Entrevistas

Jörg Alt: “De vez en cuando cometo un acto deliberado de desobediencia civil”





No es habitual encontrarte en los periódicos una noticia en la que un juez condena a un sacerdote por desobediencia tras cortar una carretera con una pancarta. El activismo del jesuita Jörg Alt, de 63 años, se ha hecho famoso en Alemania por su apoyo a movimientos ecologistas, aunque ya lleva tiempo luchando por la justicia social en los libros y en las calles de Múnich. El recurso presentado el 6 de noviembre fue desestimado por el Tribunal Supremo de Baviera, por lo que ha sido condenado en firme con una multa de 500 euros por diez cargos de coacción. “No pagaré la multa”. Así de rotundo se manifestó.



Y es que el sacerdote explica que, “como religioso, no tengo ingresos ni cuenta bancaria debido a mi voto de pobreza” y no quiere sacar dinero de las cuentas de la comunidad. “Estoy dispuesto a cumplir mi condena con 25 días de cárcel”, gesto hecho “en solidaridad con los activistas climáticos que reciben un trato similar por parte de la administración y la justicia: puede que sea legal, pero es injusto”. Un ‘delincuente’ que sí pagará las costas para que no se diga que no paga sus impuestos.

PREGUNTA.- ¿Cómo describiría los proyectos en los que se encuentra actualmente? ¿Cuál es la misión de Jörg Alt?

RESPUESTA.- Tengo muchos más proyectos de lo que sugieren los titulares de los periódicos. Escribo libros y artículos, coordino alianzas de la sociedad civil, doy conferencias y participo en seminarios. Y, de vez en cuando, cometo un acto deliberado de desobediencia civil, por ejemplo, el 1 de septiembre, Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, para llamar la atención sobre el mensaje de ese día del papa Francisco. Él pide que se ponga fin al ‘business as usual’ de los combustibles fósiles, pero en la campaña electoral aquí en Baviera, siempre se hace hincapié en el coche y la carretera.

No puede seguir así, queremos bloquearlo. Y por desgracia, el gobierno de Baviera reacciona a las críticas encerrando “preventivamente” en la cárcel a los mensajeros de las críticas. Yo tampoco puedo aceptarlo, porque encerrar a mensajeros incómodos no resuelve ninguna de las preocupaciones legítimas que tienen estas personas. Así que me sentí empujado a llenar el vacío dejado por las detenciones y salí a la calle todos los días durante una semana y me encontré tres veces entre rejas, aunque por poco tiempo. Para encerrarme, al gobierno le falta valor, después de todo.

Mirar a los jóvenes

P.- Como jesuita, ¿es una respuesta a esa llamada carismática a estar en las periferias de la sociedad?

R.- No soy un ideólogo. Mi trabajo está determinado por mi contacto con la gente. Si FridaysForFuture 2019 no hubiera salido a la calle o si seis jóvenes no hubieran hecho una huelga de hambre indefinida, nunca me habría “radicalizado”. Los jóvenes me abrieron los ojos para que lo entendiera: nos estamos quedando sin tiempo para poder detener los puntos de inflexión climáticos. Las situaciones desesperadas justifican o requieren medios desesperados.

P.- ¿Cómo es actualmente el compromiso de los cristianos en la vida pública?

R.- La Iglesia es un actor global enorme en términos numéricos y hace mucho: ayuda a los necesitados en su propio país y en todo el mundo con Cáritas y las organizaciones de ayuda, lleva las preocupaciones de los pobres a los procesos legislativos, puede hacer mucho por la protección del medio ambiente y la sostenibilidad en su propio ámbito de responsabilidad, como la construcción o la propiedad de la tierra, y puede protestar proféticamente contra la injusticia y el desinterés. Si cada cristiano hiciera una contribución concreta para que hagamos más por la protección del clima y del medio ambiente, el ‘establishment’ neoliberal y todos sus grupos de presión podrían hacer las maletas. Por desgracia, estamos lejos de eso.

P.- ¿Qué consecuencias ha sufrido por sus acciones de incidencia política?

R.- Me declararon culpable de coacción, pero recibí una sentencia muy indulgente porque el juez consideró que mi protesta era adecuada –los coches son parte de nuestro problema actual–, aunque no creyó que la forma de la protesta fuera proporcionada. Pero me esperan muchos más pleitos a mí y a mis amigos. El problema es el Gobierno, que no cumple el Acuerdo de París ni sus propias leyes. Nuestros gobiernos infringen la ley los primeros. Que nosotros incumplamos la ley es solo una reacción, una protesta ante el incumplimiento del Gobierno. Mientras tanto, sesenta abogados constitucionalistas también han hecho hincapié en esta conexión, lo que por supuesto ha reforzado enormemente nuestra causa.

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