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Miguel Ángel Rodríguez: “La democracia es el gobierno para la imperfección”

En entrevista con Vida Nueva, el vicepresidente de la Academia de Líderes Católicos analiza la situación social, cultural y política en América Latina como desafíos para la formación en Doctrina Social de la Iglesia





Con fuerte presencia en América Latina y cada vez mayor en España, la Academia de Líderes Católicos, dirigida por el mexicano José Antonio Rosas, continúa su expansión, ahora en los Estados Unidos de América y Canadá. Su formación de líderes está centrada en la doctrina social de la Iglesia, relegitimando la acción política orientada hacia el bien común y con una fuerte adhesión a la Iglesia.



Su vicepresidente, Miguel Ángel Rodríguez, visitó Chile para dar la conferencia “Declive de la democracia en América Latina en el siglo XXI”. Ex presidente de Costa Rica, ex Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Rodríguez conversó con Vida Nueva en la casa central de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, lugar de la conferencia.

Pregunta: ¿Cuáles son los desafíos desde Latinoamérica que aborda la Academia?

Respuesta: Vivimos un momento de mucha confrontación, de mucho cambio, de mucho desarraigo. Hemos perdido la manera agradable de relacionarnos. La urbanización nos hace perder la cercanía de las personas, como es en la vida rural donde todos se conocen. La tecnología, además, nos ha llevado a una relación digital, impersonal. No hay abrazo, contacto de ojo a ojo. Eso nos hace desarraigados que, junto al enorme cambio de época que vivimos en que no sabemos cómo va a seguir, crean mucha incertidumbre, todo lo cual genera miedo.

El desarraigo y el miedo levantan en muchos sentimientos de defensa que se convierten en sentimientos de ataque. La relación humana se vuelve conflictiva. El antagonismo que estamos viviendo, la forma tan violenta como se ven los que son distintos, hacen que el enfrentamiento se vuelva mayor.

El amor vence el miedo

Es un momento en el que el pensamiento social de la Iglesia, que traduce a la comunidad el mandamiento del amor que nos enseñó el Señor, se hace más necesario porque es la manera de vencer esos miedos, esos antagonismos. Por esto me parece tan importante el trabajo de la Academia de Líderes Católicos. Sobre todo porque es para líderes. Todos somos importantes y merecemos apoyo, pero el líder tiene un impacto especial, lo que lo hace más efectivo y necesario para ayudar.

P.: ¿Qué nos falta en la sociedad?

R.: Nos falta amor. El mensaje de Jesús fue progresivo: ‘ámense unos a otros’, la regla de oro de no hacer a otro lo que no quiero que me hagan a mí; luego dijo ‘amen a su enemigo’, lo que es más complejo; pero todavía más: ‘perdonen 70 veces 7’; y concluye en el clímax: ‘ámense como yo los he amado’. Es el amor de Dios que debemos pasar a los demás. No siempre lo hemos entendido bien: antes no aceptábamos a personas de otras religiones. Hemos aprendido que el mensaje es para todos, sin distinción, pero es muy difícil vivirlo porque al diferente no lo conocemos, nos genera desconfianzas. Eso provoca temor, lo que nos aleja. El amor vence ese alejamiento, esa diferencia. Mientras más compleja se hace nuestra sociedad, más diferentes somos las personas porque cada una vive circunstancias distintas. Esto nos obliga a ser tolerantes unos con otros. Mejor aún si el amor impregnara nuestra sociedad.

P.: Tolerantes, pero complementarios

R.: Así es. No podríamos tener la riqueza y el bienestar que hoy tenemos si no fuera por la especialización que resulta del complemento entre conocimientos y circunstancias diversas. El miedo pone barreras a esa complementariedad. Sólo las rompe el amor.

P.: ¿Qué debe formar una academia para incentivar la práctica del amor?

R.: Estamos en el campo de los valores. Lo que incentiva es mostrar la necesidad, en la relación humana, de vernos unos a otros como personas dignas, o hijos de Dios, trabajar en la cultura del encuentro, aprender que todos tenemos razones para hacer lo que hacemos. Aprender a oír esas razones para fomentar el diálogo y el encuentro entre todos. Transmitir esto con la riqueza de lo aprendido en la doctrina social de la Iglesia, con la riqueza de los valores de la Iglesia.

La Academia tiene equipos que elaboran contenidos muy, pero muy valiosos, que se ofrecen a los obispos para que decida lo que necesita y sirve para su diócesis.

Declive de la democracia

P.: La debilidad en la formación, ¿ha afectado el actual declive en la democracia?

R.: Hay que mirar esto en perspectiva. Es un declive que sigue a un gran ascenso. En los 80 había 3 democracias en América Latina: Colombia, Costa Rica y Venezuela. Los demás países tenían distintos regímenes autoritarios. Sin embargo, al final del siglo XX, solo Cuba no era democrática. De ahí se produce el declive: hoy estamos mejor que en los 80, no debemos perder esa perspectiva, pero es un declive importante. Hoy hay al menos 3 claras dictaduras y otros países con otras dificultades. En América Latina hay más de 3.500 presos políticos. Esto es un enorme deterioro a lo que habíamos logrado hace 24 años. El panorama es muy delicado. El vertiginoso cambio de época, tan radical, es un contexto que favorece esta inestabilidad. Lo impredecible aumenta la incertidumbre, se suman el desarraigo y la frustración por el desarrollo y bienestar no alcanzado, provocando rabia y agresividad. Aparecen quienes apuntan a otros para indicar culpables y ofrecer soluciones. Nacen liderazgos que, así como antes había golpes militares, ahora provocan golpes democráticos.

P.: ¿Y por qué hay que defender la democracia?

R.: Porque es el gobierno para la imperfección. Somos imperfectos. Como somos imperfectos, como no tenemos todo el conocimiento, lo mejor que podemos hacer es tener una organización donde haya la posibilidad de cambios pacíficos, por procesos electorales; donde exista la posibilidad que gane quien gane, reconocer derechos fundamentales que se respetan y permiten vivir con dignidad y donde todos tienen ocasión de plantear sus ideas y el que hoy pierde puede ganar mañana. Eso nos permite vivir en un mundo complejo, en el que tenemos que convivir porque solos morimos, haciéndonos capaces de vivir por nosotros mismos. No es una solución perfecta, pero es la mejor que hemos encontrado los humanos para respetarnos a nosotros mismos. La democracia no resuelve cada problema hoy. En ella los resolvemos entre todos con tiempo y no se hace sin costo.

P.: El proceso de sinodalidad que vivimos en la iglesia es sinónimo de democracia…

R.: Cómo no se va a democratizar la Iglesia si se democratizó la familia. La revolución más grande en nuestro tiempo no es la tecnológica. Es el rol de la mujer: que tenga el mismo nivel que el hombre, es el cambio cultural más profundo; que los niños tengan derechos eso no existía en el derecho antiguo y hace que la familia tenga que ser democrática. Pasamos de una familia dictatorial a una democrática que aún no sabemos manejar. Esto es muy profundo.

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