No todo el mundo puede vivir como un cura. Lo que sí pueden hacer un buen número de personas y familias con distintas necesidades del sur de la provincia de Pontevedra es vivir en la casa del cura. Y es que la Diócesis de Tui-Vigo cuenta con un buen número de viviendas que son propiedad de las parroquias o al servicio del propio Obispado que se ofrecen a precios bajos para personas vulnerables. Para ello, cuentan con 69 viviendas –una treintena en la ciudad de Vigo– alquiladas con distintas fórmulas y diferentes tipos de cuotas a precios muy por debajo de los del mercado.
El vicario de Economía de la diócesis, Jesús Martínez Carracedo, señala que con esta iniciativa “lo que se pretende es que las familias paguen una renta que les permita acceder a una vivienda”. Todo surge de la propia tarea como ecónomo de “gestionar, por una parte, viviendas que se encuentran en buen estado para que no se deterioren y, por otra, los bienes que nos han donado, consiguiendo ingresos que nos permiten restaurar y mantener el patrimonio e intensificar las labores parroquiales”. Una apuesta que “ha estado siempre presente en la diócesis”. En cuanto a cifras, un alquiler de un piso en Vigo puede estar en torno a los 250 y 350 euros al mes. Cantidades que hacen que no se produzcan impagos.
Estos ingresos suelen ir a las parroquias, para que revierta en la comunidad y la implicación de los párrocos sea mayor. “No somos especuladores”, dice el vicario, que destaca sentirse “cómodos con este estilo y esta apuesta”, que ha conseguido que apenas queden edificios abandonados o sin uso.
Carracedo conoce los ecos de este proyecto muy de cerca porque es párroco del Sagrado Corazón de Vigo y, en uno de los pisos, viven Lucila –una pianista cubana muy integrada en la vida parroquial– y su madre. Tras finalizar el alquiler anterior, este piso fue su salvación. “Mi madre es una mujer mayor, tiene 78 años y, gracias a este alquiler, puede tener cerca todos los servicios y cuidados que necesita”, relata.
Un caso muy particular es el de Vicky y Pedro, un matrimonio que está viviendo con sus dos hijos en la casa rectoral de la parroquia de Santa María de Guizán, en Mos. A pocos pasos de la iglesia, llevan casi dos años acondicionando y mejorando esta imponente casa. Además de pagar un alquiler, han transformado una propiedad que llevaba cerca de una década abandonada. El matrimonio llegó por casualidad. Y es que –como señala Pedro a Vida Nueva– “jamás habría imaginado que acabaría viviendo en la casa del cura”, porque no conocía iniciativas como esta.