La apuesta de la madrileña Diócesis de Alcalá de Henares por extender sus ojos y manos para levantar a quienes permanecen muchas veces en los márgenes de la sociedad, se está plasmando en gestos concretos, como en la creación, el pasado 8 de enero, de la Delegación de Migraciones, la Delegación de Pastoral del Trabajo o el Secretariado para el Cuidado de la Creación, hasta entonces inexistentes.
Nada más nacer, la primera ya ha tenido que hacer frente a un reto enorme, como ser uno de los principales apoyos para los internos en el Centro de Emergencia, Acogida y Derivación (CEAD) que la Administración puso en marcha en la localidad para atender a cientos de migrantes que llegan en cayucos a Canarias y que se reparten en distintos puntos del país. En el caso de la ciudad madrileña, el Acuartelamiento Primo de Rivera, que actualmente cuenta con unas 1.350 plazas, se ha atendido a muchísimas personas, en un flujo de entradas y salidas muy rápido.
La Delegación de Migraciones, dirigida por el sacerdote Fran Martínez, se ha volcado en esta tarea, creando junto con Cáritas el proyecto ‘Camino Contigo’, donde, a través de profesionales y voluntarios, se ofrece a los internos del CEAD Alcalá de Henares, y a otros muchos que acuden de toda la diócesis, clases de español, asesoramiento jurídico y acompañamiento psicológico. ofreciendo a los internos clases de español a través de profesionales de Cáritas y, gracias al compromiso de una treintena de voluntarios, prestando también asesoramiento jurídico y psicológico.
Pero este compromiso también ha desarrollado muchas otras, fomentando los lazos y, desde un contacto muy estrecho, conocer “de primera mano la situación de hermanos nuestros como los que conforman la comunidad africana, la china, la iberoamericana y la ucraniana, compartamos o no nuestra fe religiosa”.
En este sentido, el siguiente paso dado por la Delegación de Migraciones junto con las demás delegaciones de sensibilidad más social, es la organización de la ‘Semana Fratelli tutti’, que la diócesis alcalaína celebra del 11 al 15 de noviembre con significativas conferencias diarias en distintos arciprestazgos. El propio Fran Martínez valora con ‘Vida Nueva’ cada una de ellas.
PREGUNTA.- La primera charla es sobre la ‘Dimensión social del Kerygma’, a cargo de Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal. ¿Hasta qué punto están concienciados los católicos de que el compromiso social es esencial de cara a una vivencia coherente de la fe?
RESPUESTA.- A veces podemos olvidar que la atención a los más desfavorecidos, en un sentido estricto, pero la apertura a la caridad universal, en un sentido más amplio, nace con fuerza del Evangelio. El “a mí me lo hicisteis” de Mateo 25 debería ser una expresión clavada en el alma de cualquier cristiano. No es, por tanto, una cuestión de sensibilidades, donde a unas personas les interesan más unos temas y a otras personas otros temas en los que se vuelcan, sino que el compromiso social y la construcción del Reino es una cuestión que brota como consecuencia del encuentro con Cristo y su seguimiento.
P.- Luis Alfonso Peláez, delegado diocesano de la Pastoral Penitenciaria, reflexionará sobre la presencia eclesial en las cárceles. ¿Hay algún ámbito en el que la oferta del Evangelio pueda ser más transformadora de una vida marcada por el sufrimiento?
R.- La experiencia de los voluntarios y sacerdotes que dedican su tiempo al acompañamiento de personas en prisión habla siempre de la belleza de la vida cuando uno se siente amado y respetado, incluso en las circunstancias más difíciles, como es la vida de la cárcel. En cada voluntario, es Jesús quien se hace cercano y compañero de camino con cada persona que está en prisión, con una mirada de misericordia, redescubriendo su dignidad, sin juicios ni reproches, solo con el deseo de ser una mano tendida que le devuelva la esperanza.
P.- Sobre ‘El derecho a una vivienda digna’ disertará María del Carmen Nieto, del Equipo de Inclusión de Cáritas Española. Sin duda, este es uno de los mayores problemas que golpean a los jóvenes; y no solo a estos, sino a buena parte de la sociedad. ¿Cómo puede la Iglesia ofrecer una palabra de denuncia a la hora de desnudar un sistema marcado por la injusticia, por el que una élite privilegiada se impone sobre el interés general, muchas veces ante la inacción de las autoridades?
