“El estilo educativo integral es un ‘talento carismático’ importantísimo que Dios les ha confiado, para que lo aprovechen al máximo de sus capacidades, para el bien de todos”. Con este elogio y encargo remató esta mañana el papa Francisco las palabras que dirigió a los responsables de la Familia Calasancia, que aglutina a todas las congregaciones vinculadas al santo español José de Calasanz.
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Con el superior general de las Escuelas Pías al frente, Pedro Aguado, el Pontífice se encontró en el Palacio Apostólico con los superiores y superarías de Escolapias, Calasancias, Cavanis, Voorselar, del Provolo, Suore Calasanziane y Kalasantiner. Todos ellos se reúnen estos días en Roma para celebrar los 75 años de la constitución como tal de la Familia Calasancia. Además, en este foro, tal y como subrayó el propio Francisco se ha convocado en vistas del centenario de la muerte de dos de sus fundadores, san Faustino Míguez, fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, y la beata Celestina Donati, fundadora de las Hijas Pobres de San José de Calasanz.
Ángel custodio
Con este punto de partida, Jorge Mario Bergoglio se detuvo en el perfil del “patrono universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo”. Al repasar su trayectoria, recordó que “el Señor le inspiró el dedicar su vida a la educación de los jóvenes, especialmente de los pequeños y los pobres”. De la misma manera, hizo hincapié en cómo el sacerdote nacido en Peralta de la Sal en 1557 le gustaba definir la misión del maestro como “ángel custodio”.
A partir de ahí, y sabedor de que la Familia Calasancia está hoy presenta en cuatro continentes, Francisco invitó a los presentes en la audiencia a adentrarse en dos rasgos claves de Calasanz como hoja de ruta para hoy: “la valiente docilidad a la Providencia” y “la atención al crecimiento integral de la persona”.
Abandono confiado
“No teman aventurarse por distintos senderos de los ya recorridos en el pasado para poder responder a las necesidades de los pobres, incluso a costa de revisar esquemas y de redimensionar expectativas”, dijo el Sucesor de Pedro a los superiores generales al referirse a esa valiente docilidad. A renglón seguido, subrayó que “es en este abandono confiado donde se hunden sus raíces y, permaneciendo fieles a ellas, mantendrán vivo su carisma”.
Para argumentar esta invitación, el Papa se detuvo en el giro de guion de la propia vida de Calasanz, cuando los niños de un empobrecido Trastevere cambió sus planes de tener “una carrera eclesiástica”. “Así nacieron las Escuelas Pías; no tanto de un programa definido y garantizado, sino de la valentía de un buen sacerdote que se dejó interpelar ante las necesidades del prójimo, allí donde el Señor se las puso por delante”, ensalzó Francisco.
Nuevas formas de pobreza
Fue entonces cuando instó a los superiores generales calasancios “mantener en sus decisiones la misma apertura y disponibilidad, sin calcular demasiado, venciendo temores y titubeos, especialmente frente a las nuevas formas de pobreza de nuestro tiempo”.
Junto a este afortunado atrevimiento, el Pontífice buceo por rasgo identitario de la escuela calasancia: integrar “formación espiritual e intelectual para preparar adultos maduros y capaces”. “Fue una decisión profética en aquellos tiempos, plenamente válida también ahora”, remarcó Bergoglio.
Sentir, pensar, hacer
En este punto, Francisco echó mano de una de sus recurrentes reflexiones a la hora de hablar del acompañamiento y la labor educativa, esas tres inteligencias de la cabeza, el corazón y las manos: “Para que se piense lo que se siente y se hace, se sienta lo que se piensa y se hace y se haga lo que se siente y se piensa”.
El Papa compartió cómo “hoy es sumamente urgente ayudar a los jóvenes a hacer este tipo de síntesis, a ‘integrarse’ en sí mismos y con los demás, en un mundo que, en cambio, los impulsa cada vez más en la dirección de la fragmentariedad de los sentimientos y los conocimientos, y el individualismo en las relaciones”.
Relaciones personales
En tono distendido, dejando los papeles a un lado, Francisco encargó a sus interlocutores en que insistan “en las relaciones ‘normales’, mirándose a los ojos y no las relaciones virtuales a través del teléfono móvil”. A partir de ahí, desveló la historia de un obispo que le relataba un almuerzo en un restaurante un domingo con sus primos: “En la mesa de al lado había una familia: papá, mamá, hijo e hija, los cuatro con los teléfonos móviles, no hablaban entre ellos. El obispo, muy imprudente, se levantó, se acercó y les dijo: ‘Miren, qué bonita familia, pero ¿por qué hablan con el teléfono? ¿Por qué no hablan entre ustedes, que es mucho más bonito?’. Lo oyeron, lo ‘mandaron al diablo’ y siguieron hablando así. Es terrible esto, una falta de humanidad”.
Antes de despedirse del grupo, el Obispo de Roma dejó caer la importancia de aterrizar la sinodalidad hoy desde la corresponsabilidad en misión compartida. O dicho de otro modo, Francisco animó a la a Familia Calasancia a “caminar juntos”. “Me alegra mucho ver cómo todos ustedes —hombres y mujeres, consagrados, consagradas y laicos—, a la escucha del Espíritu, han percibido la exigencia de “ser familia”, de unir sus esfuerzos y compartir sus experiencias en una red de caridad, para el servicio de los hermanos”, enfatizó. Es más, Francisco concluyó diciendo que este es “el estilo de Jesús” y “el estilo de la Iglesia”.