La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios ha celebrado su capítulo general en Czestochowa y ha elegido como nuevo superior general al hermano Pascal Ahodegnon. Con 53 años, médico y originario de Benín, hizo su primera profesión en 1997 y se formó en Italia. Era consejero para la región de África desde 2012.
PREGUNTA.- Usted es de Benín, el capítulo general se ha celebrado en Polonia… ¿cuál es la situación mundial de la congregación en este momento?
RESPUESTA.- Estamos presentes en todo el mundo: tanto en el norte más evolucionado, con potencial para afrontar los desafíos sanitarios y económicos, como también en regiones del sur, con sus limitaciones de recursos pero con mucha necesidad de nuestro carisma. La Orden está tratando de hacer las cosas bien en todo el mundo en lo que se refiere a expandir más el carisma de la hospitalidad. Creo que en esto el norte ayuda al sur y el sur ayuda al norte, de tal modo que a todos, a pequeños y grandes, al moderno o al más clásico, llega la hospitalidad de san Juan de Dios.
P.- ¿Qué orientaciones y recomendaciones han surgido del capítulo concluido hace unos días?
R.- Más de un centenar de hermanos y colaboradores –es la primera vez que incluimos la presencia de laicos con nosotros durante más de dos semanas, con importantes aportaciones– de todo el mundo hemos acudido al capítulo, pero antes, durante un año, las comunidades han trabajado los temas del encuentro. Entre las líneas centrales, está volver a encender la llama de la vocación que hemos recibido como religiosos y colaboradores para volver a san Juan de Dios. También queremos transmitir esta cultura de la hospitalidad sin fronteras que hemos recibido y que tanto bien ha hecho en lugares como España. Una transmisión que hacemos los hermanos, los bienhechores, los voluntarios y todos los colaboradores.
Queremos seguir llevando adelante nuestras tareas, pero con una alegría que se expanda, ya que la hospitalidad implica devolver la dignidad al otro. Otra cuestión importante se refiere a las estructuras de la Orden –que es algo más que decir si somos más o menos religiosos–, para poder tocar más a los necesitados. También ha surgido el tema de afrontar las necesidades emergentes, las nuevas pobrezas como la migración, la marginación, la soledad, el sinhogarismo… y cómo podemos ofrecer nuestra hospitalidad, aunque implique salir de nuestras estructuras –sin necesidad de que vengan– en búsqueda, como hacía san Juan de Dios por las calles de Granada.
P.- ¿Cómo están en estos momentos sus comunidades en Ucrania e Israel?
R.- Con la guerra actual, nuestra comunidad de Nazaret está sufriendo las consecuencias, aunque no está en la zona que está siendo atacada más directamente. Nuestros hospitales están disponibles para acoger a los heridos. En Ucrania estamos en la zona más cercana a la frontera de Polonia, aunque se oyen los misiles desde algunas comunidades en las que se están acogiendo desplazados e incluso se está construyendo una nueva casa. También tenemos voluntarios llevando ayuda a las zonas de mayor intensidad en los combates. Al celebrar el capítulo tan cerca, hemos mostrado nuestra cercanía y hemos realizado un envío económico.
P.- Tras 500 años de historia, la Orden cuenta con más de 400 centros de atención sanitaria, desde Oceanía al Vaticano. ¿Qué sigue aportando hoy a la Iglesia?
R.- Nuestra aportación es la que nos legó san Juan de Dios siguiendo a Jesús: la hospitalidad en todos los idiomas, entre cualquier creyente… al servicio de la Iglesia con el don de nuestro carisma. Ante tantos sufrimientos, guerras y violencias, formas de marginación… el mundo necesita el carisma de la hospitalidad, no hay otro remedio. Han pasado 500 años, pero el grito del fundador sigue siendo necesario en las calles de todo el mundo y tenemos la oportunidad de innovar en hospitalidad, como hemos visto estos días en Valencia.