El papa Francisco ha compartido hoy protagonismo en la audiencia general de los miércoles. Y ha sido a petición propia. La imagen de la Virgen de los Desamparados, patrona de la ciudad del Turia, ha presidido la celebración en la plaza de San Pedro. “De manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo por el agua”, ha dicho espontáneamente el Pontífice al colocar una flor ante la imagen regalada por peregrinos valencianos.
“Quería saludar a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida de los pobres, hoy que Valencia sufre mucho, y también otras partes de España”, ha afirmado Jorge Mario Bergoglio antes de comenzar la audiencia.
Tras un momento de contemplación, el Papa ha rezado, junto a los miles de fieles congregados en la plaza, un Ave María por los, al menos, 211 fallecidos y 89 desaparecidos a causa de la DANA.
Durante su catequesis, Francisco se ha centrado en el Espíritu Santo y la oración. “El Espíritu Santo es al mismo tiempo sujeto y objeto de la oración cristiana. Es decir, Él es el que da la oración y Él es el que se nos da por la oración. Nosotros oramos para recibir al Espíritu Santo, y recibimos al Espíritu Santo para que verdaderamente podamos orar, es decir, como hijos de Dios, no como esclavos”, ha señalado.
El Pontífice ha expresado un lamento: “No sabemos rezar”. “La razón de esta debilidad en nuestra oración se expresaba en el pasado con una sola palabra, utilizada de tres formas distintas: como adjetivo, como sustantivo y como adverbio. Es fácil de recordar, incluso para los que no saben latín, y merece la pena tenerla presente, porque ella sola encierra todo un tratado. Nosotros, los seres humanos, decía aquel dicho, ‘mali, mala, male petimus’, que significa: siendo malos (‘mali’), pedimos las cosas equivocadas (‘mala’) y de la manera equivocada (‘male’)”, ha explicado.
Según sus palabras, “la oración cristiana no es el ser humano que habla con Dios al otro lado del teléfono, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios”. Así, ha indicado que “el Espíritu Santo intercede por nosotros, pero también nos enseña a interceder, a su vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión. Esta oración es particularmente agradable a Dios porque es la más gratuita y desinteresada”.