En plena escalada de la violencia en Oriente Medio, esta ha rebrotado con toda su fuerza en Siria. Y es que, después 13 años de guerra civil entre el régimen de Bashar al-Assad y distintos grupos rebeldes de carácter islamista, encabezados ahora por la organización Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el pasado 30 de noviembre, estos últimos tomaron Alepo, la segunda ciudad más poblada del país.
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Un golpe sorprendente y que tiene evidentes resonancias internacionales, pues, mientras a Assad le apoyan Irán o Rusia, los insurgentes estarían respaldados por Turquía e, indirectamente, por Estados Unidos, que, aunque mantiene la distancia con los yihadistas, auxilia a las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias, también enfrentadas al régimen. Eso sí, es una apuesta de corto alcance, ya que la impulsa el demócrata Joe Biden, a solo unas semanas de ceder la presidencia al republicano Donald Trump, mucho más cercano a los intereses del líder ruso, Vladímir Putin.
Comunidades florecientes
En plena crisis, gracias a Misiones Salesianas, Vida Nueva consigue contactar con el salesiano español Pedro García, que dirige la comunidad de la congregación en la capital, Damasco. En este sentido, su perspectiva es amplia, pues, además de esa presencia, los hijos de Don Bosco cuentan con otras dos, en Kafroun y en la propia Alepo. Volcados en “la evangelización y la educación”, tienen “centros juveniles bastante florecientes donde tenemos actividades de catequesis, formación, tiempo libre y evangelización a través del deporte, del teatro, de la música”. Son “comunidades dinámicas” y con mucho impacto local: “En Kafroun tenemos unos 500 jóvenes, en Alepo 1.000 y en Damasco pasamos de los 1.500”.
Aunque ahora todo puede quedar en el aire, especialmente el Alepo, donde “la situación es más dramática y hemos tenido que suspender las actividades”. Eso sí, “los salesianos siguen en la comunidad y reciben visitas de los jóvenes y de las familias, trasladando el mensaje de que ‘aquí estamos’”.
Ni en lo peor de la guerra
En este sentido, García aplaude el compromiso de sus hermanos: “Puedo decir con orgullo y agradecimiento que los salesianos de Alepo nunca, nunca, cerraron sus puertas, ni en lo más duro y crudo de la guerra. Siempre hemos sido un punto de referencia para la gente, incluso en momentos de gran crueldad”.
Como percibe el misionero, “la situación en Kafroun también empeora. A 250 kilómetros de Alepo, ahí estamos preparándonos para recibir en nuestro centro juvenil a los desplazados que ya están llegando estos días huyendo de la guerra”. Lo mismo ocurre en Damasco: “Aunque estamos a unos 400 kilómetros de Alepo, también estamos pendientes de la situación”.
Vigilia en vez de una fiesta
Por ahora, mantienen “las actividades que teníamos programadas”, pero adaptándolas: “Por ejemplo, por santa Bárbara, que aquí es muy celebrada y en la que se hacen fiestas de disfraces y tomamos una comida tradicional, hemos decidido que, en vez de la fiesta habitual, tendremos una vigilia delante del Santísimo para pedir la paz y que nos convierta a nosotros, los cristianos, en pacificadores de todo este ambiente bélico, también con la ayuda de Jesús”.
Para acoger a los posibles desplazados, empezando por “dos familias que ya vienen hacia aquí”, ante la realidad de que “nuestras instalaciones comunitarias son muy estrechas para todo el movimiento que tenemos”, cuentan con otra alternativa: “Tenemos una casa a unos 80 kilómetros de aquí, en la montaña, y que también está pensada para actividades de formación y retiros espirituales. Como Cáritas nos ha pedido acoger a algunos refugiados, ahí también estamos tratando de organizar una respuesta”.
Calma tensa
En definitiva, “la situación es de calma tensa. No se sabe qué derroteros va a coger todo esto, pero una cosa es clara: nada va a ser igual después de lo que ha pasado en Alepo. Tendremos que dar una asistencia espiritual y continuar haciendo experiencia de Cristo. Son días de incertidumbre, de más trabajo, de no ver muchas cosas claras. Son días de tener de ser muy flexibles porque lo que se había programado ya no será posible y tendremos que hacer otra cosa”.
Aunque hay otra cosa que “también es evidente: cada vez más, hay una enorme necesidad del Evangelio en estas tierras”. Una luz en medio del desastre de la guerra.