Para el papa Francisco, “hoy, en muchas partes del mundo, hay muchos mártires que dan su vida por Cristo: en muchos casos, el cristianismo es perseguido porque, impulsado por su fe en Dios, defiende la justicia, la verdad, la paz y la dignidad de las personas. Así lo compartió hoy con los participantes en un congreso organizado por el Dicasterio para las Causas de los Santos que durante esta semana se han celebrado el Instituto Patrístico Augustinianum de Roma, adentrándose en las dos formas de santidad canonizada: la del martirio y la del ofrecimiento de la propia vida.
El pontífice recordó que “para ser santo no sólo se requiere el esfuerzo humano o el compromiso personal con el sacrificio y la renuncia”. Entre los requisitos exigibles, subrayó que “debemos dejarnos transformar por el poder del amor de Dios” para “amar incluso más allá de lo que creíamos ser capaces”.
En su alocución, Jorge Mario Bergoglio compartió que “dar la vida por los amigos es una Palabra que siempre infunde consuelo y esperanza”. En esta misma línea, remarcó que “en la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”.
En tono coloquial, y provocando las risas de su auditorio, compartió que “no hace falta un milagro para beatificar a un mártir. El martirio es suficiente… así ahorramos tiempo… y papeleo y dinero”. En un tono más serio, subrayó después que “en el mártir encontramos los rasgos del discípulo perfecto, que imitó a Cristo negándose a sí mismo y tomando su cruz, y, transformado por su caridad, mostró a todos el poder salvador de su Cruz”.
A renglón seguido, echó mano de un caso concreto, el de los 21 coptos asesinados por el autodenominado Estado Islámico en 2015. “Me acuerdo del martirio de aquellos buenos ortodoxos libios: murieron diciendo: ‘Jesús’. ‘¡Pero padre, eran ortodoxos!’. Eran cristianos. Son mártires y la Iglesia los venera como a sus propios mártires…”. “Con el martirio hay igualdad”, enfatizó sobre el que siempre ha denominado como el ‘ecumenismo de la sangre’. De hecho, también puso el ejemplo de los mártires cristianos (23 anglicanos y 22 católicos) del de la actual Uganda, que fueron ejecutados entre 1885 y 1887 en el contexto del reparto de África. “Lo que cambia, en las distintas épocas, no es el concepto de martirio, sino las formas concretas en que, en un contexto histórico determinado, tiene lugar”, comentó en otro momento.
En su discurso, el Papa también aclaró la nueva vía para subir a los altares y que estableció en el motu proprio ‘Maiorem hac dilectionem’: “Lo que distingue a este ofrecimiento de vida, en el que falta la figura del perseguidor, es la existencia de una condición externa, objetivamente evaluable, en la que el discípulo de Cristo se colocó libremente y que conduce a la muerte”, expuso el Papa.
Al frente de los participantes en la audiencia con el Papa, se encontraba el prefecto del Dicasterio, el cardenal Marcello Semeraro, que durante su intervención en el congreso hizo hincapié en que “los mártires no fueron ni son héroes insensibles al miedo, a la angustia, al pánico, al terror, al dolor físico y psíquico», hasta el punto de que el profesor Andrea Riccardi, en su informe, “habló de fuerza en la debilidad”.
Para el purpurado italiano, “el número de mártires cristianos no se corresponde en absoluto con los beatificados o canonizados”. Es más, alertó de que “una de las características negativas de la edad moderna reside en el hecho de que a menudo se descuida la memoria del pasado”. “Algunas sociedades viven según el preconcepto erróneo de que no hay nada extraordinario que merezca la pena recordar”, dijo después.