R.- El tema de la vivienda ha querido incluirse en la ‘Semana Fratelli tutti’ para mostrar algo tan difícil de resolver como doloroso de entender, y es que una de las causas principales de las situaciones de pobreza es la dificultad para acceder a una vivienda. La parte más importante de los ingresos de una persona o de una familia va destinada a asumir algo que es un derecho fundamental de toda persona como el derecho a vivir en un lugar digno.
En torno a la vivienda se observan tremendas injusticias… Pienso en los precios desorbitados en el alquiler; pienso en la negativa, tantas veces injustamente repetida, de quien alquila y niega el derecho al padrón del alquilado; pienso en las condiciones precarias en las que tantas personas tienen que vivir aún en nuestras grandes ciudades; pienso en quien viene a nuestro país y no tiene un lugar donde dormir… La Iglesia, apoyada en el Evangelio y en la Doctrina Social, debe ser voz de denuncia ante tantas injusticias, a la vez que seguir creando espacios donde poder acoger.
En este sentido, me alegra constatar las numerosas iniciativas que ya se están llevando a cabo para la acogida de familias o personas en diversas diócesis españolas, colaborando a la mejoría de la oferta en vivienda.
P.- Emilio Chuvieco, director del Secretariado Diocesano para el Cuidado de la Creación, pondrá la mirada en la llamada a la “conversión ecológica”. ¿Por qué esta cuestión, clave en el pontificado de Francisco y que emana de la propia Doctrina Social de la Iglesia, es vista con tantos prejuicios ideológicos por parte de muchos católicos?
R.- Desde que Yahvé encomendó a Adán y Eva, como aparece en el Génesis, el cuidado de la tierra y lo que en ella había, el cristiano está profundamente comprometido con el cuidado de la creación y la administración de sus recursos. Es verdad que a veces algo tan bello como el cuidado de la creación se ha ideologizado y esto ha podido hacer que en muchos cristianos no despertase interés. Sin embargo, el pontificado del papa Francisco nos está ayudando, a través de sus encíclicas, a redescubrir la relación de la persona humana con todo lo que le rodea, también con la creación, como lugar que Dios nos ha regalado para vivir unidos y del que somos corresponsables.
P.- La última charla correrá a cargo de Fernando Redondo, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal, y versará sobre el documento de los obispos ‘Comunidades acogedoras y misioneras’. ¿A qué personas y colectivos hay que abrir con más insistencia las puertas de nuestras parroquias y grupos cristianos? ¿Sabemos pedir perdón si caemos en la cuenta de que a veces se la hemos cerrado?
R.- A nuestras parroquias y comunidades están llegando continuamente hombres y mujeres venidos de otros países buscando una vida mejor. A veces, nos conformamos con darles alimentos, ropa, el pago de un recibo en el mejor de los casos… y creemos que es todo lo que buscan y que es todo lo que podemos dar. Se nos puede olvidar que la Iglesia es ante todo una comunidad, una familia de familias, que debe distinguirse por su capacidad de acogida, de empatía, de escucha… No todo el que acude a la parroquia necesita la ayuda de Cáritas, pero sí que todo el que acude a la parroquia necesita un hermano, y por eso lo busca.
En este sentido, quisiera destacar, con dolor, las situaciones de muchos inmigrantes que, habiendo vivido en sus países de origen un compromiso y una vivencia católica, al llegar a nuestro país y no verse acogidos en nuestras comunidades, han terminado por abandonar la fe o acudiendo a otras iglesias cristianas. Creo que debemos reflexionar sobre el modo de acogida de nuestras parroquias y, para ello, el documento de los obispos españoles ‘Comunidades acogedoras y misioneras’ debería ser un material de reflexión en nuestros consejos pastorales para establecer en nuestras comunidades algunas buenas prácticas que nos ayuden a mejorar nuestra acogida y acompañamiento.
Cuando dejamos de ver el fenómeno de la inmigración como un problema y lo empezamos a ver como una oportunidad de enriquecimiento mutuo, crecimiento espiritual y ocasión de encuentro, nuestras comunidades se ven fortalecidas en un “nosotros” cada vez más grande.