De custodiar a Carlos de Foucauld a luchar contra el barro para reabrir el colegio parroquial de Benetússer

  • Jesús Cervera es sacerdote en uno de los pueblos valencianos más afectados por las inundaciones
  • Su centro, en el que estudia un millar alumnos y que ha sufrido muchos daños, trabaja a contrarreloj
  • Tres escuelas católicas (incluida una de Polonia) se han ofrecido a apoyarles con material y mobiliario

Jesús Cervera, párroco de Benetússer, Valencia

El sacerdote valenciano Jesús Cervera está acostumbrado a agarrarse a los rayos de esperanza, aunque sean mínimos. Una experiencia a la que sin duda han contribuido sus años de misionero en Argelia, donde, además de ser el pastor responsable de custodiar la tumba de un gigante de la Iglesia como Carlos de Foucauld, sabía que tenía que actuar siempre con mucha delicadeza, pues en el país africano está prohibida cualquier manifestación pública de la fe cristiana y allí Jesús de Nazaret se testimonia de un modo pleno con “la amistad” hacia el otro.



Esa misma fuerza es la que experimenta desde hace dos semanas en el pueblo de Benetússer, uno de los más afectados por las inundaciones que han asolado Valencia, dejando casi 20 víctimas en una población con 15.000 habitantes. Al frente de la Parroquia Nuestra Señora del Socorro, “que afortunadamente apenas ha sufrido daños por estar en la parte alta del pueblo”, este presbítero explica a Vida Nueva cómo si ha sufrido un gran impacto una de sus grandes obras, el colegio del mismo nombre, de titularidad parroquial y en el que estudian casi un millar de alumnos.

Un edificio está menos dañado

Justo cuando hablamos con él, esboza una sonrisa: “Hoy podemos decir que estamos más animados. Con los directores del centro, nos hemos reunido con el Ayuntamiento y con la Consellería de Educación y parece que, el próximo lunes, podremos reabrir uno de nuestros dos edificios, el de Secundaria y Bachillerato, que ha sufrido menos daños, entrando ahí solo 20 centímetros de agua y barro”.

El otro, el de Infantil y Primaria, donde hay matriculados 640 niños, sí está muy afectado: “Ahí la inundación fue enorme y hemos perdido toda la planta baja, llevándose la corriente hasta tabiques y los fogones de la cocina, con lo que pesan. No queda nada: la dirección, la secretaría, el comedor, todas las aulas de Infantil… Todo está arrasado”.

Colegio parroquial de Benetússer, en Valencia, golpeado por las inundaciones. Foto: Víctor

Plan de viabilidad

Al salvarse las tres primeras plantas, salvo la baja, y gracias a la inspección de tres arquitectos, que han avalado que no hay un daño estructural, “estamos trabajando en un plan por el que los alumnos de Infantil suban al primer piso y los de Primaria, que estaban ahí, al segundo y al tercero. A los chicos de 1º y 2º de la ESO, que ocupaban esa última planta, los trasladaríamos al otro edificio. Esa es nuestra propuesta, que tienen que aprobar las autoridades. Si se acepta, construiríamos un acceso seguro desde una escalera que se ha salvado en la primera planta y, si todo va bien, nos gustaría reabrir en 15 días. Pero todo está en el aire”.

Ahora, toca ponerse a fondo “en las labores de albañilería y electricidad, lo que nos va a costar mucho dinero”. Por ello, han abierto una cuenta solidaria y “estamos recibiendo muchos donativos”. De particulares y entidades, resaltando “el fuerte apoyo que nos han dado tres colegios católicos. El principal, desde el primer día, fue el del Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón, en Valencia. Son nuestros ángeles de la guarda y, cuando abramos, nos aportarán muchos materiales escolares y muebles”. También ofrecerán su aporte otro centro levantino que prefiere permanecer en el anonimato y “otro más de Polonia, con el que estamos hermanados y compartimos alumnos de intercambio de Erasmus”.

Una gran familia

En este sentido, el Colegio Parroquial Nuestra Señora del Socorro es una gran familia: “Estudian cientos de alumnos del propio pueblo, pero también de otros cercanos y que ahora han sido muy afectados, como Sedaví, Alfafar o Masanasa. Es otra prioridad para nosotros asegurar que puedan venir en transporte público, lo que sin duda implica otro reto por el mal estado de las comunicaciones”.

Pero, para ellos, ningún esfuerzo es pequeño: “Ha sido increíble ver cómo se han volcado estos días profesores, alumnos y sus familias. Muchos de ellos han venido a limpiar a colegio para poder reabrir lo antes posible”.

Colegio parroquial de Benetússer, en Valencia, golpeado por las inundaciones. Foto: Víctor

Impacto emocional y espiritual

Otro aspecto en el que deberán recuperarse es en el emocional y espiritual: “Mucha gente lo ha perdido todo. Los coches, las primeras plantas de las casas, los comercios de hasta cuatro generaciones y que ya no abrirán… Y, aun así, sabemos que tenemos que dar las gracias a Dios por la vida”.

Aquí, hay un testimonio que a Cervera le ha llegado al corazón: “Un día, limpiando en la parroquia, vino un hombre, se sentó en un banco y empezó a llorar. Al preguntarle, me contó que, ese día, al tratar de salvar el coche, le sorprendió la corriente y se lo llevó… Durante una hora, estuvo atrapado en el coche, yendo a la deriva. Al principio, estaba desesperado, pero hubo un momento en el que rezó y dijo: ‘Padre, ¿de verdad vas a dejar que muera aquí, ahogado en mi propio coche?’. En el fondo, era la oración de Jesús en la cruz, su ‘¿por qué me has abandonado?’… Y lo bonito es que funcionó. Tras rezar, se calmó”.

Salvación milagrosa

Por fortuna, “la historia acabó bien y, hubo un momento en el que el coche paró y pudo salir por una puerta trasera. Fue apenas un segundo, ya que, según escapó, el coche ya no estaba… Había vuelto a emprender la marcha con mucha fuerza. Que salvara la vida es un milagro”.

Tristemente, no todas las historias han tenido este final feliz. Ni mucho menos: “Hay varias familias que conozco golpeadas mortalmente. Ya he enterrado a un padre de dos mellizos a los que doy catequesis… O a una alumna del colegio de 11 años cuyo padre tenía agarrada por las manos y que acabó siendo arrastrada por la corriente. Su cadáver apareció dos kilómetros más allá y ha sido muy duro”.

Colegio parroquial de Benetússer, en Valencia, golpeado por las inundaciones. Foto: Víctor

Que afloren la confianza y la esperanza

Por todo ello, el sacerdote acepta que “este es un momento de rabia e ira. Va a costar, pero debemos tratar de sacar ese veneno y que afloren la confianza y la esperanza, que sí construyen. Son días en que se repite mucho que ‘el pueblo salva al pueblo’, pero es Dios el único que nos salva verdaderamente”.

Para ello, hay que agarrarse al mejor signo de todos: “La gran fraternidad que ha surgido, por la que, hasta los que habían perdido mucho, se han volcado con los que no tenían nada. Ha muerto mucha gente sola, especialmente viudas que vivían en casas bajas. Pero también se han salvado muchas personas a las que sus vecinos han socorrido y acogido en su casa”.

Fotos: Víctor Gutiérrez / Comunicación Arzobispado de Valencia.

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