América

Gladis Montesinos: “Vivir a la intemperie con los t’simanes es un regalo”

  • La carmelita peruana ha dejado todo atrás para vivir como una más con este pueblo indígena de la Amazonía boliviana
  • Enfrentada a los grandes intereses empresariales que devastan la región, algunos sicarios amenazan con quemarla viva





Del 16 al 21 de septiembre, la III Caravana por la Ecología Integral recorrió Madrid, Bilbao, Valladolid y Cáceres. Tras su paso por nuestro país, hizo una gira europea y estuvo presente en Bélgica, Francia, Italia (incluida una visita al Vaticano), Austria y Alemania. Organizada esta tercera edición por la Red Iglesias y Minería, el Consejo Indigenista Misionero y la REPAM, en España contó con el sostén de la plataforma eclesial Enlázate por la Justicia, integrada por Cáritas, Cedis, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES.



Para trasladar aquí “el clamor de la tierra” y denunciar la “injusticia ecológica”, conformaron la caravana líderes sociales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Perú que acompañan a pueblos amazónicos afectados por el extractivismo y la minería. En este sentido, uno de los testimonios más impactantes fue el de la peruana Gladis Montesinos, religiosa carmelita que, desde hace tres años, ha hecho un paréntesis en su vida comunitaria y encarna su vocación como religiosa viviendo en Bolivia como una más con el pueblo indígena t’simane en el municipio de San Borja, en el departamento amazónico del Beni. Fruto de tal entrega en un pueblo amenazado por grandes intereses empresariales y que ni siquiera es reconocido por el Estado, da “las gracias a los que se ponen del lado de la vida y la justicia”.

Escuchar la realidad

La misionera celebra esta oportunidad de “hacer carne la conversión ecológica integral”, para que el testimonio de los integrantes de la Caravana sea un aldabonazo en la conciencia de Europa, de donde tantas multinacionales salen para impulsar la rapiña y la devastación en la Amazonía. En su caso, tiene claro que “escuchar la realidad es lo que nos convierte”. Y es que, “antes de servir, hay que escuchar”. Algo que testimonia el propio Dios, “que siempre escucha antes de responder”.

Ella está con los t’simanes desde 2022, cuando obtuvo un permiso de su congregación para poder encarnar esta pastoral de la presencia. Fue el fruto de una reflexión, pero sobre todo la culminación de una experiencia vital: “Cuando vine, no sabía al 100% a lo que me exponía. Los inicios fueron duros, pero poco a poco se dio esa conversión y entendí que se me llamaba a descalzarme en una tierra sagrada. Aquí no puedes venir con preguntas o a desarrollar una pastoral como tal… Aquí se viene a encarnar el Evangelio en la realidad de este pueblo, en un compromiso de vida total con ellos”.

Caravana Ecológica en su acto en Madrid. Foto Enlázate por la Justicia

La frase de su madre

Esta vivencia, ante todo, es “un regalo”. Así, en los momentos difíciles, incluso cuando pensaba que haber venido hasta aquí era “un error o una locura”, siempre tuvo clara una frase de su madre: “Lo que es de Dios, sale”. Y eso es precisamente lo que busca hacer cada día: “Desde la conciencia de que es un camino diferente, se lo ofrezco a Dios. Lo mismo que cuando sufro con mi pueblo por las injusticias que padece; en ese dolor veo la imagen de Dios”.

Esta historia compartida tiene un principio: “Antes de vivir con ellos, visitaba a los t’simanes y me formaba en legislaciones sobre derechos humanos para defender su lucha desde un punto de vista jurídico”. La violencia era generalizada y no era raro “verte con un machete ante la cara”. Hasta que un día ocurrió algo diferente: “Estábamos con ellos, acompañándoles en una protesta, cuando, de repente, alguien cercano al interés empresarial frente al que se defienden cortó un árbol y esta cayó justo a mi lado. Estuvo a punto de matarme y pude grabarlo en vídeo, documentándolo. Al valorar mi compromiso con ellos, me dijeron: ‘Quédate a vivir con nosotros. Si quieres, podemos prepararte una casa’. Esa invitación directa lo cambió todo”.

Amenazada de muerte

Tras meditarlo y ofrecer su “sí”, para lo cual contó con el apoyo de sus compañeras de comunidad (“gracias a ellas, que han asumido generosamente mis tareas pese a ser pocas en número, puedo estar aquí”), ahora “puedo vivir con este pueblo a la intemperie, desde la carencia de casi todo lo material y en medio de una enorme inseguridad”. De hecho, sabe que el “precio” a pagar es muy alto. Puede que el mayor de todos: “Me han amenazado muchas veces, pero ahora ya han anunciado que van a quemar mi casa conmigo dentro… La situación es tan grave que el obispo ha salido públicamente a defendernos y a dar a conocer la vulneración de los derechos humanos que se sufre aquí. Con todo, yo tengo asumido que puede pasar cualquier cosa y, cuando me acuesto, no puedo evitar preguntarme: ‘¿Será hoy cuando vengan a por mí?’”.

A aquellos que le preguntan por los “resultados” de su pastoral, ella siempre les responde lo mismo: “Aquí no celebramos la misa ni hay sacramentos, pero promovemos que este pueblo sea lo que siempre ha sido y no renuncie a su identidad por complejos de ningún tipo. Poco a poco, afloran los sueños, las esperanzas, y caminan con la cabeza alta, sintiendo que aportan a la vida del mundo”.

Gladis Montesinos, misionera en la Amazonía boliviana

Sus dioses son sus amigos

Y ese, qué duda cabe, es un modo de ser Evangelio: “Desde el respeto y el conocimiento de su rica espiritualidad, uno aprecia al momento la conciencia que tienen del cuidado de la naturaleza. Para ellos, sus dioses, que están en todo lo que nos rodea, son sus amigos”.

Así, el hecho “de que sientan que los valoras y de que no buscas convertirlos, es algo muy importante para ellos. Por eso, al representar aquí a la Iglesia, siempre cuido mucho no vulnerar su espiritualidad, como sí hacen ciertas sectas evangélicas. La clave es vivir con naturalidad, compartiendo libremente y sin querer cambiarlos. Algunos católicos me critican por ello, pero yo quiero que ellos sean lo que realmente son”.

Vivir el Evangelio desde el barro

No siempre es fácil, pero Gladis es feliz “en este vivir el Evangelio desde el barro. Gracias a esta experiencia, he podido cambiar mi propia mirada. Este pueblo, al que acompañamos para que sea reconocido y goce de sus derechos, me ha hecho hasta una casa para que pueda vivir con ellos, como una más. No tengo agua ni electricidad, y hace poco sufrimos un incendio que arrasó con buena parte de la tierra. Pero, aunque sea un camino largo, tengo toda la ilusión por seguirlo hasta el final”. Incluso si hay que pagar el precio más alto: la propia vida.

Artículo publicado en ‘Somos CONFER’.

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