmación.
Al referirse a las víctimas de abuso señaló que “el encuentro con ellas y con los supervivientes, en distintas latitudes, ha tejido y forjado mi corazón. Sigo aprendiendo, y para mí ellos son una gran escuela donde Dios va moldeando mi corazón de pastor y me ayuda a mirar el mundo, la historia y también a Dios desde la perspectiva de las víctimas. Es una gran necesidad que tenemos en la Iglesia”.
Y continuó: “Dios me permite tocar sus heridas, sus llagas, que pueden resucitar y ser gloriosas; hay sanación posible. A veces me preguntan si realmente pueden sanar, como si estuvieran irremediablemente dañados. ¡Pobrecitas! ¡Claro que hay sanación, claro que hay esperanza!”.
También las bienaventuranzas hablan de estas personas: “En las víctimas he comprendido mucho más el grito de Jesús en la cruz: ‘Tengo sed’. Ese grito desgarrador, esa sed de justicia, que es una bienaventuranza, no es venganza. Jesús pone la justicia al mismo nivel que el pan y el agua: ‘Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia’. La justicia es una necesidad vital para poder seguir adelante y, en muchos casos, para recuperar la fe”. Por ello, explicó, “he intentado estar junto a ellas, a los pies de su cruz, para que puedan llegar a sentirse favoritas de Dios, sostenidas y amadas por Él”.
Finalmente quiso agradecer al Regnum Christi el proceso que está haciendo dada “la dolorosísima historia que ha vivido”. “Aprecio su esfuerzo por sanar la memoria, por asumir la historia y por abrir caminos que, en muchos casos, son ejemplo para la Iglesia”. Y continuó: “Creo que pueden ser un ejemplo maravilloso de cómo las heridas, también a nivel institucional, pueden convertirse en manantial. Mi deseo es que se cumpla esa palabra en ustedes: que donde abundó el pecado, sobreabunde la gracia y la misericordia para muchos”.
Alfonso Crespo nació en Fernán-Núñez, nació en Córdoba en 1948. En Málaga ha desempeñado diferentes responsabilidades, dedicándose principalmente a servir y formar a los sacerdotes. Está convencido de que “cuidar al pastor es cuidar al rebaño”.
En sus palabras de agradecimiento, Alfonso recordó la petición del papa Francisco: que los sacerdotes tengan “olor a oveja”. Y en este sentido explicó que “que el rebaño necesita siempre el aliento de su pastor, pero también el pastor necesita la compañía del rebaño: un buen sacerdote crea un buen rebaño, pero un buen rebaño ayuda muchísimo a formar un buen pastor”. Por eso también deseó que “¡ojalá que todos los sacerdotes llenemos de identidad la figura del Buen Pastor!”.
El Padre Gabi, como le llaman los amigos, es un sacerdote de Madrid con una destacada trayectoria pastoral al servicio de las familias y de los más desfavorecidos. En la entrega de los Galardones, tras recordar la importancia de su madre en su vida y en su vocación, explicó que se sentía “muy ilusionado con ser sacerdote”: “He estado en casi todos los barrios de Madrid. Le dije a don Carlos (Osoro, anterior arzobispo de Madrid) que me iría a los pueblos hasta morir con las botas puestas. Y aquí estoy”.
Reconoció, además, que ya es mayor y bromeó cuando explicó que “como soy muy aficionado al Real Madrid y habiendo nacido en Chamberí, me siento como Modric, renovando solo por una temporada. Pero estoy muy contento”. Concluyó sus palabras recordando a Baden Powell: “La mejor manera de ser feliz es haciendo felices a los demás”.
El ministerio del Padre Gabi se ha centrado en la atención a la familia en lugares muy necesitados, como Carabanchel, la UVA de Hortaleza, la pastoral carcelaria y, más recientemente, en los pueblos despoblados de la Sierra Norte de Madrid, donde es párroco en El Berrueco, El Atazar y Sieteiglesias.
Mosén Bosch es un joven sacerdote de la diócesis de Barcelona comprometido con la pastoral juvenil. Ha tomado el relevo de Mosén Bruno Bérchez en el impulso de iniciativas para acercar a los jóvenes a Cristo. Entre ellos destaca el ‘Encuentro Betel’, un festival católico que desde 2021 reúne a miles de jóvenes en una jornada de música, oración y testimonios. Bosch confiesa en sus redes sociales que lo que le mueve es “compartir mi pasión: Cristo y su Iglesia”.
Agradeció el galardón y explicó que en el seminario se les proponía a los jóvenes “ser como el Buen Pastor”, una imagen que cada vez veía más lejana hasta que un día otro un formador les explicó que “los sacerdotes no somos llamados porque seamos los más santos, sino porque somos los más necesitados de Dios”.
Esto le dio pie también para explicar, dirigiéndose a los organizadores, “que así como agradecéis a los sacerdotes, a mí también me ayuda a agradecer mi sacerdocio al Señor y poner la mirada en Él”. Señaló que ser sacerdote le permite “estar en primera fila: ser testigos de la acción de Dios en la vida de tantos nos permite ver cómo Él obra, y es como estar en primera fila, casi como comiendo palomitas, diciendo: ‘¡Qué interesante!”.
Pablo Seco es el actual capellán del aeropuerto Madrid-Barajas, pero también posee una amplia experiencia en pastoral social y misionera. Pasó 24 años en Japón, donde acompañó, entre otros, a trabajadores del mar y presos de habla hispana y portuguesa.
Tras recibir el galardón, señaló que Alter Christus, como explica Jesús en el Evangelio, “es el forastero, el que tiene hambre, el que tiene sed. Jesús nos dice en el Evangelio de Mateo: ‘Fui forastero y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, tuve hambre y me disteis de comer”.
Y, en este sentido explicó que “yo soy quien sirve al Alter Christus”. Aprovechó para dar gracias a Dios “por hacernos dignos de servirle en el forastero, en el migrante, en el perdido, en el pobre, en el necesitado de una mano amiga, de una palabra de consuelo o de orientación”.