Las monjas cismáticas de Belorado han debutado en las páginas del diario británico ‘The Times’. Como bien señaló hace unas semanas su nuevo jefe de prensa, Francisco Canals, su objetivo era “internacionalizar” el conflicto abierto con la Iglesia católica.
Así, las clarisas excomulgadas sí han abierto las puertas del monasterio a Isambard Wilkinson, corresponsal del periódico londinense, que relata lo sucedido en estos seis últimos meses, desde su excomunión al procedimiento abierto de desahucio iniciado por el arzobispo de Burgos Mario Iceta, pasando por las deserciones conventuales y otras tantas desventuras.
En el texto publicado por ‘The Times’ se leen comentarios hasta ahora inéditos que saldrían de la boca de las monjas cismáticas: “Dicen que el Papa es un hereje y que las autoridades eclesiásticas no las defendieron de una abadesa rival que las llamó lesbianas y prostitutas”. De la misma manera, el corresponsal llega a asegurar en su reportaje que “ellas creen que él envía espías para observarlas y que ha intervenido sus teléfonos móviles”.
Wilkinson da voz a las religiosas, incluida a la abadesa defenestrada por la Santa Sede, sor Isabel de la Trinidad, que asegura que hoy por hoy solo tienen 383 euros. “Estamos en guerra con Don Mario, pero también con todo lo que es el Vaticano y Roma, todas las estructuras jerárquicas”, señala la ex monja, que va más allá al referirse a la Iglesia católica: “Es una organización criminal”. Desde su perspectiva, Laura Gil de Viedma -su nombre civil- sentencia: “No somos herejes. Los herejes cometen errores doctrinales y lo que estamos diciendo son todas las verdades católicas de los últimos 2000 años”.
“Hemos sufrido persecución y calumnia”, expone sor Belén desde el convento de la Bretonera, convencida de que la Iglesia católica “tiene masones infiltrados”. Sor Paloma denuncia que están siendo “asediadas” por el que presentan como su enemigo, que no es otro que Mario Iceta, arzobispo de Burgos y comisario pontificio designado por Roma para administrar el convento tras la salida voluntaria de este grupo de mujeres de la Iglesia católica. Es en este punto, cuando la religiosa asegura a ‘The Times’ que una abadesa vecina comenzó a difundir “mentiras de que éramos lesbianas, prostitutas y que habíamos tenido abortos”.