El autor de ‘Qué suerte creer en Dios: Reflexiones y vivencias de un rebelde convertido’ explica a Vida Nueva su proceso de fe, de “activo antirreligioso” a cristiano convencido
‘Qué suerte creer en Dios: Reflexiones y vivencias de un rebelde convertido’ es el sugerente título que Alfredo Sanfeliz ha elegido para su libro. En él, expone de una manera honesta sus reflexiones, en las que la lucha entre la razón y el corazón (hablando de fe) tienen un papel fundamental, pero, también, serios argumentos para convivir. Ahora, responde a las preguntas de Vida Nueva sobre este viaje que ha emprendido para pasar de ser un ‘rebelde’ a un cristiano convencido.
PREGUNTA.- En el libro refiere que ha pasado de “activo antirreligioso” a cristiano convencido. Muchas veces se asocian estas “conversiones” a un choque emocional fuerte, una pérdida… Pero parece que, en su caso, fue una búsqueda espiritual, un camino. ¿Se puede hacer ese cambio sin un detonante severo?
RESPUESTA.- En mi caso se puede decir que no ha existido un detonante claro, pero de alguna forma sí que el comienzo de mi lento proceso está relacionado con una época profesional y económica mía de cierta dificultad, comparada con mis tiempos anteriores de gran bonanza. Esas dificultades me llevaron a desarrollar mi autoconocimiento trabajando mucho en aspectos relacionados con ello y desde ahí comencé a sentir una llamada interior hacia la búsqueda y crecimiento espiritual, sin siquiera saber demasiado bien lo que ello significaba.
Aunque inconscientemente, esa llamada buscaba algo y ello me llevó a estar más cerca de la Iglesia y, todavía sin fe, a participar en sus liturgias y en una comunidad de la Renovación Carismática en la que poco a poco empecé a escuchar el susurro del Espíritu Santo y a desarrollar una especial relación con Dios en los lugares y momentos sagrados en la Iglesia.
P.- También habla de esa aparente ‘lucha’ entre razón y fe, y de que realmente no tiene por qué haber tal conflicto. ¿Es esto, tal vez, lo más difícil de entender para alguien pragmático?
R.- Para quien no ha tenido verdaderas vivencias y encuentros con Dios en la dimensión espiritual, es muy difícil entender la fe. Nuestra mente, entrenada para ser muy racional, tiende a resistirse a aceptar aquello que no comprende lo que implica la imposibilidad de comprender aquello que es sobrenatural.
Son precisamente mis vivencias y encuentros con el Espíritu Santo y con el rostro de Jesús, los que me permiten hoy decir que tengo una fe plena, no tanto por creer en Dios, sino por haberle conocido. De hecho, prefiero decir que vivo a Dios, en Dios y con Dios que la tradicional frase de creo en Dios.
P.- ¿Hasta qué punto esa nueva forma de entender la vida, que va tan arraigada en la fe, le ha supuesto una ‘ruptura’ con todo lo que era hasta entonces, con la imagen de sí mismo?
R.- Más que ruptura, me referiría a una evolución que en mi caso no ha sido traumática sino progresiva. Sigo haciendo una vida parecida a la de antes, si bien es cierto que dedico mucho más tiempo a cuestiones relacionadas con Dios y con la comunidad religiosa con la que convivo.
No obstante, poco a poco uno abandona cierto tipo de relaciones y actividades sociales que son sustituidas por otras que me resultan mucho más enriquecedoras y que me han permitido vivir con mucha mayor plenitud y alegría con una vida parecida a la que antes de mi conversión había tenido.
P.- En uno de los capítulos del libro habla del miedo al estar siendo estúpido. ¿Existe también el miedo a sentir que los demás creen que lo está siendo?
R.- Sin duda en el pasado, el miedo a ser visto por los demás como estúpido convivía con mi fricción interna pensando yo mismo que era estúpido. La superación de esa vergüenza por lo que otros pudieran pensar de mí es posiblemente uno de los mejores regalos que me ha hecho escribir este libro. Siento ahora una especialísima libertad para ser quien soy y como soy, aceptando sin sufrimiento lo que otros pueden pensar de mí por mi condición de convencido creyente.
P.- ¿De qué manera este libro le ha servido para canalizar (y poner en orden) todo su proceso de fe?
R.- La escritura del libro y su lectura y relectura antes de su publicación han ordenado mi cabeza llevándome a la comprensión de mis agitaciones, visiones, sentimientos y reflexiones internas. Los diálogos interiores, imprescindibles para plasmar en un libro mis reflexiones y vivencias sobre Dios, han constituido un extraordinario aprendizaje, regalándome mucha claridad para comprender cosas que antes me resultaban incomprensibles y para concebir e integrar en mí, la dimensión espiritual como una nueva dimensión humana que hasta entonces no había conocido.
P.- ¿Cree que aún le quedan preguntas por contestar y camino por recorrer?
R.- El camino espiritual creo que jamás terminará mientras me encuentre con vida. Para quienes somos buscadores de la verdad, las preguntas nunca terminan, permaneciendo siempre abiertos a la curiosidad, al asombro y al descubrimiento de verdades en dimensión tanto racional como espiritual. Si tuviera que mencionar un asunto en el que busco mayor comprensión, diría que es el de las cuestiones relacionadas con el libre albedrío en el ser humano.
El encaje de mis creencias en la dimensión espiritual sigue manteniendo algunas fricciones con mis lecturas de neurociencia. Solo mi confianza en la magia y chispa del amor en su máxima dimensión me ayuda a conciliar la posible contradicción y a aceptar vivir creyendo algo que no comprendo. Aceptar que hay un gran territorio de misterios sobrenaturales que no podemos comprender es para mí una gran fuente de paz de la que este libro me ha ayudado mucho a gozar.