“Cuando era sacerdote en Buenos Aires, y mantuve este hábito incluso como obispo en mi ciudad de origen, me encantaba caminar por los distintos barrios para visitar a hermanos sacerdotes, visitar alguna comunidad religiosa o conversar con amigos. Caminar nos hace bien: nos pone en relación con lo que sucede a nuestro alrededor, nos hace descubrir sonidos, olores, ruidos de la realidad que nos rodea, en definitiva, nos acerca a la vida de los demás”.
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Con estas palabras comienza el papa Francisco el prefacio que ha escrito para el libro ‘La fe es un camino’, una antología de meditaciones del Pontífice para viajeros y peregrinos publicada por Libreria Editrice Vaticana con motivo del Jubileo, y cuyo prefacio ha sido publicado este miércoles por Vatican News.
“El Jubileo de 2025”, continúa el Pontífice, “junto con la dimensión esencial de la esperanza, debe impulsarnos a una conciencia cada vez mayor de que la fe es una peregrinación y de que en esta tierra somos peregrinos. No turistas ni vagabundos: no nos movemos al azar, existencialmente hablando. Somos peregrinos”. Por este motivo, “el peregrino vive su caminar bajo la bandera de tres palabras clave: el riesgo, el esfuerzo y la meta”.
En cuanto al riesgo, el Papa recuerda que “hoy nos cuesta entender lo que significaba para los cristianos de antaño peregrinar, acostumbrados como estamos a la rapidez y comodidad de nuestros viajes en avión o en tren. Pero ponerse en camino hace mil años significaba asumir el riesgo de no volver nunca a casa, a causa de los muchos peligros que se podían encontrar en las diversas rutas”.
“Caminar es un esfuerzo”
“La fe de los que decidían ponerse en camino era más fuerte que cualquier temor: los peregrinos de antaño nos enseñan esta confianza en el Dios que les llamaba a ponerse en camino hacia la tumba de los Apóstoles, Tierra Santa o un santuario”, subraya Francisco. Por eso, “también nosotros pidamos al Señor tener una pequeña porción de esa fe, aceptar el riesgo de abandonarnos a su voluntad, sabiendo que es la de un Padre bueno que quiere asignar a sus hijos sólo lo que les conviene”.
Además, ha señalado que “caminar significa realmente esfuerzo”. “El esfuerzo de madrugar, preparar una mochila con lo imprescindible, comer algo frugal. Y luego los pies que duelen, la sed que se hace punzante, sobre todo en los días soleados de verano. Pero esta fatiga se ve recompensada por los numerosos regalos que el caminante encuentra a lo largo del camino: la belleza de la creación, la dulzura del arte, la hospitalidad de la gente”, explica el Papa.
Por último, Francisco señala que “caminar como peregrino significa que tenemos un lugar de aterrizaje, que nuestro movimiento tiene una dirección, una meta”. “Caminar significa tener un destino, no estar a merced del azar: quien camina tiene una dirección, no va en círculos, sabe adónde ir, no pierde el tiempo zigzagueando de un lado a otro. Por eso, he recordado repetidamente lo estrechamente relacionados que están el acto de caminar y el de ser creyente: quien tiene a Dios en el corazón ha recibido el don de una estrella polar hacia la que tender: el amor que hemos recibido de Dios es la razón del amor que tenemos que ofrecer a los demás”.