El Siervo de Dios José Torres Padilla, tras la lectura de la Carta Apostólica del papa Francisco ha sido proclamado beato. Ha sido pasadas las 11 de la mañana en una celebración en la catedral de Sevilla –en la que se han colocado más de 8.000 sillas y en la que han repicado las campanas de la Giralda con la proclamación– presidida por el cardenal Marcelo Semeraro como prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos. Para el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses , esta ceremonia litúrgica quiere ser “en un testimonio oportuno de la virtud de la caridad y del servicio que guiaron la vida del nuevo beato, de la ‘transformación de su corazón’, que se hizo ‘semejante’ al de Jesús. El testimonio de amor del padre Torres dejó una profunda huella en su tiempo y sigue siendo inspirador para quienes buscan vivir de un modo auténticamente cristiano su existencia”, señaló en un artículo para el ‘Diario de Sevilla’.
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Las hermanas de la Cruz se han volcado en una celebración en la que han ocupado la mitad de la nave frente al altar del Jubileo. Junto al cardenal, han participado en la celebración 17 obispos, 213 sacerdotes y 27 diáconos de toda España, así como 84 seminaristas de Sevilla, Jerez, Córdoba y Toledo.
Esta ha sido la quinta vez que Sevilla acoge una beatificación, la propia sor Ángela fue beatificada en 1982 en la explanada de la Feria por Juan Pablo II. También fue la beatificación de la Madre María de la Purísima –de la misma congregación– en 2010, los 27 mártires dominicos en 2022, veinte mártires del siglo XX en 2023 y ahora la de Torres Padilla. José Torres Padilla, nacido en La Gomera en 1811, fue a Tenerife a estudiar en la Universidad de San Fernando de La Laguna. Al clausurarse este centro, se trasladó a Sevilla para continuar sus estudios. Fue catedrático de Teología en el Seminario Conciliar de Sevilla, canónigo de la Catedral e, incluso, asistió como teólogo durante el Concilio Vaticano I por sugerencia de Pío IX. Falleció en Sevilla en abril de 1878.
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— Archidiócesis de Sevilla (@Archisevilla1) November 9, 2024
La caridad y dirección espiritual
En la homilía, Semeraro aludió a la celebración del aniversario de la dedicación de la basílica de Letrán y recordó que “somos todos juntos como Iglesia y también individualmente como bautizados”. Así, el nuevo beato “fue un sacerdote siempre fiel, que vivió su ministerio en profunda unión con el Señor, que era su fuerza interior, pero también fue un sacerdote dispuesto a darse, a salir de sí mismo para ir en caridad a los demás, semejante a las aguas que manan del Templo y hacen crecer toda clase de árboles frutales”. De Torres Padilla, añadió, “destaca de modo particular la unidad de vida o, si queremos usar una fórmula ignaciana, el ser contemplativo en acción”.
Además destacó la unión entre “oración y estuio”; él, prosiguió, “estricto consigo mismo, estaba, sin embargo, lleno de dulzura, hacia los demás, especialmente hacia los más pobres”. También destacó que muchos “hablan de su preocupación por los demás y de su caridad: así, pagaba los estudios de quienes deseaban ser sacerdotes y no tenían medios para mantenerse, mientras él mismo sólo tenía una sotana remendada; pagaba la dote de las jóvenes con vocación y, si estaban en peligro, buscaba una familia que las acogiera…” Otro testimonio que destacó que “cuando era profesor en el seminario, no sólo vivía en la pobreza, sino que recorría incansablemente los barrios de la ciudad, especialmente Triana, para atender a los pobres e indigentes”. El beato “entraba en las casas de los más pobres, las limpiaba, les hacía la cama… Se decía de él que era ‘una especie de prestamista a fondo perdido’; ‘un canónigo extraño que tiene por amigos a vagabundos y vendedores ambulantes’”.
Semeraro también destacó su papel en la dirección espiritual con la que “podía contagiar a los demás con su santidad” como fue el caso de “santa Ángela de la Cruz, a quien apoyó en la misión de fundar el Instituto de las Hermanas de la Cruz”, por lo que “se le considera cofundador del Instituto. Es cierto, una vez más, que los santos son como un detector de la santidad de las personas con las que entran en contacto, aunque sea ocasionalmente”, apuntó.