Las Jornadas Generales de la Pastoral del Trabajo han cumplido tres décadas de andadura con un encuentro que se ha celebrado este 23 y 24 de noviembre en en el Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITeS) de Ávila bajo el lema ‘El gran tema es el trabajo’, una de las citas de referencia de la encíclica ‘Fratelli tutti’. Y es que, este aniversario coincide con los treinta años de la aprobación del documento ‘La pastoral obrera de toda la Iglesia’ por parte de la Conferencia Episcopal Española.
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En total, 181 delegados y delegadas de 38 diócesis, representantes de otras entidades eclesiales y sindicales, han tomado parte en este foro de reflexión junto a algunos pastores como el obispo de Soria y responsable de la pastoral del trabajo, Abilio Martínez, el obispo auxiliar de Madrid, Vicente Martín, y el obispo de Ávila, Jesús Rico.
Los descartados
Los tres ponentes de referencia han sido la salesiana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; la laica argentina Emilce Cuda, teóloga y secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, y Fernando C. Díaz Abajo, sacerdote y director de esta pastoral del trabajo entre 2009 y 2015.
En su ponencia, la economista salesiana instó a los participantes a que “como Iglesia podamos seguir denunciando, vislumbrando nuevas perspectiva y acompañando procesos” en favor de los “trabajadores descartados” por el sistema. Smerilli incluyó en esta “categoría amplia y heterogénea” a quienes tienen escasa cualificación profesional o competencias obsoletas, a los temporales, migrantes, a quienes trabajan ‘en negro’ y son explotados… “. Está claro que una sociedad no puede “progresar descartando”, criticó la religiosa.
Fraternidad frente a individualismo
La secretaria del Dicasterio vaticano también reclamó “una cultura que elimine los obstáculos a la dignidad y a la sostenibilidad del trabajo” que exige “salir de la lógica del lucro y del bienestar que impone el paradigma tecnocrático”. Frente a ello, recordó que el papa Francisco “nos insta a elegir la fraternidad frente al individualismo y a escuchar la voz de los marginados de la sociedad, para llevarlos al centro del proceso de cambio”.
En esta misma línea, reivindicó que “el camino para dar un vuelco al mundo del trabajo en términos de derechos, deberes y seguridad pasa también por considerar la cuestión del cuidado y la atención como un compromiso de toda la comunidad y no de individuos o familias individuales”. “¿Estamos convencidos personal y socialmente de que cuidar de los demás, no sólo de la familia, es algo que nos hace dignos de vivir en esta tierra?”, dejó caer a lo largo de su intervención.
Semántica del cuidado
Al hilo de esta cuestión, llegó a poner sobre la mesa que “no hemos logrado dominar una verdadera semántica del cuidado porque siempre hemos relegado el cuidado a la esfera privada, en particular a las mujeres, y al don y la gratuidad”.
Por su parte, Emilce Cuda, describió un escenario global poco halagüeño: “La nueva guerra es por el trabajo: guerra de pobres contra pobres”. A partir de ahí, defendió que “desde la pastoral del trabajo tenemos entonces un gran desafío pero lo debemos enfrentar con esperanza”. Así, expuso cómo hoy por hoy “no estamos asistiendo al fin del trabajo, sino al fin de un modo de trabajo como empleo asalariado, en condiciones más o menos decentes y con garantías sociales, gracias a la organización de los trabajadores durante el siglo XIX y XX”. Se refirió así a la realidad de la economía sumergida que, según la responsable vaticana para América Latina requiere de un compromiso eclesial.
Orden desequilibrado
“Sin organización laboral -lamentó la teóloga argentina-, el caos social es una amenaza cada vez más cercana, como también la de un nuevo orden político desequilibrado que ocupe el vacío que deja el movimiento obrero si éste no reconoce nuevas formas de organizaciones inclusivas”.
“El primer paso, para iniciar el proceso de transición justa que impulsa la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Santa Sede, consiste en eliminar la desigualdad entre trabajadores, reconociendo toda actividad humana creativa laboral como trabajo”, expuso Cuda, que remarcó cómo el trabajo en el hogar no reconocido alcanza a más de la mitad de la población mundial.
El trabajo como cuidado
“Si el trabajo es el principal organizador social, el desempleo es el principal desestabilizador. Hoy, más de la mitad de la población mundial activa trabaja desorganizadamente”, reflexionó en voz alta la secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina. Y no sé quedó ahí: “hay futuro, pero solo si se reconoce que ‘el trabajo es cuidado y el cuidado es trabajo’. Esta consigna es impulsada a partir del magisterio social del papa Francisco”.
En su ponencia, Fernando C. Díaz Abajo partió de la memoria de estas tres últimas décadas de pastoral obrera para abordarla con una “mirada contemplativa”. “Como Jesús, hacemos opción preferencial por los empobrecidos del mundo obrero”, relató el sacerdote. Con este anclaje en las raíces, su meditación en voz alta le llevó a asegurar que “necesitamos reconfigurar la relación entre parroquias y movimientos apostólicos, descubrir el rostro que hoy ha de configurar nuestras comunidades parroquiales para servir, aquí y ahora, a aquellos con quienes caminamos”.
Militantes cristianos
En este sentido, planteó la necesidad de “seguir apostando de manera más decidida por la formación de militantes obreros cristianos, por el impulso de la propuesta pastoral que supone la riqueza de los movimientos especializados de la Acción Católica, y por la formación de consiliarios que acompañen y ayuden a sustentar la espiritualidad que el compromiso con el mundo del trabajo necesita”. Incluso sugirió el hecho de “implicarnos también en los procesos de formación y acompañamiento de los candidatos al sacerdocio”.
Y lo formuló, convencido de que urge “sumar voluntades y militancias que posibiliten el surgimiento de alternativas proféticas que nuestro mundo necesita descubrir”. De la misma manera, presentó como desafío “la formación de la conciencia social de los cristianos, y el cambio de mentalidad de las mujeres y hombres del mundo obrero”.
Con estas iniciativas planteadas, dejó algunas preguntas en el aire para los presentes: “¿Qué propuestas operativas siguen siendo válidas, cuales hemos de dar por cumplidas, y cuales hemos de incorporar como posibles y necesarias? ¿Cuáles hemos de arriesgarnos a inventar y estrenar con creatividad pastoral? ¿Qué pastoral obrera hemos de seguir realizando? ¿Hacia dónde nos empuja el viento del Espíritu?”.
Durante el acto de inauguración, el obispo de Ávila animó a los asistentes a ser capaces de detectar “los cambios” en el mundo obrero para tener capacidad de dar una respuesta como Iglesia. Por su parte, Abilio Martínez admitió que en este campo “nunca se hace lo suficiente” en un ejercicio de autocrítica episcopal, a la vez que alentó a los participantes a continuar impulsando y reorganizando la pastoral obrera, lo mismo en diócesis que parroquias. En concreto, el obispo de Soria hizo hincapié en ponerse tras la pista de cuestiones como la precarización y la siniestralidad laboral.