El arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, continúa al frente del operativo de la Iglesia para auxiliar a las poblaciones devastadas por la DANA. En un despliegue sin precedentes, no solo las parroquias, colegios y comunidades han puesto sus instalaciones a disposición, ya sea como alojamientos, centros de distribución de ayuda o sanatorios, sino que sacerdotes, religiosos y laicos se han echado a las calles para quitar barro, repartir alimentos, enjugar lágrimas, acompañar en el duelo…
PREGUNTA.- ¿Cuánto barro lleva acumulado en las botas?
RESPUESTA.- Cada día voy cambiando de botas y las voy limpiando, pero es cierto que he visitado bastantes poblaciones. Todavía me falta alguna porque no he podido acceder, ya que los accesos siguen complicados. No he podido llegar a todos los sitios donde me hubiera gustado ir. Poco a poco, visitaremos todo.
P.- ¿Qué sensación le deja tocar el desastre desde el terreno?
R.- No es lo mismo que verlo por la tele, porque te encuentras con los rostros de dolor de las personas, algo que no se puede percibir en una foto de un periódico o en una imagen de televisión. Pisar el barro y oler el drama que están padeciendo estas personas te hace comprender la magnitud de la tragedia.
P.- Cuando se dice que lo han perdido todo, ¿es exagerado?
R.- De ninguna manera, porque hay quien ha perdido la vida, con auténticos dramas familiares. Hoy he escuchado a una mujer que ha perdido a su marido y a su hijo. El otro día conocí la historia de un matrimonio joven; fallecieron la esposa y el niño, que iban en el coche cuando él había bajado para intentar sacarlos porque vio el peligro, pero la corriente se llevó el vehículo. Después está quien ha perdido el trabajo o su casa, donde no solo se encuentran cosas materiales, sino los recuerdos de toda una vida. Además, entristece ver cómo los pueblos se han convertido en un montón de escombros. Detrás de cada persona de estos pueblos hay una pequeña tragedia y hay que estar allí para verlo.
P.- ¿Y cómo se consuela?
R.- Más que con palabras, con gestos, que también es una manera de hablar. A partir de ahí, intento transmitirles esperanza y ánimo, mostrarles que estás cerca de ellas y que te preocupas de que puedan tener la ayuda que necesitan.
P.- ¿La Iglesia está dando el callo?
R.- Me llena de satisfacción, porque creo que los cristianos hemos hecho y estamos haciendo lo que en este momento hemos de hacer. Tengo un familiar que vive en una de las poblaciones afectadas y cuya vivienda ha sufrido daños graves. Ellos no han tenido ningún daño personal, pero me decía: “Muchos de los que han venido a ayudarnos son grupos de parroquias”. La gente ha percibido que la Iglesia está ahí, a través de tantos jóvenes y adultos que están echando una mano permanente. Hemos estado y estamos donde tenemos que estar.