En solo unas horas, en un 3 de diciembre negro, Corea del Sur se ha visto abocada a uno de los momentos más convulsos de su historia reciente. Todo después del anuncio del presidente, Yoon Suk Yeol, por el que establecía en todo el país la Ley Marcial ante la supuesta evidencia de que significativas fuerzas de la oposición estaban en realidad al servicio de Corea del Norte.
La noticia causó en seguida un estupor nacional, pues, de pronto, se veía suspendida toda actividad política. A nivel social, las fuerzas sindicales amenazaron con una “huelga general indefinida” y hubo numerosos manifestantes que se concentraron frente al Parlamento, rodeados a su vez por el ejército. Y es que, de urgencia, pese al mandato presidencial y en un ambiente marcadamente tenso, se convocó una sesión extraordinaria en la que el rechazo a la medida fue rotundo.
A las cinco horas, en plena madrugada, Yoon Suk Yeol se vio obligado a retirar la Ley Marcial. Aunque su gesto se ha vuelto en su contra y los seis partidos de la oposición han presentado una moción para destituirle. La votación tendría lugar este 6 de diciembre y no es nada descartable que salga adelante, pues, aunque se requieran dos tercios de los diputados, muchos de los que forman parte del conservador Partido del Poder Popular, sobre el que se apoya el Ejecutivo, han rechazado visceralmente el paso del presidente, calificado como un “autogolpe de Estado” para implantar un régimen autoritario.
Para conocer la situación, Vida Nueva ha contactado con dos misioneros, que prefieren salvaguardar su identidad por cuestiones de seguridad. El primero de ellos es bastante claro: “Rezad por la democracia y para que el Parlamento resuelva las cosas de manera pacífica. Esta presidencia, en los últimos meses, ha tenido movimientos preocupantes hacia la dictadura, y la larga historia de dictaduras militares en Corea hace que sea doloroso”.
En este sentido, cree que “no se puede consentir una intervención militar como esta” y que “el partido de la presidencia tiene los días contados si no trabaja democráticamente. El pueblo está preparado para echarles a la calle si no defienden la democracia y lo hacen pacíficamente. Ya pasó con la anterior presidenta de este mismo partido [Park Geun-hye, que gobernó entre 2013 y 2017], y puede volver a pasar”.
Como concluye, “el presidente ha tomado ya demasiadas decisiones de corte dictatorial y quizás temía que el Parlamento se le opusiera cada vez más. Pero ahora, con este paso en falso, ha firmado su sentencia de salida de la presidencia”.
La otra fuente eclesial tiene en mente a “la gente mayor que sufrió la guerra y que vivió las penurias”, constando que “no quieren relacionarse con el Norte y no apoyan resoluciones que favorezcan el acercamiento al régimen de Kim Jong-un”.
Así, aunque por su pastoral, muy enfocada al acompañamiento de enfermos, le hace estar “fuera de honda” en cuanto a la actualidad política, sí transmite el sentir en su comunidad: “Uno de los frailes me ha dicho a la hora del desayuno: ‘¡Qué problemón!’”.
Y es que, aunque entre ellos “no se comente nada”, lo cierto es que todo el país contiene la respiración en espera de saber cómo se cierra definitivamente este complejo episodio. Si finalmente cae Yoon Suk Yeol, será una gran victoria para las fuerzas liberales de la oposición, que ya en abril se impusieron de un modo arrollador en las elecciones parlamentarias y controlan la Asamblea Nacional. Al verse menoscabado en su poder, el presidente ha jugado con la carta del “miedo al Norte”, pero ni sus propios compañeros de filas han creído que sus oponentes políticos sean en realidad agentes infiltrados al servicio de Kim Jong-un.