El líder de la Iglesia Greco-Católica Ucranianahace un llamamiento a la justicia y la paz para su país: “Estamos sumergidos en un océano de dolor”
Después de mil días de guerra en Ucrania, Sviatoslav Shevchuk, líder de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana reflexiona en una entrevista a la agencia informativa SIR, sobre los horrores del conflicto ruso ucraniano, la diplomacia internacional, y lo que significa realmente una “paz justa” para la zona.
“Estamos sumergidos en un océano de dolor”, comenzó encapsulando así la devastación que han marcado estos mil días de conflicto. Para Shevchuk, las imágenes de la guerra son una pesadilla constante. “Cada día, alguien se atreve a destruir vidas humanas. Es un sacrilegio”. En este sentido, recordó el reciente ataque en Sumy que segó la vida de once personas, entre ellas, un niño de 9 y una niña de 14 años. “Este profundo dolor plantea muchas preguntas: ¿es posible que hoy, en Europa, esté ocurriendo esta guerra neocolonial, que no respeta la dignidad humana?“, cuestionó con tristeza.
Aunque reconoció los esfuerzos internacionales por poner fin al conflicto, Shevchuk no ocultó su preocupación. “Agradecemos a los líderes mundiales que intentan encontrar una solución”, dijo, “pero hay una sombra de miedo”. Se mostró inquieto ante la posibilidad de que las negociaciones terminen favoreciendo intereses políticos y económicos sin tener en cuenta el sufrimiento real de los ucranianos. “La guerra está en el centro de las negociaciones no sólo diplomáticas, sino también económicas”, subraya.
Este líder religioso insistió en escuchar la voz de Ucrania como medio para lograr una paz duradera. “Ucrania, como pueblo, debe ser el tema de estas negociaciones. No podemos permitir que se nos hable sin nosotros. La voz de Ucrania debe ser escuchada y considerada”, abundó. A su juicio, sólo a partir de un diálogo auténtico, en el que se valore la perspectiva ucraniana, se podrá encontrar el camino hacia una paz justa.
Shevchuk definió una “paz justa” como aquella que considera “el derecho a la vida y la dignidad de la persona humana”. Un acuerdo duradero que abra camino a la reconciliación en el que se abracen justicia y verdad. A su juicio, hablar de paz sin tener en cuenta a las personas que habitan los territorios en disputa es un error fundamental. La paz no puede ser una negociación de intereses sin tener en cuenta los derechos fundamentales de las personas. “Si cambiamos derechos por intereses, corremos el riesgo de repetir los errores del pasado, como lo que sucedió en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial”, advierte.
Además, enfatizó que la paz auténtica no debe confundirse con una simple tregua. “Si sólo se negocia una congelación del conflicto, sin tocar sus causas profundas, lo único que estamos haciendo es aplazar la guerra, dándole tiempo al agresor para prepararse para nuevos ataques”, afirmó, realizando un análisis de la historia reciente de su país.
En ese escenario, el clérigo se mostró esperanzado ante el futuro de su país. “Hablar de esperanza no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen”. Se refirió con ello al trabajo incansable de médicos, ingenieros, mecánicos y otras personas, a pesar de que se destruya su trabajo por la guerra. “La esperanza tiene el rostro de la luz que nunca deja de regresar. La esperanza tiene el rostro de nuestros jóvenes que, en medio de la guerra, saben amarse, casarse, tener hijos. Es algo increíble porque saben lo que es la guerra. Saben que son la generación que ha celebrado más funerales que bodas. Sin embargo, nunca se cansan de dar la vida, de soñar con un mundo feliz y un futuro”, dijo.