Francisco escribe una carta dirigida especialmente a los sacerdotes para que afronten el pasado eclesial sin “revisionismos interesados”
“Estamos hablando de estudio, no de parloteo, de lecturas superficiales, del ‘cortar y pegar’ de resúmenes de Internet. Con estas palabras, Francisco se expresa en una carta hecha pública hoy por la Santa Sede en la que busca subrayar “la importancia del estudio de la historia de la Iglesia, especialmente para ayudar a los sacerdotes a interpretar mejor la realidad social”.
Preocupado por la formación de los curas y de “otros agentes de pastoral”, busca despertar en los estudiantes de teología “una real sensibilidad histórica” que vaya más allá de un “conocimiento profundo y puntual”. De esta manera, defiende la necesidad de “hacer historia” de la Iglesia “no sólo con rigor y precisión sino también con pasión e involucrándose: con esa pasión y compromiso, personal y comunitario, propios de quienes, comprometidos en la evangelización, no eligieron un lugar neutral y aséptico”.
En su carta, el Pontífice alerta del “monofisismo eclesiológico” que implica “una concepción demasiado angelical de la Iglesia, de una Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas”. “Y a la Iglesia, como a una madre, hay que amarla tal como es; si no, no la amamos en absoluto, o amamos sólo un fantasma de nuestra imaginación”, escribe justo después.
Para Jorge Mario Bergoglio, adentrarse en la historia de la Iglesia permite descubrir “la Iglesia real, para poder amar a la que verdaderamente existe, y que ha aprendido y continúa aprendiendo de sus errores y de sus caídas”, así como “sus momentos más oscuros”. Por ello, el Papa critica “la defensa triunfalista” de la institución, el “deconstruccionismo”, los relatos históricos “tendenciosos”, “las mistificaciones”, “un reduccionismo generalizado” y los “revisionismos interesados”, donde “la libertad humana pretende construirlo todo desde cero” en una “especie de presente sin pasado”.
Con esta premisa, el Sucesor de Pedro alerta de “las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones”. Por el contrario, Francisco pone en valor “el papel de los historiadores y el conocimiento de sus resultados” como “decisivos” para enfrentar” este régimen mortal de odio basado en la ignorancia y los prejuicios”.
Así, se muestra convencido de que “no es posible la transformación del mundo actual más allá de las deformaciones ideológicas”. En paralelo, cree que “un estudio sincero y valiente de la historia ayuda a la Iglesia a entender mejor su relación con los diferentes pueblos”. Es más, precisa que “la búsqueda de la verdad histórica es necesaria para que la Iglesia pueda iniciar ―y ayudar a iniciar en la sociedad― sinceros y eficaces caminos de reconciliación y de paz social”.