Ha sido crítico taurino, columnista radiofónico, tertuliano, articulista, corresponsal, reportero de guerra, crítico musical, vaticanista y cronista deportivo… Ahora escribe en ‘El Confidencial’, hace televisión en ‘El hormiguero’ y ‘Espejo público’, todos los días está en la radio con Carlos Alsina en ‘Onda Cero’, y presenta y dirige ‘La cultureta’. Rubén Amón nos habla sin dejar pelos en la gatera de su último libro: ‘Tenemos que hablar’ (Espasa).
PREGUNTA.- ‘Tenemos que hablar’. ¿Esta frase no se interpreta como un mal presagio?
RESPUESTA.- Es cierto, suena casi como un preludio de crisis matrimonial o de pareja. Sin embargo, el título es un imperativo necesario, porque la tecnología nos ha llevado al aislamiento y a la soledad. Por eso lo planteo como una orden: tenemos que hablar.
P.- ¿Tenemos tanto que decirnos?
R.- Sí, pero no se trata solo de hablar por hablar, sino de comunicar realmente. En el libro hago hincapié en la diferencia entre hablar por decir algo y decir algo por hablar. El enfoque está en que una conversación, para ser significativa, necesita sustancia, algo que la haga relevante y no simple charla superficial.
P.- “El que sabe no habla y el que habla no sabe”. ¿Eso es kryptonita para su libro?
R.- Tienes algo de razón. Hablar exige respeto hacia el silencio, y para que la conversación tenga sentido, debe ser mejor que el silencio. La gente se siente sola y, a veces, hasta las llamadas comerciales se convierten en una oportunidad de contacto humano, por insólito que suene. Para algunos, esas llamadas son el único contacto que tienen.
P.- ¿Y dónde queda el valor del silencio en una conversación?
R.- Es crucial. El silencio en la conversación es como el silencio en la música: le da profundidad y permite escuchar de verdad al otro. Saber cuándo ceder la palabra es tan importante como tener algo que decir. Es una cualidad de los buenos conversadores.
P.- Hoy parece que abundan los monólogos en lugar de las conversaciones…
R.- Exacto. Muchas veces la conversación es solo una sucesión de monólogos, porque estamos más interesados en lo que decimos que en lo que escuchamos. Una buena conversación también implica estar dispuesto a cambiar nuestro punto de vista en función de lo que el otro aporta. (…)
P.- ¿Se considera una persona espiritual?
R.- Sí, pero mi espiritualidad llega a través de la estética. El asombro ante la belleza es, para mí, una experiencia mística. (…)